jueves, 30 de enero de 2014

Cualquier pasado cumba nos parece mejor


Yo no sé si fuera de mi territorio conocido se usa la palabra "cumba". Aquí la utilizamos para designar a los que van de campamento, cantan canciones alrededor de una hoguera y esas cosas (justamente la canción "Kumbayá" es la que origina el mote). Por extensión se asocia a los hippies, o más bien en nuestra época, neo-hippies. Pues sí, yo fui una neo-hippie. Iba con vestidos de flores, llevaba la melena larga, me apuntaba a alguna que otra excursión cumbayera y...tocaba la guitarra.

Siempre he querido tocar algún instrumento, básicamente piano o guitarra, pero supongo que lo deseaba de una forma un tanto vaga y platónica, porque no insistía mucho en tomar clases. Piano no teníamos, pero mi padre poseía una guitarra de su época venezolana y me prometió regalármela si le daba uso. Y ese momento llegó en la adolescencia. Al ver a mis amigos tocar me animé a aprender lo básico. Es un instrumento difícil de dominar, pero para tocar cuatro canciones en una cena, con poco ya te apañas. Eso sí, hay que renunciar al sentido del tacto en los dedos que pinzan las cuerdas, y andar con las uñitas cortas en una mano y larguitas en la otra. Un despropósito absoluto para servidora. Pero me gustaba avanzar y ser capaz de tocar más piezas. Hasta le pedí ayuda a un tío mío que es músico y tocamos alguna cosa a dúo...En algún momento de la carrera dejé aparcada la guitarra en mi habitación y luego pasó al altillo y nunca más se supo.
Hace unas semanas vinieron mis amigos a cenar, y uno de ellos, músico de profesión, me pidió la guitarra para amenizar la velada. Me animaron a tocar la canción que siempre interpretaba yo de jovencita, pero no hubiese sabido ni cómo coger el cacharro. Desde aquel día la guitarra merodea por mi casa. Va de la silla al sofá, de ahí al suelo, luego a la silla de nuevo...No la he guardado porque a Peque le hace gracia y me gusta que vaya desarrollando sus afinidades vitales.

Ayer estuvimos jugando toda la tarde. Que si plastilina, que si aparcamiento masivo de coches en la mesa, que si cargar de un lado a otro un montón de judías... (un día tengo que hablar de ellas, me han dado juego a base de bien). Llegó un punto en que yo era básicamente observadora de sus maniobras y mis ojos se fueron a posar a la guitarra. La cogí casi con timidez. "Venga, como era el sol...sí, así...y el fa...coñe, esta nota siempre me costaba, si es que vaya contorsionismo digital...". Y de pronto quise cantar. No tenía ni idea de dónde podían estar los cancioneros que tenía, pero busqué dónde creí que por lógica los debería haber guardado y allí los encontré (es lo que tiene ser ordenada, sirve a años vista). Busqué la canción y empecé a tocar. Bueno, empecé a intentarlo. Mecagoentodo...¡cómo duele pinzar las cuerdas! A todo esto Peque se había quedado idiotizado mirándome. Supongo que descubrió una nueva mami musical, ¡menudo hallazgo! En ese momento mostró su frustración por no tener instrumento para él y le fui a buscar una flauta dulce que guardo desde el cole. Y allí que nos animamos los dos. Yo tocando la guitarra y cantando y él con la flauta en modo "todos al tren". Reviví el subidón que proporciona cantar y tocar y encima lo compartí con Peque. Y con todos los vecinos, que debieron flipar con el escándalo vespertino. De repente me di cuenta de que se me había hecho tarde y el suelo estaba por cocinar, la cena por duchar y el niño por fregar (es lo que tienen las prisas, al final lo hice todo bien, no preocuparse).

Tengo el meñique convaleciente y me da pinchacitos cada vez que roza algo, pero me gustó volver a tocar. Hasta creo que lo voy a intentar de nuevo...

Está es la canción que ayer perpetré en mi casa. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Peque da fe.



