martes, 27 de marzo de 2012

Una imagen y algunas palabras



La foto que encabeza este post forma parte de un premio que me ha concedido Laura, de Mi mamá me canta. ¿Verdad que es preciosa? ¡Gracias Laura por pensar en mí! Respecto a las preguntas, me llegaron con otro premio y las contesté en esta otra entrada, así que esta vez aquí queda la cosa, porque ya repartí mis preguntitas por la blogosfera...

Siguiendo el título del post, os transcribo algo que leí el otro día. Por lo visto le preguntaron al Dalai Lama qué era lo que más le sorprendía del hombre occidental y contestó: "Lo que más me sorprende es que pierden la salud para ganar dinero, después pierden el dinero para recuperar la salud; y por pensar ansiosamente en el futuro no disfrutan el presente, por lo que no viven ni el presente ni el futuro; y viven como si no tuviesen que morir nunca...y mueren como si nunca hubieran vivido". Os voy a ser sincera, lo leí en el muro de un contacto de Facebook. Es lo típico que a veces te llega en forma de correo electrónico (es decir, powerpoint de fotos alucinantes de amaneceres en rincones exóticos del planeta con una musiquilla zen que pretende aportar un rato de meditación trascendental en la oficina, con lo que lo ves, te quedas pensando medio minuto, asientes con la cabeza mientras elucubras "qué gran verdad", borras el mensaje y te olvidas de él al minuto siguiente). No suelo reenviar estos correos, ni suelo comentar o compartir estos contenidos en mi cuenta de FB. Pero en este caso, el día que lo leí me tocó la fibra. En medio de mi tormenta mental sobre el trabajo no pude más que darle la razón al Lama (o a quién lo haya dicho, vete tú a saber). Claro que él es un Lama, medio iluminado o iluminado del todo, no lo tengo claro, y mi sabiduría es más de barrio...faltaría más que no le diese la razón al pobre hombre. Así que he decidido que se acabó. Aún no sé nada del otro curro. A veces pienso que ojalá no me cojan, otras creo que sería bueno para aprender más, después razono que lo que debería hacer es estudiar algo diferente, y más tarde me sorprendo valorando qué tal se me daría trabajar de pastelera. Vamos, que me he repasado toda la lista de opciones veinte veces, y sigo sin ver la luz. Pos ya me cansao. Voy a disfrutar mi presente, mis días llenos de luz, el mes de abril que me enamora, mi Peque parlanchín, mi churri, mis amigos y mi vida en general.

Hasta el próximo chaparrón mental...que me conozco!

viernes, 23 de marzo de 2012

Codooo

Hoy, una entrada cortita sobre algo que me parece muy curioso. Mi Peque tiene una extraña fijación: el codo.

Creo que todo empezó cuando le daba el pecho. Al mamar, mientras succionaba de una tetilla, con la mano libre iba sobándome el otro pezón. Al principio me hacía gracia, pero a veces, con la emoción del momento acababa estrujándomelo tanto que yo veía las estrellas...En algún momento del proceso decidió intercambiar el pezón por el codo del brazo con el que lo rodeaba. Si vas a mirar, el pellejillo codil puede pasar por una especie de pezón.

El caso es que cuando dejó de mamar, siguió necesitando el codo para dormir. Unos tienen un peluche, otros una mantita...Peque quiere su codito.

Confieso que cuando lo llevé a la escola bressol me preocupaba un poco el tema. Porque una cosa es en casa, pero allí...no sabía yo como iba a llevar lo del sueño. En la reunión de principio de curso con su maestra le expliqué la peculiaridad de Peque y le pareció muy gracioso. Me gustó que me preguntase si yo lo dormía en brazos para hacer ella lo mismo. Y la adaptación fue fantástica, no tuvo ningún problema. Al principio lo dormían en brazos, ahora se sienta la maestra a su lado, le pone el codo cerquita, y él lo sobetea hasta quedarse frito.

En casa seguimos la misma rutina. Cuando lo pongo a dormir, me estiro a su lado y él dice: "Codoooo, non non". Codo al canto, magreo, y zzzzzzzz....

