viernes, 28 de marzo de 2014

Peque quotes


Una noche, mientras mi bribonzuelo trataba de sobornarme con amor para que no lo duchase y le dejase ver sus adorados dibujos animados, me estrujó en un abrazo de los que cortan la respiración (literalmente) y entre besos me dijo:

-"Mami, cuando seas viejecita y yo sea mayor te cuidaré y te llevaré de paseo. A ti y a papi. Pero sólo cuando estés a punto de morirte, ¿eh?"

Parece que mientras me tenga en pie me las tendré que apañar yo sola (como decía mi madre, cría cuervos...).

Otro día, en pleno arrebato de amor materno filial, me dijo que me quería muchíííísimo (hasta la bombilla del techo, vamos) y yo aproveché para regodearme ahora que aún me soporta en modo empalagoso y le pregunté:

-"Entonces...¿no me cambias por otra mami?".

Y él negó con rotundidad. Yo planté una sonrisa bobalicona de satisfacción en mi rostro y le dije que yo también lo quería exactamente como era y que no lo cambiaba por nadie. Entonces frunció el ceño y con tono preocupado añadió:

-"Pero mami...es que yo voy a cambiar...".

Lo miré interrogante y explicó:

-"Claro mami...porque tengo que crecer mucho, hasta hacerme tan grande como tú".

Toma ya lingotazo de sabiduría de mi churumbel.


Por cierto Peque, esperemos que los genes paternos entren en juego a tu favor y crezcas algo más que yo, que aquí tu progenitora es tirando a liliputiense.




miércoles, 26 de marzo de 2014

Que tengas dulces sueños


Eso es lo que me decía mi madre por las noches cuando me arropaba antes de ir a dormir. Eso, o lo de "que sueñes con los angelitos", que a mí me parecía de lo más tierno y así cerraba los ojos imaginando una corte de querubines regorditos y risueños.
Pero (y esto es herencia materna cien por cien), mi mente va por libre y las edulcoradas imágenes que plagaban mis pensamientos antes de conciliar el sueño poco tienen que ver con las movidas que cada noche me monto en mi azotea. Para muestra, un botón.

Estoy en la casa con jardín en la que vivía con mis padres. Es de día y la hija mayor de Mr. X y la menda somos las modelos improvisadas de una fotógrafa de moda que resulta ser mi madre. En principio nada muy surrealista si no tenemos en cuenta que la hija de Mr. X es un pivonazo de casi metro ochenta y yo, como mucho, puedo aspirar a aparecer en los catálogos de ropa para hobbits. Además, vamos vestidas en rosa y blanco muy a lo Britney Spears en su época dorada.

Fundido a negro y aparecemos en un local híbrido entre biblioteca ancestral y bar de tapas en el que varias mesas están ocupadas por escritores contemporáneos (que no conozco) en pleno debate sobre el arte de la literatura. De pronto toma la palabra un hombre que me recuerda a Bécquer y comienza a desgranar la grandeza de Truman Capote, escritor del que por cierto no he leído ni una sola línea. Ah, y que sepáis que según mis sueños se pronuncia Capot, no Capote. Avisados quedáis.

Aquí he tenido que hacer una parada técnica por dos razones poderosas. Una, me estaba meando. Dos, pensaba que había un ladrón allanando mi morada. Bueno, eso sólo lo he pensado dos minutos, el tiempo que he tardado en recordar que el que arma todo ese escándalo con nocturnidad y alevosía no es otro que Teeny Weenie. Para los que no tengáis el placer de conocerlo, Teeny Weenie es un hámster ruso que aquí la colega se encontró hace unos meses por la calle. Sí, por la calle. No sé si es cosa de que me pirran los animales y tengo un radar para encontrarlos o qué, pero soy especialista en toparme con bichos. El caso es que el tío monta un follón por la noche que es demasié. Me he acercado a su jaula y le he dado un toque de canto para provocar un terremoto en su mundo que lo hiciese recapacitar. No sólo no ha servido de nada sino que de vuelta a la piltra me he comido la mini silla de Peque. Eso por acojonar a un pobre roedor.

Pensaba que una vez vaciado el depósito quizás mi actividad onírica sería algo más distendida, pero nanay.