                                                         




                                                     

martes, 28 de enero de 2014

Que no me quiten la siesta


No recuerdo en qué clarividente momento de mi vida descubrí lo maravilloso que es hacer una siesta. Sé que como todo niño que se precie pasé por una época infame en la que no le veía yo necesidad a dormir después de comer. Aún así puedo rescatar de mi memoria un día en el que me pareció algo útil. Era un fin de semana y mis padres, mi tía y mi abuela habían prometido llevarme al parque de atracciones por la tarde (creo que uno de los objetivos era asistir a un concierto de Juan Pardo en el auditorio que había entonces en el mismo parque...aún me acuerdo de su "Caballo de batalla", pero esa es otra historia). El tema es que a mí se me estaba haciendo eterno el momento de irnos y mi madre me convenció para echar una cabezadita con mi tía. Me dijo que dormida el tiempo pasaría más rápido y cuando me despertase ya sería hora de irnos. Me pareció un argumento convincente.

Pero la verdadera finalidad de la siesta, el deleite del sopor postpandrial, no lo descubrí hasta llegar a primero de carrera. Será que cuando uno se tiene que enfrentar al tocho de apuntes cualquier excusa es buena para eludir la responsabilidad, pero fue entonces cuando comencé a disfrutar de verdad de mis ratos de sueño durante el día. También es cierto que la casa en la que vivía con mis padres en aquella época invitaba al perfeccionamiento de la técnica de una manera traicionera. En el porche teníamos una hamaca de la época de mi padre en Venezuela, y justo a la hora en que acabábamos de comer en primavera y verano, el sol se filtraba entre los arbustos del jardín proyectando una semi-sombra cautivadora en la hamaca que te abducía como el canto de una sirena. Simplemente era inevitable.

Peque, al igual que el resto de cachorrillos animales, hasta ahora ha pasado gran parte de su vida durmiendo. De bebito era su tarea principal. Si había teta de por medio el amodorramiento estaba garantizado, más efectiva que un dardo narcotizante. Cuando dejó la teta el chupete nos ayudó mucho a seguir perpetuando la sana costumbre de la siesta. Se lo ponía en la boca y el hipnótico "chup-chup" lo llevaba de la manita a Morfeolandia. Pero, ahhh, amigo, el chupete se acabó en noviembre, y tal y como me vaticinaban algunas mamis sabias, esto de la siesta cada vez cuesta más. Si están sus hermanos en casa es imposible, él se quiere quedar jugando. Como está entretenido y feliz, no hay problema, los que se van a la piltra son Mr. X y la menda, pero temo el día en que sus ganas de jarana y esparcimiento hagan que incluso sin hermanos de por medio él desee permanecer insomne...



PS: Lo que tiene internet...he podido encontrar en qué año actuó Juan Pardo en mi city. Así que le pongo fecha a la anécdota, era 1987, yo tenía diez años. Si vais al link, imaginad una cándida Mo sentada en alguna grada esperando a que la llevasen a cualquier atracción algo más adrenalínica. 




jueves, 23 de enero de 2014

Tiempo


Tengo un llavero "kitsch". Creo que alguna vez lo he dicho. De él pende un marco de metacrilato con una foto de Peque. Durante mucho tiempo, miraba a Peque y miraba la foto y las diferencias eran ínfimas. Mismos mofletes gorditos, mismos ojos risueños, misma boquita de bebé. Pero hoy, al usar las llaves para abrir la puerta del curro, me he dado cuenta de que poco queda de ese bebote de un añito y algo. Lo sé, lo sé...el típico discurso materno sobre el paso del tiempo y blablabla.

Sí, supongo que es mucho de eso y mucho también sobre el tiempo en sí, así, como cuestión genérica. De pequeña escribí más de un cuento sobre viajes en el tiempo. Es un tema que me fascinaba y sigue haciéndolo. Y es que parece que estos días es mi tema number one en el cabolo: tiempo parriba, tiempo pabajo.

El finde estaba organizando papeles (una de mis aficiones top-ten, organizar cosas, qué delirio...) y encontré unas cartas de amor que me había escrito Mr. X en el origen de los tiempos. Qué tierno, qué enamoraditos, qué precioso todo...Y es una sensación extraña. Te reconoces en las frases y sentimientos, y a la vez notas todo lo que difiere de aquel ayer. Sin ir más lejos, la existencia de Peque, que entonces aún dudaba que un día pudiese materializarse.

Esta semana hemos puesto en marcha la maquinaria bodil, lo que viene siendo ir al Registro Civil para rellenar la solicitud de matrimonio. Yo pensaba que la visita en cuestión me daría material del bueno para el blog con aventuras de mil contratiempos, papeles que faltaban, y esas cosas. Pero no, todo fue rodado. A ver, colas hicimos, para qué nos vamos a engañar, pero dentro de lo que cabe fue más que soportable. Y quiero romper una lanza a favor de la pobre figura del funcionario, que suele tener una fama tirando a chunga. Todo el personal que nos atendió fue competente y además encantador. Que no es fácil cuando tienes por delante doscientos clientes por atender (sin exagerar). Mi momento "tiempo" vino al recoger nuestros certificados de nacimiento. Ver la firma de nuestros padres, que ya no están, retrotraerse a ese hito en sus vidas (y en las nuestras, claro). Fue algo mágico. Levemente melancólico, pero mágico.