Eso sí, si por la noche se despierta (cosa que aún le ocurre una o dos veces por noche), se pone a llorar y pide su "pete" y su codo, con lo que yo tengo que ponerme en plan contorsionista para ofrecerle esa parte de mi cuerpo.

¿Algún otro aficionado a esta articulación en la sala?



¡Buen finde!

jueves, 22 de marzo de 2012

Nuevo look y un dilema

Antes de nada, quiero agradecer a Sarai Llamas el diseño que me ha hecho para el blog. Desde que vi como había quedado el de Unaterapeutatemprana iba con la idea de pedirle que diseñase mi banner. Y al final me decidí. Ahora sólo queda que a todos os guste tanto como a mí!

Ahora vamos al lío...Hoy estoy gris, como el día. Además tengo la regla, y eso siempre añade un poso de tristeza y melancolía a mi estado de ánimo. Pero es que encima tengo que decidir algo importante, y no acabo de ver para dónde tirar.
Hace unos días os explicaba aquí que había visto una oferta de trabajo que podía ser interesante. Finalmente me llamaron para hacer la entrevista, que fue ayer. Se trata de una clínica pequeñita, pero bien situada, con bastantes medios, donde sin duda podría aprender bastante. Hoy en día trabajo en una mini consulta de barrio, con cero medios, donde practico medicina de supervivencia...Si no he buscado otras cosas es porque en general la profesión está mal pagada y con unos horarios infernales, así que para eso, siempre he preferido quedarme donde estoy. El tema es que en este sitio me ofrecen una substitución de casi un año trabajando algo menos de media jornada con un sueldo muy razonable. Y el punto interesante es que quizás habría opción de quedarme, pero sólo quizás. Yo creo que la entrevista salió bien y que estoy dentro de las candidatas que le gustan más al jefe (ojo al dato, ha recibido 100 curriculums...). Ahora tengo que hablar con mi jefa actual (a la que ya le había dicho que iba a la entrevista) para ver si ella puede reducirme jornada y compaginar los dos trabajos, cosa que le interesa porque con la crisis nos ha bajado muchísimo el número de visitas. Problema: si hago eso, durante todo este año no tendré ni una sola tarde libre para estar con Peque. Y trabajaré un sábado de cada dos. Ya sé que siendo veterinaria le pido peras al olmo, y buscar un trabajo bien pagado que me permita conciliar -un poquito- es imposible, pero yo sigo en esas. Lo hablé con Mr. X, y él por una parte entiende que yo desee pasar tiempo con nuestro hijo, pero por otra cree que es una oportunidad que no debo desaprovechar. Así que éste es mi dilema. Es cierto que aún queda que mi jefa acepte y luego que el otro veterinario me contrate, pero la verdad es que lo veo todo bastante factible, así que me toca decidir a mí.

A todo esto, yo sigo buscando alternativas que me permitan ganarme algo la vida y cuidar a mi hijo. La última que me rondaba la cabeza es apuntarme al IOC (Institut Obert de Catalunya) para cursar a distancia la titulación de Técnico en Educación Infantil. Bueno, en el fondo sé que no lo haré, porque ya me veo mayorcita para eso, porque no sé de dónde sacar tiempo para estudiar y porque me da que el panorama laboral que tendría sería igual de chungo que el que tengo ahora, con la salvedad de que por la tarde podría estar más tiempo con Peque.

En fin, que tengo la cabeza que echa humo y el corazón encogido. Me duele pensar en la dichosa conciliación. Me viene constantemente a la mente este post de Mà a mà, pell a pell, cor amb cor.

Por cierto, durante la entrevista me hicieron la pregunta del millón: "¿Piensas tener más hijos?". Sé que hay muchas mujeres que se indignan cuando les preguntan eso. A mí no me indigna tanto que ese hombre me lo preguntase como lo que le lleva a preguntármelo. Si el gobierno diese verdaderas ayudas a los empresarios, a estos no les importaría que sus empleadas tuviesen los hijos que quisiesen. Está todo montado con el culo.

