miércoles, 20 de noviembre de 2019

Katmandú



    



Antes de entrar en materia, unas consideraciones previas por si algún lector o lectora está teniendo la tentación de viajar a Nepal (no te lo pienses más y pilla billete ASAP).

Aunque sobra que lo diga, hay que tener el pasaporte al día y con una vigencia mínima de seis meses. Aún me acuerdo de un viaje que hicimos a Portugal con P cuando tenía unos cinco meses. Le hice el DNI y me quedé tan pancha. Cuando en el chek-in nos dijeron que hacía falta pasaporte casi me da un patatús. Ya me veía en tierra despidiendo el avión de Mr. X con el lagrimón colgando, pero resulta que para despistados como nosotros hay una oficina en el aeropuerto destinada a solucionar estos aprietos. El careto de P en la foto de ese documento no tiene precio (le sostenía yo por detrás porque no se aguantaba erguido, angelico), y el carrerón que nos metimos para embarcar a tiempo tampoco lo tiene.

Es necesario tramitar un visado que puede ser de quince, treinta o noventa días. Se puede solicitar online en el consulado de Nepal en Barcelona, pero también se puede hacer en el aeropuerto una vez llegas a Katmandú, opción por la que optamos. Hay dos mostradores, y hay que hacer cola en los dos (Mr. X se encabezó en que solo era una cola, y Eu y yo tuvimos que convencerle de lo contrario, en su defensa diré que odia más las colas que las coles de bruselas, que ya es decir), a la izquierda para abonar las tasas y la derecha para sacar el visado. Nota práctica: llevar fotitos tamaño carnet. Las usaréis para eso y para los permisos a la hora de entrar en los parques naturales si hacéis un trekking –que lo haréis, hacedme caso porloquemásqueráis- (de eso se encargó nuestro guía, una cosa menos que gestionar). También hay que tener a mano la dirección del hotel o casa donde os alojaréis para rellenar los datos del papel de inmigración que os harán cumplimentar en el avión.

Vacunitas y otros temas de salud. En el servicio de atención al viajero nos informaron de las vacunas recomendadas para la zona que visitábamos. En nuestro caso nos tocó la fiebre tifoidea (se toma en cápsulas a días alternos, tres dosis) y las hepatitis A y B. Por nuestro trabajo y viajes anteriores ya estábamos cubiertos frente a la rabia, pero de no haber llevado esa vacuna, me la habría puesto sin dudarlo, en Katmandú te tropiezas con bichos todo el rato. Por otro lado está el tema de las diarreas del viajero. Llevamos pastillas y lejía potabilizadoras, pero no tuvimos que usar nada de eso porque conseguimos agua embotellada en todos los lugares que visitamos. Y nuestro guía nos dijo que podíamos comer verduras y ensaladas en las zonas turísticas, lo único que nos desaconsejó fue catar las delicatessen de los puestos ambulantes. Le hicimos caso porque somos muy obedientes y no tuvimos ningún problema al respecto. Tampoco lo tuvimos con los mosquitos, si vais en época álgida de insectos, hay que llevar un buen repelente.

¿En qué zona hacer el trekking? Temazo. Hay tres zonas básicas que valoramos: Everest, Langtang y Annapurnas. La segunda la descartamos porque no se ven tantos picachos, y era lo que le hacía más ilusión a Mr. X. Everest nos parecía muy masificada y finalmente nos decantamos por la región de los Annapurnas, que ofrece más variedad de rutas y se podía adaptar mejor a mi cuerpo serrano (ironía modo súper-on).

Seguro de viaje. Necesario. Hay varios entre los que elegir, nosotros optamos por el del CEC ya que Mr. X pisa mucha montaña por aquí, pero hay donde elegir.

¿Guía sí o guía no? Aunque se puede viajar sin guía por la mayoría de las zonas (algunas requieren de sus servicios sí o sí), dada nuestra fantástica experiencia con Shali no puedo más que recomendar ir con guía. Entiendes mejor la idiosincrasia del país, sus costumbres, su historia… Y si vas con Shali, te vas a divertir. Garantizado. Por otro lado, para el trekking contamos con un porteador. Yo ni me planteaba llevar mi mochila, vamos. Supongo que Eu y Mr. X hubiesen podido, yo jamás de los jamases. Y nuestro porteador fue un encanto (amigo de Shali, no podía ser de otra manera).