En mi sueño número tres de la noche, suena el despertador cuando Mr. X y yo estamos iniciando un pequeño revolcón lúdico festivo. Miro la pantallita del diabólico reloj y veo que llego cuatro horas tarde a la facultad. Me las piro corriendo y al llegar a la universidad tan tarde me doy cuenta de que lo único que tiene sentido a esas horas es que me vaya directa al bar a pedirle apuntes a mi amiga A. Cuatro horas de clase supondrá copiar como ocho o nueve folios de notas. Horror absoluto. Porque resulta que (sueño recurrente donde los haya) en mi sueño creo que cuando salí de la facultad no aprobé todas las materias, ergo no estoy cualificada para trabajar como veterinaria. Y dado que llevo once años currando como tal, antes de que me pillen en una inspección de trabajo me ha dado por volver a la uni y estudiar todas las asignaturas que sospecho me quedaron colgadas. Vamos, que por si no fue difícil sacarme la carrera con veinte tacos me propongo repetir la hazaña ahora que soy madre trabajadora.

Para relajar el ambiente, de no sé dónde porras sale un misterioso ser tipo galgo miniatura que es el emisario de un tipo muy chungo que ha decidido acabar de amargarme la mañana y secuestrar a mi amiga A. Y ya no es porque sea mi amiga del alma, es que me ha pasado los apuntes, así que lo mínimo es ir en su rescate. Dicho y hecho me subo a un carruaje que viene directo del inframundo y nos lleva, a mí y a unos singulares viajeros que casi no recuerdo (mejor así) a un hotel fantasmagórico. Da todo mucho yuyu, rollo hotel del terror de unas atracciones en el que sabes que a cada paso que des va a haber susto sí o sí. Paso a hacer el "check in" y cuando voy a firmar el boli se transforma e una especie de anguila negra y escurridiza. Vamos bien. Llegamos a la habitación y de pronto mi compañera de viajes es mi amiga A, a la que supuestamente he ido a salvar (incongruencias habituales de los sueños que tengo). Delante de la puerta de nuestra habitación hay una cajita. Le digo a mi amiga que no la toque y cómo no, la toca. Y por arte de birlibirloque se monta en un segundo una especie de recipiente tipo pecera lleno de agua y con tres boquillas que salen de él. Alguien nos explica que es un artefacto para aprender a contener la respiración. Me animan a probarlo y yo me niego, temiendo a que del interior salgan sapos y culebras.

Y ahí ha sonado el despertador de verdad. Lo mío no tiene remedio. Lo sé.




miércoles, 19 de marzo de 2014

Quien me ha visto y quien me ve


Lo de casarme siempre me ha hecho ilusión de una forma un tanto relativa. Me explico. Me gustaba mucho la idea de casarme con Mr. X, pero no tenía para nada la necesidad de montar un bodorrio. Con una fiesta con amigos y familia me conformaba. En qué momento esa idea happy-flower ha mutado y todo se me ha ido de las manos, lo desconozco.

Ayer me pasé cuatro horas de reloj navegando por foros nupciales. Hasta estuve tentada de darme de alta en uno de ellos para poder cotillear los vestidos de las usuarias, y ahí me di cuenta de que había sucumbido de la forma más flagrante a la maquinaria bodil.

Para empezar, el vestido. Primero pensé en reciclar uno veraniego que tengo y que encanta. Pero enseguida recapacité y decidí que lo mínimo era estrenar alguna cosilla molona. De ahí pasamos a empezar a considerar un vestido blanco...(aberración absoluta para mi feminista amiga V, que tiene claro y meridiano que ella se vestirá de rojo). El sencillo vestido blanco que tenía en mente ha acabado siendo un vestido de novia. Pero de novia, novia. Aquí no nos andamos con chiquitas. Hasta blonda y gasa tiene el vestido, no digo más.

Para el ramo, me imaginé paseando por el campo y recogiendo algunas florecillas silvestres para hacer una apaño, todo muy bucólico pastoril. Mi amiga Tata me dijo que y una mierda, que con un vestido tan bonito necesitaba un ramo como Dior manda. En ello estamos (bueno, en ello está, que se ha ofrecido a regalármelo y yo ya estoy que me muero de gustirrinín imaginándomelo).