Seguiré pensando.


PS: Iba a publicar la entrada cuando un cliente ha llamado a la puerta. Es un señor mayor que conozco hace años. Me ha traído una caja de bombones y dos juguetes para mi Peque como agradecimiento por una visita que le hice a su gata. Detalles así le alegran a una el día...

martes, 20 de marzo de 2012

Ciclos

Lo que llevo de mañana está resultando tremendamente estimulante. A primera hora he podido disfrutar de las risas (y también algún lloro) de mi Peque, que hoy está especialmente hermoso. Hay días en los que uno se siente lúcido, que ve las cosas como son, que las siente de una forma tan completa como abrumadora. Y darme cuenta de lo mucho que quiero a mi pequeño amor es una de esas experiencias.

Lo he dejado en la escuela, feliz y saltarín entre sus compañeros, sin tenerme en cuenta a mí, que lo miraba sonriente desde el quicio de la puerta tratando de lanzarle un beso que no ha llegado a su puerto. Tanto da, cuando vaya a buscarle le daré ése y otros cuantos millones de besos más.

Esperaba un día lluvioso, pero el cielo está muy azul, y la temperatura, fresquita, es la ideal para excitar los sentidos.

Libro en mano me he venido caminando hasta el trabajo. Al cruzar una calle una chica ha pasado por mi lado dejando un cúmulo de fragancias que me has transportado directamente, sin pedir permiso, a una terraza de la Eixample, de hace unos quince años. He reconocido la escena de inmediato. Estaba yo, vestida de negro, con la mirada enamorada, observando al chico de pelo rizado que poco después me rompería el corazón, fumando un cigarrillo y tomando un refresco a las siete de la mañana, después de pasarnos la noche pateando la ciudad y desgranando nuestra existencia. Por un instante no ha sido un recuerdo, sino una vivencia. He sabido lo que pensaba entonces, lo que soñaba, lo que deseaba…y de pronto la ilusión se ha desvanecido.

He vuelto a la lectura: “Tres sombreros de copa”, de Miguel Mihura. Es una de esas obras que probablemente no hubiese ido a buscar, pero una amiga me lo regaló porque le habían dado buenas referencias. Estos últimos años he descubierto así, de forma un tanto casual, libros maravillosos, ampliando mis horizontes infinitamente (me viene a la mente “Los renglones torcidos de Dios” de Torcuato Luca de Tena; por el título no me habría imaginado nunca la temática, me tocó en un concurso y os ruego que si cae en vuestras manos lo leáis, es apasionante). Bueno, pues así andaba yo, enfrascada en mi librito. De hecho, la obra en sí la acabé ayer, pero como tiene una unidad didáctica que explica la época en la que trabajó el autor, las claves innovadoras de la pieza, etc., he podido sacarle mucho más jugo. Y en ese análisis se han nombrado autores, editoriales y revistas que yo había oído mencionar en casa en mi niñez. Mi abuelo fue pintor y dibujante de historietas en los años cincuenta-sesenta, y en casa siempre salían a la conversación anécdotas de escritores e intelectuales de la época. Y me he dado cuenta (una vez más) de lo que lamento no tener una memoria privilegiada y recordar cada una de las charlas con mis abuelos, con mis padres, con mis amigos, con mi hijo…Por los rincones de mi mente hay tantas cosas que querría recuperar…

En días como hoy, en los que se mezclan los recuerdos, veo mi vida de una forma más completa, como un círculo. Es como cuando viajo en autobús al mediodía y me da por observar a la gente. Las madres con sus hijos, los abuelos, los estudiantes repasando cómo ha ido el último examen…Y me veo reflejada en cada una de esas personas. Como madre y como hija, como estudiante y como profesional, hace 10 años y dentro de veinte. Hasta me fijo en algún anciano pensando si mi hijo se le parecerá cuando sea mayor. Y si eso lo veo yo a mis casi treinta y cinco años, entiendo la mirada de los abuelos, cuando se sonríen y asienten al observar a los jóvenes, evocando sin duda el momento en que fueron como ellos.

