Los que me conocen, cuando me compro algo nuevo de ropa, suelen decirme “es muy de tu estilo”. Y yo todavía no sé qué estilo es ese… pero parece que lo tengo. A ratos.
Adelanté en esta entrada que el fin de semana pasado íbamos a celebrar el cumple de Mr. X por todo lo alto. Cuando por fin tuvimos el avituallamiento y los espectáculos varios encarrilados, me puse a pensar en qué ponerme para el evento. Ya que tengo un estilo, hagamos uso de él. Desde Navidad poseo unas nuevas amigas inseparables: mis botas camperas. Tuve unas, heredadas de mi madre, en mi época universitaria, y las llevé a diario hasta que las destrocé. Literalmente. Desde entonces he sido más de botas negras de piel que de zapatos o deportivas, pero nunca camperas otra vez. Hasta que estas Navidades Mr. X decidió regalarme unas nuevecitas y estoy totalmente in love de ellas. Así pues, debía escoger un modelo en consonancia con el calzado. Y no se me ocurrió otra cosa que un vestido ligerito de flores (gracias, anticiclón bendito, por haberme permitido salirme con la mía sin morir de hipotermia en el intento). Para redondear la cosa recordé que cuando murió mi madre y me quedé su ropa, metí en un armario un abrigo de ante con flecos que desde entonces no me había puesto jamás. Botas, vestido de flores y abrigo de ante flecoso. Con razón me gané el apodo de Pocahontas durante la fiesta. Pero eh, tengo mi estilo.
Caras felices, comida hecha con amor por un montón de manos habilidosas, música en vivo gracias a gente joven con ilusión y talento, un vídeo confeccionado por la hija mediana de Mr. X con la intervención de todos los invitados a la celebración… ¿Qué más se puede pedir?
Un regalo sorpresa. Sorpresa de verdad.
Bueno, digamos que en cierto modo algo se olía el homenajeado, porque tuve que avisarle a principios de año, cuando diseñan el calendario de vacaciones en el trabajo, de que se reservase dos semanas en octubre. Pero por lo visto conseguí despistarle por completo con el destino. Él, que sabe que yo soy de gustos caribeños, se imaginaba una escapada para ver desovar tortugas en una playa paradisíaca… o quizás una ruta por la Pacific Coast Highway. Alma de cántaro.
Está claro que si uno lleva medio siglo sobre la faz de la Tierra se merece un regalo pensado para satisfacer sus deseos más profundos. Aunque sean la antítesis de mi hamaca bajo un cocotero (lo que se hace por amor…).
Conclusión: ladies and gentlemen, en otoño tendré que olvidarme de mi sofisticado estilo indio y cambiar las camperas por otro tipo de botas. Mr. X ya sufre pensando en cómo va a entrenar mi maltrecho cuerpo para deambular por los Himalayas (desde luego, quién me mandará a mí...). Nepal, here we go!!!
Gracias a mi amiga T, que cantó Soledad y el mar para el cumpleaños, he descubierto esta joya que ya siempre me recordará la sonrisa infinita de Mr. X rodeado de un montón de gente bonita.
¡Genial! ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarGracias! A ver qué tal se nos da! :)
EliminarMuas!
¿¿¿¿El Himalaya???? todavía estás a tiempo de arrepentirte, jajajaja
ResponderEliminarNo me hagas caso, seguro q lo pasáis fenomenal, eso sí...¡¡¡¡¡queremos post con fotos a la vuelta!!!!!
Bueno, me ha dado tiempo de arrepentirme dos o tres mil veces desde que se me ocurrió la idea... sobre todo cuando me dijeron que allí hay muchas sanguijuelas. ¡SANGUIJUELAS! Casi me da un algo. Suerte que vamos cuando el monzón ha terminado y en teoría esos bichejos van de capa caída. Sanguijuelas. Quién me manda, de verdad.
EliminarClaro que sí, fotos de picachos a tutiplén!
Besote Chitin!
Fiestón!!! Vi una foto y estabas estupenda ^^
ResponderEliminarY regalazooooo, te voy a prestar nuestro Yeti de lego para que le tomes fotos allí xD
Muchas gracias Remorada!
EliminarEsa foto va a ser épica!!!! <3
Muas!