jueves, 7 de agosto de 2014

Imprevistos


Es un clásico. Cuando te crees que ya lo tienes todo controlado, zas, surge algo imprevisible. Bueno, en este caso previsible lo era, peeero, la menda no estuvo al quite.

Resulta que esperando para mi última prueba del vestido, decidí pasarme por un par de tiendas para elegir qué modelito le compraba a Peque y su hermano. Ya habíamos visto algunas cosas interesantes y era más que nada para elegir A o B. Entro toda decidida en la tienda y ni A ni B ni leches, todo lo que veían mis ojos era ropa de otoño. ¡Otoño! ¡En julio! Sí, quedaban algunos restos miserables de ropa de verano, pero ni de coña algo remotamente válido para una boda. Tragué saliva y me fui a varias tiendas de la zona. En todas partes la misma película. Horror. Las dependientas me decían que lo de verano se había agotado, que con suerte algo quedaría de venta online, pero que tenía que darme prisa. Vivimos en un mundo de locos, está claro.

Con los ánimos decaídos me encaminé a la prueba del vestido intentando pensar cómo solucionar la cosa... Por una vez no tuve que esperar tres cuartos de hora a que me atendiesen (¡bien!), y el vestido estaba acabado (¡rebien!), aunque al final había un pequeño recargo por una blonda (no tan bien... aunque me habían avisado, que conste). El vestido es una hermosura, qué voy a decir yo... Me puse mis zapatitos, mi roba interior bodil y procedí a ajustarme el vestido. Maravilloso. No me podía subir la cremallera y le pedí ayuda a la encargada. La cremallera que hasta entonces había subido de un tirón limpio se quedó encallada a medio camino. No porque fallara el mecanismo, sino porque la pobre mujer estaba haciendo esfuerzos ímprobos para subirla. Si en algún momento de mi vida me he parecido de refilón a Escarlata O'hara fue en ese momento, y mi oronda ayudanta encarnaba muy bien a Mami tratando de embutir carnes en el corsé. La mujer me hizo recolocar la espalda y finalmente lo logró, con la frente perlada de sudor y una sonrisilla de circunstancias diciéndome que tenía que perder un kilito antes de la boda... Vamos, que como no lo pierda me tendrán que meter en el vestido con calzador. De todas formas, habiendo hablado del tema con varias novias, veo que es algo relativamente común... Si hay alguna modista en la sala ya me explicará el misterio...

El problema de la ropa de los niños lo he solucionado haciendo una compra online a una tienda que me recomendó una amiga. Cruzo los dedos porque llegue a tiempo y sobre todo, porque les vaya (porque lo de las tallas, dado las pocas que quedaban, me lo he tenido que saltar un poco a la torera, ejem...).

De todas formas, todo esto son anecdotillas. Lo malo de esta historia es que mi padre anda pachucho y estamos todos bastante preocupados. Así que voy a andar concentrada en proporcionarle toda la energía positiva que pueda para que el hombre se me ponga bueno. Si tenéis a bien enviarme una poquilla os lo agradeceré eternamente.

Quizás ya no escriba hasta después del bodorrio, chi lo sa? A las que tenéis vacaciones, disfrutadlas a tope, a las que no, la rutina no es tan mala como la pintan... Un beso grande a tod@s.