martes, 24 de noviembre de 2020

Lo que puedo, y lo que no puedo decirte


No puedo decir que fueses candidata a Perra del Siglo, porque aún guardo un nada grato recuerdo de todos los bichos que te cargaste en tu época dorada de cazadora de todoloquesemovía.
Tampoco puedo declarar que fueses la más sociable; sacarte a pasear cuando estabas sana y lozana era un deporte de riesgo, y me obligabas a buscar las horas más intempestivas para no cruzarme con ningún otro can del barrio (gracias, sordera y ceguera seniles, por facilitarnos las cosas).
Desde luego, nadie en su sano juicio puede aseverar que no fueses la más plasta del mundo a la hora de nuestras comidas, husmeando cualquier átomo de alimento que se nos cayese del plato, echándonos el aliento encima y cuando todo fallaba, rascándonos con la pata para pedir limosna.

Todo eso, Whity querida, no lo puedo decir.

Pero sí diré, ahora que ya no estás, que el silencio en casa cuando se queda vacía me parece abrumador. Que cada vez que entro y no te veo venir bamboleando las caderas para decir hola, se me escapan las lágrimas. Que no tenerte echada frente a la puerta de la cocina mientras ando entre fogones me llena de soledad (y además, he descubierto lo efectiva que eras lamiendo el suelo cuando me daba la vuelta para buscar algo, ahora me toca barrer cuando termino de guisar). Que echaré de menos tu pelo fino y dorado, aunque me tuviese frita encontrarlo hasta en los calcetines. Que has sido la mejor compañera para P, que por las mañanas nunca se iba sin sentarse a tu lado y susurrarte cosas bonitas al oído. 

Si te diré, Whity querida, que honraremos tu memoria, que fuiste buena y cariñosa, y que el amor que sentimos por ti, nos ha hecho mejores personas.