viernes, 7 de octubre de 2011

Mr. X y servidora love story

Después de una semana llena de viracos varios (Peque ha estado tres días con fiebre), hoy me he levantado romanticona, y estaba pensando cómo conocí a Mr. X, la manera en que se cruzaron nuestras vidas...y que esa es una historia que me gusta recordar...

Yo nunca fui una ligona nata. Bueno, ni nata ni nada de nada. Mientras mis amigas entraban y salían de diversas relaciones, yo apenas tenía algún ligue que no daba mucho de sí. Además, a los dieciocho años me enamoré hasta las trancas de un mocetón que no me convenía y para el que yo sólo era una amiga con derecho a roce. Resultado: dos años rozando la depresión clínica (o más bien sin el "rozando"). Conseguí superarlo, pero el panorama hombril era más bien deprimente (los que me gustaban eran inaccesibles, los que se fijaban en mí eran para salir corriendo y aquellos con los que ligaba, sólo buscaban pasar el rato). Debo confesar que yo no estaba en mi mejor momento y que a veces cuando algún especimen se me acercaba, yo más que hablar, ladraba. Pero bueno, fui dulcificando mi carácter y abriéndome un poco más a nuevas oportunidades.

Cuando estaba a punto de acabar la carrera me surgió una oportunidad que no pude rechazar. Se trataba de currar en una clínica de renombre en la ciudad, y lo más interesante (aunque en ese momento no fue un motivo de peso, sólo un divertimento añadido), el jefe estaba requete (y el jefe se llamaba...pozi, Mr. X). Yo ya lo tenía más que clichado, porque en su día había aparecido en un programa de la televisión local causando cierto furor en el sector femenino de las aulas de mi facultad. Recuerdo que medio en coña yo le decía a mi madre cuando lo veía en la tele: "¡Yo quiero uno así!". Y ella se reía. El primer problema -alguno tenía que haber- era que llevaba un anillaco de casado que debía pesar tropecientas toneladas. El segundo problema era que no lo conocía in person. Pero cosas de la vida, el segundo problema pasó a ser historia cuando me contrataron para trabajar por las mañanas como personal de laboratorio y hospitalización. Y el primer problema dejó de serlo cuando me enteré de que se había separado hacía varios meses. De todas formas, no se me pasaba por la cabeza que se fijase en mí, así que me limitaba a disfrutar de las vistas mientras trabajaba taquicárdica perdida...

Las semanas iban pasando, y yo, con mi tendencia natural a fijarme en objetivos poco realistas, no pude evitar comenzar a flirtear de forma más o menos evidente (que si una caída de ojos por aquí, que si una mirada furtiva por allá...aix, no podía evitarlo). A mi padres, la idea de que fuese a encapricharme de un hombre separado y con tres criaturas, como que no les entusiasmaba mucho, pero tampoco me decían nada (al fin y al cabo, en mi familia ha habido para todos los gustos...).

Cuando ya llevaba varios meses trabajando allí y vi que Mr. X no me hacía ningún caso en absoluto, decidí que eso no llevaba a ninguna parte y traté de quitármelo de la cabeza. Hubo una tarde en que él y yo nos quedamos trabajando solos hasta tarde, y pensé que si esa noche no pasaba nada, no pasaría nunca. Eran casi las diez, y traté de inducir a Mr. X para que me acompañase a casa, pero el tío no se daba por aludido. Decidí irme y coger un taxi por lo tarde que era. Mientras esperaba en la calle se puso a diluviar y eché un vistazo a la clínica, por si él me veía y se apiadaba de mí...Me vio, pero siguió a lo suyo, así que tuve claro que realmente no había nada que hacer.

Al día siguiente amanecí con ánimos renovados y la idea de disfrutar de la vida. Además, un par de meses más tarde tenía previsto el viaje de mi vida, una estancia en un zoo de Nueva Orleans, y seguro que el futuro traería nuevas emociones.
Al mediodía, cuando iba a irme, surgió una cirugía inesperada y Mr. X me pidió si podía quedarme a echarle una mano. Y añadió: "Si te quedas, te invito a comer". Supongo que me enrojecí al microsegundo y el corazón me iba tan rápido que estaba segura de que se oiría desde la sala de espera. "Sí, sí, ya me quedo". Y pensaba: "Una comida...algo es algo, aunque una cena pintaría mejor, pero bueno...". El caso es que nos pusimos a operar y cuando estábamos acabando va y me suelta "Bueno, ¿y dónde quieres que te lleve a cenar?". Casi me da un algo: "¡¡Arrrggg, que me acaba de cambiar la comida por una cenaaaa!!!!". Le dije que me parecía bien cualquier sitio. Terminamos la cirugía y me escondí corriendo en la salita del fondo para llamar de estrangis a mi madre y comentarle la jugada. Flipó un rato largo, y yo más. Cotilleamos lo justo y necesario y volví al curro. Antes de irnos Mr. X me pidió que le ayudase a cambiar un vendaje de la patita de un canario, y le dije que vale. Pobre canario. Yo estaba sujetándolo mientras él le quitaba la venda, y al dejarlo en su jaula estaba totalmente remojado...Estaba tan nerviosa que las manos no paraban de sudar...(el canario lo superó, no preocuparse).

Una vez en casa me dediqué a llamar a mis amigas y preguntarles si ellas creían que había tema o no, y la sentencia unánime era que obviamente, Mr. X quería tema, pero yo me resistía a creerlo. ¿El Dr Requete se había fijado en mí? ¿Era posible de verdad? ¿Tenía una cita de las que hacen historia?

El día D a la hora H quedamos cerca de la clínica y fuimos caminando hasta un restaurante que no quedaba muy lejos. El sitio es espectacular, porque está en una torre modernista impresionante, así que me quedé un poco a cuadros. Digamos que el nivel adquisitivo de mis amigos en esa época no nos permitía manjares tan suculentos...Pero lo de menos era la comida en sí (estaba tan nerviosa que me limité a picotear). Hablamos y hablamos hasta tarde, y como ninguno de los dos tenía ganas de volver a casa, alargamos la noche todo lo que pudimos de bar en bar hasta que los cerraron todos. Ya de madrugada decidimos volver caminando hasta la clínica, donde él tenía el coche, para poder acompañarme a casa. Y de pronto, al cruzar un calle, sin venir a cuento de nada, sin momento de miradas sostenidas ni algo remotamente parecido, se giró y me dio un beso. Así, pim pam. Visto y no visto. Y yo a cuadros. Alucinando. Eso no me estaba ocurriendo a mí...Pero sí, esta vez la protagonista de la historia era yo. Quedamos al día siguiente, y al otro, y al otro...Y yo dejé el trabajo, por lo de no mezclar las cosas, y me quedé con el jefe. Sin duda, salí ganando.

T'estimo, Mr. X.

4 comentarios:

  1. Ay que bonito!!!! Me encanta la historia, que romántica, que inesperada, que bonita, que todo!!!
    Es decir, que eso de ver a un ser "inalcanzable" que te guste y acabe siendo real... pasa. Es como un cuento :-)

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  2. Drew, sí, a veces pasa! Y desde luego yo no lo hubiese creído nunca...Besote!

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  3. Que boniiiiitooo¡¡¡ me encanta tu historia¡¡ parece de peli romantica jeje.
    besos¡

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  4. Annie74, jajaja, me ha hecho gracia lo de la peli romántica! Besitos!

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