Y para acabar, me estoy leyendo la novela "22/11/63" de Stephen King. Cómo no, trata de un viajero en el tiempo. Que además va y viene unas cuantas veces para pillarle el tranquillo al tema. Me gusta mucho como escribe este hombre. Mi madre era fan de su género de terror. A mí me mola más en la vertiente fantástica o de ciencia ficción. Sea como sea, cuando empiezo un libro suyo lo devoro. Y en esas estamos, poniéndome cada día en la piel de Jake Epping y preguntándome, como ya hacía de niña y adolescente, a qué momento de la historia de la humanidad viajaría si eso fuese posible.

Tiempo al tiempo.




jueves, 16 de enero de 2014

Laureles con preguntas y una breve disertación sobre Freud


Hoy vengo a agradecer a dos blogueras que hayan pensado en moi para la repartición de unos suculentos premios. Son premios que ya me habían pasado, pero como han diseñado preguntas nuevas para cada uno de ellos (¿he dicho ya alguna vez lo que me pirra contestar preguntas?), aquí estoy yo dispuesta a contestarlas.

El premio Conóceme me lo concede Mamiprimi (del blog del mismo nombre).

                     


¡Muchas gracias Mamiprimi! Aquí están sus preguntas y mis respuestas:

1. ¿Por qué escribes en un blog?

Porque escribir siempre ha sido una necesidad primaria para mí y porque me apetecía mucho compartir lo que sale de mis neuronas.

2. ¿Por qué lo titulaste así?

Porque el título original (Madre del amor hermoso) estaba pillado.

3. ¿Cuáles son los temas sobre los que más te llama la atención escribir?

Obviamente Peque es el más recurrente, pero cualquier anécdota de la vida diaria me vale.

4. ¿Eres más de foto o de escrito?

Escrito.

5. ¿Escribes sobre lo que sientes o sobre lo que vives y te preocupa?

Un poco de todo.

6. ¿Qué ha supuesto para ti la maternidad/paternidad?, ¿qué esperas de ella?

Ha supuesto una revolución a muchos niveles (por ejemplo, ¡me animó a escribir un blog!). Lo que espero es seguir disfrutándola.

7. ¿Cómo crees que se vive la maternidad/paternidad en España?

Si hablamos del enfoque del gobierno (permisos, ayudas, facilidades…) muy, pero que muy mal.

8. Defínete en 5 palabras.

Curiosa, moderadamente tímida, amorosa, amigable y a ratos un poco payasa (la versión con defectos la dejamos para otro día).

9. ¿Sabe la gente de tu entorno que escribes un blog?

Sólo algunas personas.

10. ¿Sobre qué te gustaría escribir?

No tengo temas pendientes, creo.

11.¿Qué le pides al nuevo año?

Salud y amor. Vale, y que no falte el dinero.


Por su parte, Marieta de Descubriendo un nuevo mundo me ha pasado los premios Lovely blog y Conóceme juntitos.

                               


¡Muchas gracias hermosa! Ahí van las respuestas a tus preguntas:

1- ¿Porqué te hiciste un blog?

Lo he contestado un poquito más arriba.

2- ¿A dónde queréis llegar con él? o ¿qué queréis conseguir?

Disfrutar como lo he hecho hasta ahora y tener un diario completito de estos años de mi vida.

3- ¿De dónde eres y a dónde vas?

Soy de una hermosa ciudad mediterránea y en cinco minutos me voy a comer. ¡Ñam!

4.Cuéntanos algo de tu pueblo o ciudad.

Mmmm...Me vienen millones de flashes a la mente, muy parecido a lo que se ve aquí (un video altamente recomendable, por cierto), pero por concretar, diré que dentro de un mes y medio más o menos disfrutaremos de una fiesta local a la que le tengo especial cariño, Sant Medir, y que para celebrarlo, por las calles del barrio donde trabajo se pasearán carros con caballos desde los que lloverán caramelos.

5- ¿Eres de playa o de montaña?