Y hablando de ciclos, como mañana no podré escribir, aprovecho para darle la bienvenida a la primavera. No sabes las ganas que tenía de verte…

viernes, 16 de marzo de 2012

Luces y soles

Esta semana he estado un poco ausente y sin ganas de escribir porque estaba abducida por otra de mis crisis metafísico-currantiles...Para más datos os podéis leer esta entrada de hace unos meses. Yo soy muy cíclica, y periódicamente me veo inmersa en mi marea de preguntas trascendentales sobre el trabajo. En esta ocasión el detonante han sido dos ofertas de trabajo que pintaban bien. Una, que no era de clínica y podía ser un oportunidad de empezar en un campo nuevo, ha resultado ser un chasco total (parece mentira que alguna gente tenga el morro de querer ganar dinero así a costa de otros, os ahorro los detalles). La otra oferta era verdaderamente interesante, en una clínica que conozco por referencias y con un buen sueldo, pero tan solo era una substitución y mi perfil no encaja del todo por horarios y vacaciones pactadas. En fin, que vuelvo al punto de partida sin haber sacado ninguna conclusión digna de mención. Bueno, sí, que en mi trabajo la conciliación (entre otras cosas), no existe, por mucho que una trate de encontrarla en algún recodo. Sigo esperando la lucecita que ilumine mi camino...De eso hablaba el otro día con dos buenas amigas. Las dos son veterinarias y trabajaron en diferentes sectores de nuestra profesión hasta que vieron que no era lo suyo. Ahora curran de cosas totalmente distintas a lo nuestro y ninguna de las dos está satisfecha con lo que hace. Le dan vueltas al tema, lo miran del derecho y del revés, y no dan con la solución al problema. Según una conocida de una de ella, a veces un día te despiertas y de pronto descubres qué es lo que quieres hacer con tu vida. Es la famosa lucecita, y las tres nos levantamos cada mañana mirando con ojos perezosos si algún farolillo ilumina nuestro futuro, pero de momento nasti de plasti. Porque las tres coincidimos en una idea, que cuando uno sabe lo que quiere, focaliza sus energías y es mucho más fácil luchar por ello y conseguirlo. De eso estoy convencida, y lo he vivido varias veces. De hecho, me siento tremendamente afortunada, porque creo que he logrado muchas de las cosas que deseaba en mi vida. Y a nivel personal no puedo quejarme ni una miajilla. Soy una suertuda.

En fin, que sea como sea, hoy es viernes, brilla el sol, y aunque tenga mis temillas por resolver, ¡soy feliz! Queda muy cursi, lo sé...pero es que a mí el Lorenzo me da vida y cursilería a tope. Y mi otro sol, mi Peque, me tiene enamoriscailla perdida. Aunque comienzo a sospechar que Mr. X y yo somos una mala influencia para él...Por lo menos en algunas cosas. Ya he dicho alguna vez que soy muy mal hablada, pero haciendo honor a mi faceta de madre educadora que debe dar ejemplo, estoy haciendo un esfuerzo por sustituir cada uno de mis exabruptos habituales por un "mecachís", y creo que lo estoy consiguiendo razonablemente bien. Peeeero, hay algo con lo que los padres de la criatura no estamos a la altura. Ayer, durante la cena, nos bebimos unas refrescantes cervecillas y ya se sabe que tanta burbujita, pues al final hace de las suyas. Y yo en mi casa no me corto. No estoy todo el día soltando eructos, pero si me vienen ganas, pues lo echo. Y lo mío es moderado, pero si Mr. X da rienda suelta a sus "regoldos" (no sé por qué los llama así...) el estruendo es de tres pares de narices. Y claro, Peque nos mira, pone cara seria, abre la boca con el ceño fruncido y suelta "roooooot" (eructo en catalán). Yo ya le digo que no debe hacerlo, pero a veces se me escapa la risa por lo bajini...Un mal ejemplo, vamos, lo tengo claro. Pero qué le vamos a hacer, no se puede ser perfecta, y a mí, un eructo, lo mismo que una buena palabrota en el momento justo, me resulta muy liberador.