Las invitaciones...Podría haber cogido el teléfono y avisar y confirmar al mismo tiempo, pero ya puestos...pues nos lo curramos un poco. Hoy le estaba dando las últimas pinceladas al tema después de buscar en Google Maps las coordenadas del sitio donde lo celebramos para incluirlo en el texto. Tres semanas me ha llevado diseñar la puñetera invitación.

Y de pronto me doy cuenta de que "sólo" quedan cinco meses y una semana. Y de que tengo que buscar la empresa que me alquile la vajilla (lo de los platos de plástico ha quedado en el olvido), que tengo que pensar cómo coloco a los invitados...Coño, que me falta decidir de dónde consigo las mesas y las sillas. Y un detallito mono para los invitados...Y el photocall, que hoy en día si no hay photocall no es una boda ni es nada...

Y encima me está entrando el pánico escénico. Que una cosa es imaginarte una comida un poco a lo grande y otra muy diferente que la menda tenga que hacer su aparición estelar con el modelito elegido rezando para que mientras mira a los ciento y pico invitados no se abra el dique que contiene los litros de lágrimas que mi ser es capaz de emanar...A todo esto...¿qué hago con mi pelo?

Os dejo, que tengo que elegir si el papel de la invitación lo compro en naranja nectarina o verde lima...



lunes, 17 de marzo de 2014

Próximamente en sus pantallas


Cuando era más jovencita yo era la encargada de darle al "forward" en el reproductor de vídeo para adelantar todos los tráilers que ponían antes de la peli. Parecerá una nimiedad, acostumbrados como estamos hoy en día al formato digital y los mandos a distancia, pero ojocuidao, que yo estoy hablando del cretácico superior, cuando las pelis venían en VHS y para darle al "forward" había que levantarse del cálido y cómodo sofá para presionar durante interminables minutos el botoncito de marras en el aparatejo -monstruoso de grande- que usábamos como reproductor de cintas. Conclusión, los tráilers eran un soberano coñazo.

Pero la edad hace que uno sea más condescendiente con ciertas cosas, y le ha llegado el turno al concepto tráiler. Más, cuando ese tráiler de la vida no es otro que un adelanto de la estupenda primavera que vamos a vivir por estos lares dentro de pocas semanas. Que sí, que ya sé que aún estamos en invierno, pero los dos últimos días, queridos y queridas mías, han sido espléndidos, soleados y calurosos en ésta, mi comunidad (autónoma). Un tráiler perfecto. 

Aprovechando la coyuntura, Mr. X, la menda, y niños varios decidimos pasar el domingo en casa de mi padre, que tiene un jardín la mar de precioso. Nada más llegar me hice con un atuendo tan veraniego como hortera (no pidáis detalles) y me dediqué a rastrillar el césped. Podría haberme tumbado al sol directamente, pero mi inactividad hubiese sido la excusa perfecta para que los mayores de Mr. X delegasen en mí la noble tarea de entretener al benjamín de la familia, y lo que me pedía el body era desconexión mental maternal y disfrutar del señor Lorenzo, así que a rastrillar se ha dicho. Lamentablemente, pronto me di cuenta de que mis sesiones de natación no están tonificando mis músculos en la forma en que deberían hacerlo, y tras casi una hora de arduo trabajo estaba chapolvo. Se nota que soy urbanita hasta la médula. 

Como quien no quiere la cosa me puse a pasear sin objetivo definido, sólo embriagándome con el sonido de los pájaros, la suave brisa entre los árboles...pero finalmente fui cazada y Peque me exigió que jugase con él. Busqué la manera de jugar desde el reposo, y le propuse unas pruebas, siendo la primera que debía correr por todo el jardín dando una serie de vueltas alrededor del alcornoque y los pinos para luego volver al punto de partida. Pensaba (ingenua, más que ingenua) que durante su recorrido aún me daría tiempo de echar una partidilla de Apalabrados, pero mi niño, motivado por la empresa que le había encomendado, estuvo de vuelta en medio minuto. Así cualquiera gana a Mr. X con el dichoso jueguecito de palabreo. Lo peor fue que mi churumbel me exigió que yo hiciese exactamente el mismo trayecto. Ja. Vi que no podía escaquearme y decidí acceder a sus exigencias, pero me llevé el móvil y fui dando vueltas infinitas al alcornoque hasta que encontré una palabra de quince puntos (una miseria, pero pensar y dar vueltas al mismo tiempo no es lo mío). Cuando llegué al punto de partida Peque me echó una reprimenda diciéndome que se tenía que hacer la prueba corriendo. Yo le expliqué que estoy viejuna y que no puede solicitarme según qué cosas. Levantó el índice admonitoriamente y negando con la cabeza me dijo: "No, no, no, no no...¡muy mal! Ahora como yo diga". Y el sargento Peque castigó a la menda con una rutina militar que ni Rambo en sus buenos tiempos. 

