Estoy esperando el autobús. La marquesina está inundada de abundante luz invernal, pero a duras penas contrarresta el frío polar que ha congelado cada uno de los dedos de mis pies (especialmente el de en medio, que a saber por qué extraña razón siempre es el último en entrar en calor). Envío un mensaje a los niños, que están solos en casa -horror- para avisarles de que en nada llego para preparar la comida. Dicen que todo está bajo control. Mejor les creo.
Vuelvo a la marquesina, a mis falanges tiritonas y al sol que sólo calienta mi cara. De verdad que me cuesta encontrarle la gracia al invierno.
Sin proponérmelo empiezo a pensar en el año que se acaba y en el que va a comenzar. No soy de balances. Quizás porque un año solar me parece un período de tiempo arbitrario para hacer cómputo de vivencias. Quizás porque me preocupa lo que pueda ocurrir en el 2015 (aunque estoy consiguiendo aparcar angustias y exprimir el ahora). Quizás porque prefiero vivir sin objetivos que cumplir. Vale, esto último no me lo creo ni yo (véase mi manía de hacer listas de todo lo que quiero leer, ver o experimentar).
Al 2015 le pediría unas cuantas cosas, pero me temo que la mayoría no dependen de mí. En momentos como los actuales siempre me viene a la mente la Oración de la Serenidad. No he sido criada bajo ningún credo, pero religiones aparte, esta plegaria siempre me ha parecido inspiradora y la clave para lidiar con gran parte de los conflictos vitales por los que tenemos que pasar. En un orden más superficial de cosas, tampoco depende de mí que me toque la lotería y por fin pueda tener mi ático con mega patio, así que de momento me limitaré a lo que sí puedo cambiar. Para el año que viene me propongo ser mejor madre para Peque. No voy a decir que me considere una progenitora nefasta porque ya intento currarme mi ente maternal todo lo que puedo y ofrecer a mi churumbel oportunidades varias de disfrute y regocijo, pero reconozco que estas últimas semanas tengo momentos de cero paciencia y malas maneras. Por supuesto, tras una rabieta y mi mala reacción, acude rauda y veloz la la Sra. Culpabilidad sin ser invitada. Ésa que sólo contribuye a empeorar mi malestar y que yo creía controlada. Ahhh amiga, de control nanay. A la que te despistas se desmelena todo. Cierto es que no me ha tocado el niño más tranquilo, dócil y sosegado del universo, pero la adulta soy yo, y no hay vuelta de hoja. Y oye, el crío tiene sus bemoles, pero pocos hay que sean tan cariñosos, besucones y tiernos con su señora madre.
Joder, mira que hace frío, a ver si llega ya el díscolo autobús (es por no decir puto, que en una entrada de propósitos añonueviles queda feo). Por fin, ahí llega. Subo al bus y una anciana empieza a despotricar a troche y moche porque la gente no circula. Pero a ver, alma cándida, esto está petao, tengo la maletita del colega de al lado más metida en el culo que el tanga, un poquito de por favor (que conste que soy una persona considerada y respetuosa con mis mayores... pero cuando estos no demuestran ser merecedores de mi cortesía y encima van de "que-mal-está-la-juventud" me entran los siete males -y me acuerdo de una cínica poesía que una amiga les escribió a las "simpáticas viejecitas del carrito que pululan por el mercado"-). Bueno, bueno, bueno... ¿Dónde está mi espíritu navideño? Me parece que voy a tener que pulir mis propósitos e incluir una sección para los viejetes cascarrabias.
¿Por dónde iba? Ah sí... Mi lista de pendientes para el 2015. Venga, me pido sacarle provecho a mi cámara nueva y conseguir fotos molonas; llevar a Peque a patinar sobre hielo, que ya me vale no haberlo hecho aún; ensayar toooooooodas las recetas de galletas que le he copiado a mi paterno de su libro secreto y demostrarle que me salen tan bien como a él; reír más (siempre se puede reír más); no ser tan sargento con el orden (bah, eso es imposible, descartado); sentarme mejor (si me despisto acabo hecha un ocho en la silla); conseguir un minutito de meditación a la semana (si pido más me rajo fijo); ver las pelis de mi lista/leer los libros de mi lista/hacer las actividades materno-filiales de mi lista; no hacer tantas listas; buscar más momentos de solaz parejil con Mr. X (no hablo sólo de eso que estáis pensando, mentes lascivas... pero también, jeje); montar más cenas/salidas/excusas-para-quedar con mis amiguitos y partirnos de la risa con nuestras paridas. Ya paro, que esto no tiene fin. Y a ver, en el fondo no es tan complicado, sólo se trata de amar cada día que pasa y no dejar que se me escape sin haberlo aprovechado.
¡Mi parada!
Que el 2015 sea buen chico y os traiga todo lo que deseáis. Mil gracias por pasaros por aquí, a todos y cada uno de vosotros.
¡Feliz Año Nuevo!