¡Buen finde!

lunes, 12 de marzo de 2012

¡Animales!

¿Habéis visto alguna vez "Atrapa un millón"? Si la respuesta es afirmativa, leed el título del post al estilo Carlos Sobera, que es como me suena a mí en la cabeza cada vez que digo esta palabra gracias al susodicho...

Como adelantaba el viernes, este fin de semana nos hemos llevado a los niños (el nuestro y los de Mr. X) a una granja escuela que conocemos hace años por ser clientes de Mr. X. Los que llevan el centro son una gente maravillosa, y el sitio en sí merece una excursión. El motivo de nuestra visita era doble, por un lado pasar el día en familia como más nos gusta (sí, con...¡animales!), y por otro venían los de la tele a grabar el final de un capítulo de la docuserie donde sale Mr. X. Nos lo pasamos genial.
Si Peque ya suele estar expuesto al contacto con cierta variedad de bichos diferentes, este fin de semana la cosa se ha ido de madre.
Paso lista de los animales que mi niño ha visto, oído, olido y tocado (por fortuna no le ha dado por saborear a ninguno): cabras, ovejas, cerdos vietnamitas, ranas, pogonas, tortugas, mapaches, caballos, perros, serpientes, ocas, gatos y cobayas. Seguro que me dejo alguno, pero estos son los que más recuerdo. Una de las actividades que pudo disfrutar fue la de lavar a un cerdito vietnamita, aunque como habían niños más mayores que resultaban algo más eficaces que él, Peque dio con un cubo de grano y se fue tranquilamente a alimentar a las ovejas. Todo un pastorcillo, vamos.
Para redondear la mañana le dieron una vuelta a caballo y el tío no paraba de sonreír (por favor, que no me salga jinete que nuestra economía no da para actividades semejantes...).
Hace unos meses, en unas conferencias a las que acudí con Mr. X conocimos a un catedrático de Veterinaria, que quejándose de cómo está el panorama actual en nuestra profesión nos decía que él esperaba que sus hijos no salieran veterinarios, e irónicamente añadía que por si las moscas no les dejaba ni pasear al perro, no fuera a ser que le pillaran el gustillo...
Sí, nuestro sector está saturado, los puestos de trabajo ofrecen horarios y salarios para echar a correr, y no me hace especial ilusión que Peque siga nuestros pasos profesionales. Pero verlo disfrutar con los bichos como lo hacemos nosotros me llena de vida. Y a sus casi dos añitos ya me pasea al perro (eso sí, cómodamente instalado en su cochecito). Estoy creando a un monstruo.

viernes, 9 de marzo de 2012

¡Habemus paquetito!

Hace ya unos días Unaterapeutatemprana me hizo este regalito...



¡Muchas gracias guapísima! No me había olvidado de él, ¿eh?

Este paquetito va acompañado de cinco preguntas que ella ha pensado y que son estas:

1. ¿Qué es lo que más te gusta de tener tu propio blog?
La interacción con la gente. Sin eso no me llenaría tanto.

2. ¿Cómo elegiste el nombre de tu/s hijo/s?
Un día, estirada en la cama haciendo una siestecilla, escuché por la ventana como mi vecino llamaba a su hijo. No soy muy de relaciones vecinales, así que hasta entonces no me había fijado en como se llamaba. El chaval en cuestión es un chico guapetón y simpático, y al oír su nombre pensé que sonaba tremendamente bien. Se lo comenté a Mr. X y lo pronunció unas cuantas veces en voz alta. Me miró y me dijo que le gustaba. Y así lo escogimos.

3. ¿Cuál es tu personaje de cuento favorito?
Pues en realidad no tengo ninguno, más bien me gustan los cuentos en sí y la mezcla de personajes.