Otro factor importante en el que pensar es la época del año para viajar hasta allí. En principio se aconseja otoño (sobre todo) y primavera porque las temperaturas son más suaves y se pueden observar los picos. En invierno hace mucho frío y en verano, ayyy, en verano. Por un lado tenemos el monzón, es decir, lluvias miles y no ver un pico casi ni de canto. Y por otro lado… ¡sanguijuelas! Una de las personas que más me animaron a viajar a Nepal fue mi amiga Anna. Hablaba maravillas del país. Y cuando ya tenía los billetes pagados va y me suelta lo de las sanguijuelas. “¡Pero si no vamos a vadear pantanos!”, le solté, y ella me explicó que las bichas asquerosas caen de los árboles. Casi me desmayo. Literal. Por suerte me aclaró que ella había ido en verano y que creía que en otoño no había… Efectivamente, no nos succionó la sangre ningún anélido viscoso.

Y hasta aquí la breve introducción de cosas en las que pensar cuando uno se va a Nepal. Dicho esto, fuera de estos temas prácticos, no miré nada más sobre el país. Por un lado quería que me sorprendiera, y por otro no quería angustiarme por el trekking y su dificultad (que no era mucha por lo que decía Shali, pero igualmente me daba respeto…).

Las vísperas del viaje, lo que llevé más malamente fue despedirme de P. Él no quería que nos fuésemos (como dije, ha heredado mi miedo a los aviones) y no dejaba de achucharnos con aprensión. Yo le quitaba hierro al asunto, pero por dentro era gelatina pura.

La noche antes del viaje lo dejamos en casa de mis cuñados, que lo acogieron y mimaron mientras estuvimos fuera, y tras doscientos o trescientos besos y abrazos de despedida nos preparamos para la aventura yendo a dormir prontito y con esa mezcolanza de emociones que van de la cagalera máxima a los brincos excitados cada vez que piensas… ¡que nos vamos a Nepal!

Eu nos recogió de madrugada en un taxi con cara de zombie por estar recuperándose de un virus que le habían contagiado sus polluelos, y por fin, tras muchos meses de planear y especular, empezó la odisea.

Volamos con Turkish Airlines con escala en Istambul, y los vuelos fueron perfectos, ni una sola turbulencia de más (gracias a dior). Y qué placer poder devorar peli tras peli durante el trayecto. Hasta se me olvida que odio volar.

Llegamos a Katmandú al día siguiente, a las seis y media de la mañana. El ambiente era brumoso, y tras sacarnos los visados y pasar por el control aduanero, allí estaba Shali esperándonos con un collar de caléndulas para cada uno. Me enamoré del naranja de esas flores desde el minuto cero, y por suerte llegamos a pocos días de una festividad local, Tihar, o Festival de la Luz, y por todas partes veríamos adornos confeccionados con caléndulas.

Mi primera impresión de Katmandú fue el caos. Así, sin más. Nos sumergimos en un tráfico confuso en el que se circula por la izquierda en compañía de motos, peatones y animales, sin señales de circulación ni semáforos que regulen nada. Es la ley de la selva. A lo brumoso del día se sumaba una especie de polvo que todo lo cubría. Shali nos explicó que ese poso ha quedado en la ciudad tras el terremoto del 2015, pero no sé hasta qué punto es solo contaminación. Entre los traqueteos de la ruta empecé a fijarme en los detalles. Cables colgando de cualquier esquina como nidos eléctricos, puestos callejeros, los colores de los edificios, en tonos pastel y conjuntados sin orden ni concierto… y las caléndulas, alegrando cualquier rincón.

Shali nos acompañó hasta nuestro hotel, en el turístico barrio de Thamel. Nos recibieron con masala tea, unos namastés muy musicales (namasteeeee), las palmas unidas en forma de rezo y una ligera inclinación de la cabeza. Pudimos instalarnos y descansar un rato hasta la hora de la comida y a la una nos recogía Shali para empezar a conocer nuestro destino.

Pero eso ya, para el próximo día.










4 comentarios:

  1. Me imagino q lo habéis disfrutado un montón, pero vamos, q según iba leyendo, menos ganas de ir ...

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    1. Pues me tomaré como un reto personal convencerte de lo contrario! Porque yo estoy deseando volver. ;)
      Muas!

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  2. Qué ganas tenía de leer sobre este viaje!!! Estoy pegadísima a cómo lo cuentas *_*

    Menos mal que no hubo sanguijuelas xD

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    1. Uy sí, eso lo hubiese llevado muy malamente, tra tra! XD
      Besotes!

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