Sé que el invierno aún se guarda un as en la manga y volveremos al abrigo, la bufanda y las manoplas (aún me acuerdo del 8 de marzo de 2010 y la épica nevada que me dejó incomunicada en casa sin poder ir a trabajar y con el único deber de acariciar mi panza de embarazada mientras veía caer los copos de nieve por la ventana), pero mientras haya tregua y dure este interludio primaveral, aquí la que suscribe piensa bailar su vals.





miércoles, 12 de marzo de 2014

No sin mi teta


Hoy uso mi espacio para sumarme al eco de otras tantas blogueras que quieren amplificar la voz de Paris.

Creo que hoy en día la mayoría de nosotros hemos acompañado a amigos o familiares con cáncer en su proceso de tratamiento. En algunos casos las secuelas físicas de la enfermedad son más sutiles, en otras son manifiestas y devastadoras. Para una mujer es muy doloroso renunciar a una parte tan esencial de su ser y su feminidad como son los pechos. Sobre todo si puede evitarse. Ahí está la clave. Puede evitarse. Durante la misma mastectomía puede implantarse una prótesis provisional. Es su derecho.

Os invito a que leáis a Paris aquí.


Y para conseguir que su mensaje llegue muy lejos, os animo a uniros al hashtag #Nosinmiteta




Imagen cortesía de La Orquídea Dichosa




lunes, 10 de marzo de 2014

Let's give them something to talk about


Me han dado un premio. ¡Y uno que no tenía! Es una monada, aquí lo tenemos:




¡Muchas gracias Díasde48horas! Ya sabéis que yo soy anárquica total con las normativas imperantes en el mundo de los premios blogueros, pero esta vez me voy a saltar las normas a medias, porque es obligatorio enlazar la entrada con este post. ¡Hecho!

Lo único que tengo que hacer para aceptar el galardón es responder a una pregunta: ¿que es para mí la amistad? Creo que sí me leéis con cierta frecuencia sabréis que para mí los amigos lo son todo. Los que me hacen reír, los que lloran conmigo, los que me acompañan en cada una de mis chaladuras... Sencillamente, la familia que he elegido.

Tendría que hacer circular el premio, pero esa parte sí que sí que me la salto, con la venia (pero peloteos aparte, todos los que os pasáis por aquí sois blogueros amigos, ¡así que sentíos libres de recogerlo si os apetece!).

El caso es que este premio me ha venido al pelo teniendo tan recientes los Oscars. Vale, vale, que te den un Oscar tiene algo más de prestigio que los premios blogueros, pero no mucho más…

Cuando era una renacuaja siempre veía la ceremonia con mi madre. En directo, ahí con un par. En esa época éramos devoradoras de películas. Los fines de semana podíamos llegar a ver (sin exagerar) hasta diez o doce. Conocíamos a los actores principales, secundarios, directores, compositores de las BSO...y verlos todos ahí juntitos en la alfombra roja era el espectáculo del año con diferencia. Después Canal Plus empezó a emitir en codificado, y se nos acabaron los madrugones. Una prima de mi madre que tenía el Plus nos lo grababa y a ratos lo íbamos visionando en casa. No tenía la misma gracia al no ser en directo y haberte enterado sí o sí de los ganadores durante la semana, pero por lo menos podíamos disfrutar de los números musicales y el show en general. Con el tiempo dejamos de pedir las cintas grabadas y el ritual se perdió. Hace unos años viajé a Los Angeles y flipé en colorines al ver el Teatro Kodak en Hollywood Boulevard...(aunque cuando yo veía la ceremonia de chiquitaja se celebraba en el Dorothy Chandler Pavillion, que aún me acuerdo del nombre y mira que era raruno). En la tele todo parece más grande y más mejor, y en directo esa zona de la ciudad es tirando a cutrilla por no ser muy chunga en mi valoración...(aunque mi yo cinéfilo disfrutó igualmente de la experiencia).