4. ¿Cómo comunicaste a tu entorno que estabas esperando un bebé?
De diferentes maneras: a algunos se lo dije en persona, a otros por teléfono y a los que viven más lejos, por e-mail. No busqué ningún modo especial de decirlo, estaba tan emocionada que sólo con soltar lo de: "Tengo una noticia!!!" todos daban en el clavo.

5. ¿Cuál sería para ti la celebración ideal de un cumpleaños? (es que pronto será el mío y quiero ideas, jejeje).
Ahhh, amiga! También se acerca el mío! (el mes que viene, para más señas). A ver, a mi me pirran las fiestas sorpresa, y no puedo quejarme, que ya me han hecho alguna...Lo que me gusta es celebrarlo con mis amigos y familia, eso es lo más importante. Si algún año, por coincidir con Semana Santa, me he quedado sin celebración porque todo el mundo emigra, me quedo mustia. Siempre me he sentido muy especial el día de mi cumple, porque mi madre me lo hacía vivir así (mi padre es más despistado, si no se lo recuerdo, ni sabe cuando es). Si tengo tiempo me encanta hacer pasteles y preparar una comilona. ¿Ideas especiales? Yo no lo he hecho, pero según la disponibilidad de la gente estaría chulo alquilar una casita rural y pasar un finde en buena compañía. En fin, celebrarlo, sea como sea!

En teoría debería pensar cinco preguntas, pero resulta que llevo un rato dándole al coco y no acabo de inspirarme, así que, abusando de la creatividad de Unaterapeutatemprana, me agencio sus preguntitas y las reparto tal cual me han llegado a mí. Y se las envío a...

1. Mamá sin complejos.
2. Construyendo una familia.
3. Mi mamá me canta.
4. Vegamidulcedechocolate.
5. Porfin, Yo misma.

Los blogs de estas cinco ciber-mamis son estupendos, estoy segura de que los conocéis de sobras, pero si por alguna de esas cosas de la vida aún no habéis dado con ellas, os animo a pasaros por sus hogares virtuales, seréis bien recibidos.

Y por hoy, más nada. ¡Os deseo un buen fin de semana! (yo mañana voy a una granja escuela con Peque y compañía, ¡va a ser lo más!).

martes, 6 de marzo de 2012

Clientes curiosos

Ser veterinario es de todo menos aburrido, doy fe. Y cuando crees que ya lo has visto todo, se te presenta en la consulta un cliente sonriente y te dice eso de: "Mira, perdona, es que quería hacerte una pregunta...". Y lo que sale por su boca puede ser cualquier cosa. Para muestra, un botón (bueno, dos).

Pink Lady

Este era el sobrenombre que se ganó una clienta que siempre venía con modelitos rosas. Lo bueno es que eran modelitos de pijama. Tenía la costumbre de presentarse en el consultorio con ropa de cama, a veces con albornoz incluido, y pantuflas hawaianas. Bueno, eso en verano, en invierno ya se tapaba más. Era una chica joven, muy guapa, y por su aspecto uno hubiera dicho que era de la India, pero no, era sueca (qué cosas tiene la vida...). Hablaba varios idiomas a la perfección (dejarle un mensaje en el contestador era una odisea porque te largaba la parrafada en sueco, castellano e inglés) y siempre me preguntaba cosas un tanto...pintorescas. Un día, en una excursión al monte se encontró a un perro abandonado y decidió quedárselo. Era un pedazo de perro enorme, muy cariñoso, y ella estaba loquita por él. Cuando ya hacía unos meses que lo tenía, vino un día a la consulta acompañada de su flamante can y me dijo: "Mira, es que estoy pensando en que quizás sería bueno...". Y con la mano hizo el gesto de cortar con tijeras. Yo le contesté: "Ahhh, castrarlo, sí mujer...". Pero de pronto me interrumpió con un "Shhhhhhhhh!!!!" y me miró con el ceño fruncido haciendo un gesto con la cabeza hacia el perro. Yo estaba estupefacta, dudando si había entendido bien lo que ella insinuaba y traté de empezar la frase otra vez...: "Estooo, o sea que quieres...ejem...". Y ella dijo: "Sí, ya sabes (gesto de tijeras otra vez), es que no quiero que él lo oiga y se asuste". Pues sí, yo lo había comprendido a la perfección. El resto de la conversación se produjo entre señas, palabras clave y onomatopeyas para no dar pistas al perro de su posible destino...