Playa. Siempre.

6- ¿Tus prioridades en la vida?

Los míos y su bienestar.

7- ¿Eres feliz?

Sí.

8- ¿Qué cambiarías en tu vida?

Otro horario de curro sería lo primero.

9- ¿Te gusta la ciudad/pueblo/lugar donde vives?

Sí, mucho.

10- ¿Qué recuerdos te traen el verano de cuando eras peque?

Sesiones vespertinas de cine con mi abuela.

11- ¿Dejas a tus hijos/sobrinos/nietos hacer lo que no te dejaban hacer tus padres cuando eras peque?

Definitivamente sí. Y además con premeditación y alevosía.




Vayamos ahora a por la segunda parte.

Hace unas noches, al acompañar a Peque a dormir, después del cuento y mientras iba conciliando el sueño cogido de mi mano, no sé por qué razón le expliqué algún detalle de la boda. Noté sin verlo que estaba muy pendiente de mis palabras y me preguntó:

-"Mami…¿y quién se va a casar?".

Le contesté que su papi y la menda y no tuve duda de lo que iba a salir por su boca…

-"Pero mami…yo me quiero casar contigo".

Le expliqué que uno, si le apetece, se casa con su pareja cuando es mayor, y que Mr. X y yo somos pareja, en cambio él es nuestro hijo, blablabla…Como si oyera llover añadió (levantándose de la cama y gesticulando con efusividad):

-"Tengo una idea. Yooo…cuando sea mayoooor, pues me casaré contigo, ¿vale? ¿A que es una idea genial?".

Mecagoen Freud y su puñetero complejo de Edipo. Que sí, que me hizo gracia el tema por la ternura que desprendía y esas cosas, pero espero que no se instale ese plan en su cabecita o me lo veo en plena ceremonia montando el pollo padre porque él quiere ser el prota. Intenté reconducir el asunto explicándole que algún día él encontraría una persona que le gustaría mucho y que a lo mejor se querría casar con ella. Y que cuando estuviesen juntos y contentos seguramente tendrían bebés y yo se los cuidaría a ratitos (que no falte el proselitismo en pro de mi futura abuelidad, hay que ir labrando el camino).

Esta noche pasada Peque ha vuelto a las andadas. Que se quiere casar conmigo. Lo dicho, mecagoen Freud.




lunes, 13 de enero de 2014

¿Antes o después?

Peque se está ganando a pulso el sobrenombre de "enanito gruñón". Se pasa la mitad del día refunfuñando y la otra mitad enfadándose porque no le sale algo, o porque no lo has ayudado como te pedía, o porque en la radio suena una canción que no me mola. Gruñón a tope vamos. Como ya insinuaba por aquí, echo de menos las rabietas de los terribles dos, porque las de los tres (tal y como me vaticinaba mi amiga Carmen) no tienen nada que envidiar a las del año pasado, y me huelo que las de los cuatro van a mejorar lo presente con creces.

Según el acopio de paciencia y/o energía zen del momento, una es capaz hasta de plantar una sonrisa a la situación, pero no voy a negar que algún momento "mala madre" voy coleccionando (lo digo sin -demasiada- auto-flagelación incluida...son las cosas de la maternidad, parece que lo voy aprendiendo).

El caso es que últimamente me he dado cuenta de que me veo a menudo en la tesitura de tener que elegir si la rabieta la quiero antes o después, porque si la cosa no sale como Peque desea, haberla, la habrá, es un hecho. Sirva la siguiente anécdota de constructivo ejemplo. Ayer por la noche volvíamos tarde a casa después de haber pasado el fin de semana con mi padre. Peque no tenía ni un ápice de sueño gracias a las dos horas y pico de siesta tardía. En el coche inició una operación de camelo paterno con el objetivo de convencer a Mr. X para que le montase el tren de madera al llegar a casa. Si nos hubiésemos negado en ese momento explicándole pertinentemente que a esas horas tocaba dormir, que mañana había cole, blablabla...el pollo nos lo hubiese montado en el coche, cosa que yo casi prefería, pero Mr. X se decantó por una maniobra de elevado riesgo prometiéndole que vale, que se lo montaría. Uno prueba con este método con la vana ilusión de que más tarde el individuo en cuestión se haya olvidado de su solicitud, peeero...(aquí llega el inevitable "pero"), Peque tiene una memoria prodigiosa. No perdona una. No hay escapatoria. Si le prometes algo, lo has de cumplir, y sino tendrás que comerte la rabieta del "después", que suele tener más enjundia porque se suma al cabreo de la negación el frustre del "tú me lo habías prometidooooo".