Hoy en día no conozco ni a la mitad de los nominados, por no decir que no he visto ni una sola de las pelis candidatas (bueno, mentira, que me logré escapar a ver Gravity), pero cuando anuncian la ceremonia vuelvo a acordarme de esa ilusión que sentía años ha, cuando mi madre y yo renunciábamos a una noche de sueño para empaparnos de la magia del cine.

De jovencita, tanto cine acabó haciendo mella y durante una buena temporada quise ser actriz. Al final me convertí en médico de bichos y estoy muy contenta y satisfecha de mis derroteros profesionales, pero mi estómago sigue sintiendo mariposillas cuando ve un equipo de grabación. Cosas de la vida, hace unos días grabaron a la menda. A la menda en casa, a la menda por el mundo, a la menda hablando...Ya me olía yo que más de uno iba a cotillear a mis espaldas. Efectivamente, al día siguiente un vecino andaba loco por saber lo que se cocía en mi queli y a qué venía ese trasiego de cámaras. La simple explicación que le di (sólo es cosa de un mini reportaje en el que casualmente encajo) frustró sus ansias de una historia más suculenta, pero dio pie a que me confesase que durante un día fui la comidilla del barrio a la hora del paseo de los canes. Y a mí me vino a la mente esta canción y esta peli, como no podría ser de otra manera para una antigua cinéfila que por un día vivió en sus carnes lo que es ser la prota de la historia.




martes, 4 de marzo de 2014

El vestido


Yo, hace quince días, llamando a LA tienda, para pedir cita y probarme vestiditos sabrosones de novia:

-"Es para saber si puedo venir mañana...".

La dependienta: "Uy, mañana está lleno, ya tendría que ser para dentro de una semana...".

Yo: "Bueno, no hay problema, falta mucho tiempo para la boda, es en verano".

Ella: "Ya...pues la verdad es que no es mucho tiempo. Venga, te doy hora para el sábado y lo hablamos".

Colgué el teléfono con un temblorcillo sospechoso y canturreando como una psicópata mi mantra: no estoy estresada-no estoy estresada-no estoy estresada (algo debe funcionar, digo yo).

El día D a la hora H me presenté en la tienda T acompañada de las dos hijas de Mr. X y de mi amiga T. En aras de mi anonimato y esas cosas, no voy a hacer publicidad de la tienda, pero vaya por delante que se la merecen y mucho. La chica que me atendió fue encantadora, exhibió una paciencia infinita ante las peculiares propuestas de la peque de Mr. X y me sacó todos los modelos habidos y por haber para que yo pudiese verme con cosas diferentes. Menudo momentazo cuando me hicieron subirme a una pequeña plataforma para ir ajustándome los vestidos con mis acompañantes de público selecto. Mi amiga A me preguntó si era como en el programa de la tele. Creo que hace meses vi uno de refilón...y se parecía, pero a la española, que mola más. Eso sí, me hicieron calzar unos zapatos para ver el efecto final y yo, que tengo pies de liliputiense, podía bailar un mambo dentro de ellos. No todo puede ser perfecto...

En los días previos a la visita, había oído todo tipo de comentarios, tales como "no vayas con una idea muy fija porque te decepcionarás", "no te frustres si no te gusta ningún vestido, hay más tiendas", "cuando te pruebes EL vestido lo sabrás porque llorarás". Pues bien, lo cierto es que no ocurrió nada de eso.

Respecto al primer axioma, he de confesar que yo iba con una idea clara de vestido muy, muy sencillo y el que finalmente me enamoró no tenía absolutamente nada que ver. Ni por el escote, ni por los tirantes...nada.

Respecto al segundo, tenía mucha fe puesta en esta tienda y no me decepcionó ni una miajita. Si mi suegra opina como yo cuando vaya a ver el modelo que he elegido, no pienso devanarme los sesos buscando otras opciones.

Y lo de llorar...pues no lloré (mi amiga T sí, ¿eso cuenta?), pero al día siguiente me desperté con la imagen de la menda enfundada en mi fabulosísimo vestido de novia. Pa mí que eso vale los mismos puntos que llorar.

Creo que habemus vestido.