He de decir que al final no lo castramos. Una de dos, o el bicho al llegar a casa se le plantó en el sofá del salón y le soltó algo como: "Mira guapa, te agradezco que me sacaras de aquel bosque, pero aunque la corta-huevos esa y tú habléis en morse, yo pillo de sobras lo que pretendéis hacer, y te digo desde ya que mis pelotiquis se quedan conmigo, si no te parece bien me vas preparando el finiquito y mañana mismo me las piro y tan ricamente"; o bien no era el momento de pegarle un mordisquillo a su cuenta corriente y abonar el precio de la cirugía. Hoy en día, tanto can como clienta viven felices en algún lugar de la fría Suecia.

Un regalo especial

En esta ocasión el que vino a alegrarme el día no era un cliente habitual. Llamó a la puerta un chico pálido vestido íntegamente de negro, con un maletín negro y el pelo, negro negrísimo, repeinado y engominado. Pensé que venía a venderme algo y ya iba preparada a sacármelo de encima, pero al entrar y saludar soltó lo de : "Buenas, quería hacerte una pregunta, a ver si puedes ayudarme". El tío prometía, así que lo invité a deleitarme con su pregunta y no quedé defraudada. Me explicó que había comprado por internet dos colmillos de lobo para hacer un regalo y tenía dudas de que fuesen verdaderos, que cómo podía saber si no le habían tomado el pelo. Por lo visto, un amigo taxidermista le había dicho que no eran de verdad y antes de regalarlos quería asegurarse (porque además el amigo en cuestión ya estaba jubilado y no se fiaba mucho de su criterio...). Y digo yo, si ya te pones y compras unos colmillos que te envían desde Alaska, ¿eso no viene con certificado de autenticidad? Es más, ¿es legal vender dientes de lobo por internet? Dejando las leyes aparte ¿la persona a la que se lo regalas es una experta en el tema y te dirá solo verlos que te han timado y que te los metas por el culo? ¿no es la intención lo que cuenta? Mientras tropecientas preguntas surrealistas acudían a mi cabeza traté de parecer mu pofesioná y le dije que tenía que examinarlos para evaluarlo, que claro, yo estaba acostumbrada a ver dientes de perro, pero normalmente estaban puestos en su sitio...que me creía capaz de como mínimo ver si eran de un animal o de material sintético...pero decirle si eran de lobo...pues como que no. Que para eso le recomendaba ir a la Facultad de Veterinaria. El tío no pareció muy conforme, pero me prometió traer los dientes un día...

Ese fin de semana, en una comilona con amigos, de pronto Mr. X comenzó a explicar descojonándose de la risa que había ido un tío rarísimo a la clínica preguntando cómo saber si unos colmillos de lobo eran auténticos...Por lo visto, nada convencido por mi recomendación, el tipo decidió realizar un peregrinaje de clínica en clínica buscando un experto en dientes lobunos. Porque mi consulta y la clínica de Mr. X no están en el mismo barrio precisamente, así que imagino que el pobre chaval se pateó unos cuantos centros en su búsqueda de la verdad. Mr. X le dio la misma solución que yo, que se fuese a la facultad.

A la facultad no fue, porque tenemos un amigo en el departamento Anatomía y no nos ha dicho nada al respecto. Aquí no ha vuelto, y a la clínica de Mr. X tampoco. ¿Regaló nuestro amigo finalmente los colmillos? ¿Descubriría de algún modo si eran auténticos?


En fin...cosas que pasan en la consulta de un veterinario...

jueves, 1 de marzo de 2012

Entropía doméstica

Aunque soy de ciencias, la física nunca fue lo mío. Me interesaba, pero mi cerebro no está diseñado para usar sus nociones. Aún así, recuerdo haber quedado fascinada por un concepto: la entropía. Si hay algún físico en la sala, seguro que lo explicará cien mil veces mejor que yo, pero la idea que a mí me quedó de aquel bonito palabro era que la entropía representaba el desorden de un sistema. Y ahora entiendo por qué mi mente se fijó en tan sublime idea: porque mi casa tiende a la entropía. Vamos, que es un puñetero desorden.

