lunes, 8 de noviembre de 2021

La madrastra de Kurt Cobain


En realidad, no tengo ni idea de si Cobain tuvo madrastra o no, pero me sirve de punto de partida para volver a pasarme por aquí. Que lo otro sería dejar el blog sin más entradas y Santas Pascuas, que decía mi abuela. Pero a mí me da un nosequé no publicar más. Tampoco escribo para retomar el hilo y volver a la blogosfera (si es que aún existe). Escribo porque lo echo de menos, porque ha pasado casi un año desde la última vez que redacté una entrada, y porque si queda algún lector, lectora, lectore, que me siguiese, me apetece dar señales de vida.

Me he pasado los últimos meses estudiando y actualizándome al máximo de lo mío porque, cosas de la vida, en dos semanas (hace un trimestre que digo “en dos semanas”), abriré mi propia clínica veterinaria. Cualquier emprendedor/empresario sabe lo que eso significa en tema de permisos, obras, y otros miles de decisiones importantes a tomar. Mr. X me ha dado alas, empuje y fe en mí misma para liarme la manta a la cabeza. Yo soy más bien de naturaleza medrosa. Y en relación a lo que leía hoy en el newsletter de Amaya Ascunce, algo del síndrome de la impostora también hay (gracias, Amaya, porque siempre que te leo aprendo y me recuerdas por qué me gusta escribir).

Me he hecho un tatuaje, o más bien me lo ha hecho la hije de Mr. X. Otra novedad de la vida: ahora tengo una hijastre y me he metido de lleno en el mundo queer (estoy aprendiendo, me cuesta interiorizar conceptos, pero lo hacemos, Mr. X y servidora, lo mejor que podemos). También tengo un hijastro rockstar, de ahí viene lo de Kurt Cobain, aunque el retoño de Mr. X solo comparte con Kurt algunas influencias musicales, en todo lo demás es otro tipo de rockstar. Mi otra hijastra ha terminado la carrera, va por su segundo master y cada vez tenemos más y más en común. Soy una madrastra afortunada.

Y por supuesto, sigo ejerciendo mi maternidad con P en medio de una adolescencia galopante, para lo bueno y para lo malo. En cualquier caso, me siento menos dueña de nuestras historias para compartirlas por estos lares. Mi visión de lo que es ser madre ha evolucionado mucho desde la primera vez que publiqué aquí una entrada. Menos naif, más real, más consciente, no solo de mi realidad, sino de la de todas las mujeres con las que comparto (o no) este camino. Quizás, es solo que cumplir años añade perspectiva a la existencia y a la forma en la que vemos y nos relacionamos con lo que nos rodea. Y también añade canas. Aunque he descubierto que me resisto a teñirlas. Yo, que cuando empezaron a aparecer las arrancaba sin piedad (ahora me quedaría medio calva). Aceptar el envejecimiento es un temazo, como decimos con mis amigas. Me gustaría afirmar que lo llevo divinamente, pero me conformaré con decir que estoy en ello.

En fin, que la vida es intensa, que trato de tener un conocimiento más franco de mí misma para mejorar mi relación con los demás, y aún y así me descubro buscando excusas para mis defectos.

No sé si el recorrido de este blog acabará aquí, o me dará por volver a publicar, pero sea como sea, ha sido un placer.