Para los profanos en la materia un ATV es Auxiliar Técnico Veterinario.
No, mi jefa no ha contratado un mozalbete guapetón para que me eche una mano (o las que haga falta) en mi curro. Lo he parido yo.
Antes se sabía que había llegado el verano porque la Obregón salía en bikini. Cuando dejó de hacerlo, sólo con notar el calorcillo ambiental ya me percataba de su aparición sin necesidad del espectáculo de la bióloga -lista que es una-. Hoy en día sé que ha hecho comparecencia mi época preferida del año porque mi hijo tiene tres meses de vacaciones, yo uno y muchos días no tengo plan para él, ergo, me lo llevo al curro. Para posado estival el que se marca Peque con el felino de turno (anda que no le molan los gatos, si el padre no fuese alérgico ya teníamos una colonia en casa...).
Pero además de jugar con los animales que tienen a bien pasar por mi consulta, Peque ha decidido motu propio ser mi ayudante. Sin ir más lejos, hace dos días, mientras yo le sacaba sangre a un maltés algo pocho, Peque se acercó a observar la escena. Cuando acabé me di cuenta de que me había dejado los tubitos en otra mesa y le pedí a mi niño que me los acercase. Ya puestos, le expliqué que uno de los tubitos que había rellenado se debía girar suavemente y él se concentró en la tarea.
Peque: ¿Y por qué este tubito se ha de mover?
Yo: Para que se mezcle con una sustancia que lleva dentro y no se coagule la sangre.
Peque: ¿Qué cosa lleva dentro?
Yo: Una cosa que se llama EDTA (si le digo ácido etilendiaminotetraacético lo dejo frito allí mismo...).
Peque: ¿Y qué es cogularse?
Aquí empezó mi breve disertación sobre las analíticas, las coagulaciones y las diferentes líneas celulares que pueblan nuestra sangre, de lo cual no sé si pilló algo, porque ánimo de emular a Érase una vez el cuerpo humano hubo, pero a saber si logré transmitirle la información. Justo estos días leía un post de Caminem plegats que versaba sobre los mismos asuntos.
De pronto me di cuenta de cómo se está forjando su infancia. Si la mía estuvo rodeada de frascos de pintura, pinceles y los dulces que horneaba mi padre, la suya transcurre de la mano de bichos de lo más variados e instrumental médico diverso. A él no le asusta ver sangre o heridas, se acerca con la misma tranquilidad a un perro y a una pogona y no le extraña que sus padres se pongan a fotografiar insectos cada vez que uno se cruza en su camino. Sólo el tiempo dirá si esta influencia determina su futuro o se queda en un pintoresco pasado que relatar a sus amigos. Pero sea como sea estamos pintando sus recuerdos, y cuando uno se da cuenta de lo grande que es eso para cualquier persona se pregunta si lo estará haciendo bien.
Pasando al monotema (AKA La Boda), parece que todos los asuntos pendientes se encarrilan a buen ritmo para mi paz mental. Hace unos días tuvimos una estupenda sobremesa con la familia de Mr. X y otras personas implicadas en el casorio determinando el timing del evento y quién sería responsable de cada cosa. Fue uno de esos momentos mágicos que quedará grabado en mi memoria. Tanto por lo agradable de la reunión, llena de risas, ideas y el cosquilleo de la anticipación, como por lo estéticamente bello del instante. Nos bañaba el sol de la tarde, el jardín que nos servía de escenario estaba pletórico de flores, y la temperatura era inmejorable. Y me gustó recrear cada minuto de ese día que cada vez está más cerca... Eso sí, aquí pringa todo el mundo, menos mal que lo hacen con alegría, es lo que tiene montar un sarao de estas dimensiones sin recurrir a empresas especializadas...
Y así, poco a poco, como un buen puchero, se va cocinando nuestra boda Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como.