Cuando me fui a vivir con Mr. X descubrí a la maruja que llevo dentro. Si en casa de mis padres todo lo dejaba para luego, al tener que ocuparme de mi propio hogar me di cuenta de que quería que las cosas estuviesen tan limpias y bien puestas como en casa de mis padres, y claro, eso no se hace solo (me enteré tarde de la película, lo sé). Mis padres alucinaban conmigo. De toda la vida habían tenido que ir detrás mío para que hiciese las cosas, y de pronto era Mr. Proper en versión femenina. Ordenada lo he sido siempre, pero tan escrupulosamente limpia...pues no. Y habéis leído bien, "escrupulosa" es la palabra que define mi manera de concebir la limpieza. Como decía mi madre, el WC tiene que quedar tan limpio como para poder comer encima. Y no vale limpiar alrededor de las cosas, no. Se quita la figurita, se limpia la figurita, se quita el polvo y se vuelve a poner la figurita. Y lo mismo con barrer y fregar, hay que mover sillas, muebles y lo que haga falta. Los rinconcitos son la clave, si el rinconcito está reluciente, misión cumplida. Así limpiaba mi madre: un día al mes, zafarrancho. Y lo que antes me repateaba el hígado (sobre todo cuando mi madre inspeccionaba las zonas limpiadas por mí y resaltaba toooodos los rinconcitos sucios) se convirtió en costumbre a la que me transformé en la señora de la casa.

Cuando adoptamos a mi precioso Boxer, la entropía empezó a manifestarse. Yo barría y fregaba un lunes y el miércoles ya estaba todo lleno de pelitos (¿quién dijo que los perros de pelo corto no dejan pelo?, mentira podrida, que lo sepáis). Además, si conocéis la idiosincrasia del Boxer, sabréis que disfruta de lo lindo bebiendo agua y después sacudiendo la cabeza con to los morros pa un lado y pa otro. Conclusión: estucado de babas por todas las paredes. Es duro, pero aprendí a vivir con ello (y qué le vamos a hacer, me pierden los perros...).

El sistema-casa llegó a un cierto equilibrio, pero otro ser entrópico estaba a punto de entrar en acción: Peque. Ilusa de mí, estando embarazada pensaba que una vez hubiese nacido mi churumbel podría aprovechar para limpiar cuando él durmiese. Y un huevo. Cuando él dormía yo estaba tan agotada que aprovechaba para recuperar fuerzas durmiendo a su lado. Después pensé: "Bueno, cuando sea algo mayor limpiaré mientras juega". Ja. Si él juega, yo juego. Y me lo deja muy clarito, me coge del dedo, tira de mí hacia el suelo para que me siente, se sienta encima mío y sólo entonces comienza a jugar. Además, si pretendo barrer con él delante estoy perdida, porque tiene fijación por la escoba y el recogedor, y me los quita de las manos (con la consiguiente dispersión de la materia que hubiese conseguido acumular).


Antes llegaba a casa y el aroma a limón e incienso me daban la bienvenida. Todo en su sitio, todo brillantito. Ahora entro y, oler, no huele mal porque friego justo antes de ir a buscar a Peque al mediodía, pero el polvo se acumula, la ropa por doblar asoma en una silla del salón y numerosos artefactos infantiles (cochecitos, chupetes, monigotes...) decoran mi hogar por doquier. Hemos entrado en un nuevo equilibrio, porque ya he asumido que mi casa ahora es así y punto. Y debo reconocer que se me dibuja una sonrisa en la cara cuando miro a un rincón y veo el peluche con el que jugué la noche anterior con Peque. Eso sí, la maruja que llevo dentro sólo está hibernando. Un día volverá, y Peque será mi acólito.