Así pues, dado que al llegar a casa ni Mr. X ni yo teníamos energía zen en la reserva para afrontar una rabieta nueve sobre diez en la escala de Richter, no hubo otra alternativa, y el tren fue montado. Esa rabieta nos la ahorramos, pero Peque siempre tiene alguna de sobras por si acaso y antes de caer en brazos de Morfeo nos la obsequió gustosamente.


Moraleja: ¡paciencia!




miércoles, 8 de enero de 2014

Hechos post-navideños


Sin más preámbulos, estos son los hechos:

-Después de la Navidad llega la época del año (climatológicamente hablando) con la que más me cuesta lidiar. Estamos en pleno invierno y hay que madrugar cada día para la rutina cole-curro-comida-cole-curro-cena. He mirado mi calendario buscando los próximos días marcados en rojo que indiquen un festivo y me he deprimido.

-Los excesos de las fiestas recién pasadas han sido más desmesurados que nunca. No me cabe la ropa. He sufrido resaca a días alternos. Por mucho que he vaciado, se ha vuelto a llenar todo de juguetes y ahora convivo en el salón con un tren XL "Made in China" que hace un ruido perverso. Pronto va a sufrir un accidente, lo estoy viendo...

-He hecho una lista de todas las cosas que tengo pendientes de organizar para la boda y desde entonces repito como un mantra "no estoy estresada-no estoy estresada-no estoy estresada". De momento no me funciona.

-Inesperadamente este va a ser el año en el que aprenda a hacer media. Mi suegra nos regaló a cada fémina del clan un set de agujas y ovillo para que nos picara el gusanillo del tricotado, y yo ya estoy deseando empezar. Como me vicie tanto como lo hice en su día con el ganchillo, voy a tener la casa forrada de bufandas.

-Formo parte del selecto club de mujeres que pueden decir que tienen buena relación con su suegra. Este año me ha hecho un regalo que me ha dejado sin palabras y con el rímel esparcido por toda la cara de la llantera que me cogió. Empieza por "vestido" y acaba por "de novia".

-Yo pensaba que en casa la que dominaba las letras era la menda. Después de las épicas palizas que Mr. X me está metiendo con el Apalabrados comienzo a tener una severa crisis de fe.

-Peque está creciendo por momentos. Llevamos tres días sin pañal de noche porque él así nos lo ha pedido. Sin fugas. Bye bye chupete, bye bye pañales...Dentro de nada me va a pedir pasta para irse de marcha.

-Ya noto como se van alargando los días. ¡Bien!



Y hasta aquí, los hechos post-navideños más destacables. ¡Feliz miércoles!




jueves, 2 de enero de 2014

Una declaración de intenciones


Dos de la madrugada del uno de enero de 2014.

Acabamos de llegar a casa después de celebrar con la familia el estreno del nuevo año. Peque ha tenido unos cuantos momentos Mr. Hyde, aunque ahora parece que el cansancio lo tiene aletargado (bueno, seamos sinceros, los "terribles dos" sólo son un dulce prolegómeno de los "horripilantes tres", pero hay que ser optimista y pensar que no habrá unos "espeluznantes cuatro" o nuestro acopio de energía zen se va a ir al garete).

Los hermanos de Peque se van en procesión a la piltra con los ojos casi cerrados y nosotros nos preparamos para seguir sus pasos. Mientras me desvisto y mi churumbel hace el cafre por el suelo, Mr. X da rienda suelta a sus necesidades intestinales básicas y desaloja unos cuantos gases acumulados durante la cena (mira que es malo esto de comportarse cívicamente y aguantarse las ventosidades...).

En estas, Peque se levanta del suelo, crispa los puñitos apretando los brazos contra el cuerpo, y con las yugulares ingurgitadas de sangre (ups, me sale la palabrería veterinaria) y un berrido indignado reclama a su padre:

-"¡¡¡¡No quiero vivir en esta casa porque todo el mundo se tira pedooooooosssss!!!!".

Mr. X y yo nos miramos, miramos a Peque (que está pataleando preso de una irritación antológica) y comenzamos a descojonarnos sin ningún tipo de consideración hacia nuestro pequeño energúmeno.

Me temo, querido Peque, que lo de vivir en un hogar libre de pedos lo llevas claro. Empezando por ti majete.