martes, 27 de diciembre de 2011

Primer hit fiestero

Mi mente divide las fiestas en tres grandes hits: Navidad, Fin de Año y Reyes. Ya hemos pasado el primer gran hit, o sea que toca valoración del evento.

El 24 por la noche hicimos cenita en casa mi papi, Mr. X, Peque y yo. Pocos y bien avenidos. Mi padre se curró un Sauerbraten (asado agrio, o lo que es lo mismo, carne macerada en vinagre tres días y después cocinada a fuego lento) con Kartoffelknödel (albóndigas de patata) que estaba de rechupete, y yo me comí dos raciones XL. De postres, galletas caseras (sí, lo vuelvo a repetir, mi padre es pastelero, jejeje...). Acabé la cena hecha un botijo y mientras entretenía a Peque, los regalitos fueron depositados bajo el mini árbol de Navidad. Peque se lo pasó en grande repartiendo paquetitos y sobre todo, jugando con las cajas y el papel. Ojo al dato, yo le había comprado en Imaginarium (una tienda que me encanta) un puzzle de madera y unos cubos con dibujos de animales que al coincidir formando el dibujo del animal entero emiten el sonido del bicho en cuestión. El tema es que esa misma tarde habíamos ido al súper a comprar cuatro cosas y una dependienta muy simpática le regaló un camión de publicidad de Coca-Cola. Pues bien, ¿con qué estuvo jugando Peque toda la noche? Sí, con el camión de Coca-Cola...(a día de hoy ya puedo decir que el puzzle le mola, los cubos también...para tirarlos al suelo).

El 25 yo me desperté rarilla, como empachada. A medida que avanzaba el día me sentía cada vez peor, con un dolor de estómago del quince. Fuimos a comer a casa de mis suegros con toda la familia directa (nada, veintitantos que éramos). La comida consistió en mega aperitivo de pastas saladas, tortillas, pinchitos varios, patatillas, olivas,...Y ya con eso da para comer, pero a mí me daba náuseas sólo verlo. Vaya empacho que llevaba. Sólo comí el primer plato (vieiras) y algo del segundo (lomo con salsa). Por la tarde en casa me metí en la cama y comenzó a subirme la fiebre y aparecerme un sarpullido rojizo por todo el cuerpo, ergo, o me intoxiqué con algo (raro, hubiese sido la única) o pillé un viraco (Peque tuvo lo mismo hace un par de semanas...).

El 26 en Catalunya se celebra Sant Esteve, y por suerte esa comida era light, pero sólo picoteé un poco.

En resumidas cuentas, mi indisposición estomacal ha hecho que estas fiestas no haya abusado para nada de la comida (mucho mejor, la verdad). Eso sí, esta noche me queda la cena del amigo invisible con mi grupillo de amigos, y hoy ya me siento con fuerzas renovadas para ingerir manjares varios. Así cojo fuerzas para el segundo gran hit: Fin de Año y Año Nuevo. Ya no queda nada...

martes, 20 de diciembre de 2011

Navidad, Navidad...

Pues sí, ya estamos prácticamente en Navidad, otro año más. En la esfera blogueril ya han caído unos cuantos posts sobre las fiestas, y yo también tengo ganas de darle un toque navideño al blog...
Los últimos años, desde que murió mi madre, no he tenido demasiadas ganas de celebrar estas fiestas. La herida escuece más cuando ves que las familias se reúnen y a ti te falta alguien tan importante. Pero este año es el primero desde hace mucho tiempo en que de verdad me apetece disfrutar de estos días, y supongo que se debe a que me hace ilusión revivir la magia de la Navidad a través de mi Peque (aunque él apenas se entera de qué va el cotarro).
En mi casa siempre hemos sido de celebrar Papá Noel (porque mi padre es alemán y mi madre se crió en Francia). Por Reyes también me caía un regalito, pero lo gordo era el 24 por la noche, y la verdad es que así podía disfrutar de los juguetes durante las vacaciones...Lo que nunca he celebrado, a pesar de ser tradición en mi tierra, es el Caga Tió (un tronquito de árbol al que se le pone comida y en Nochebuena "caga" regalitos cuando le das con un palo gordo encima y le cantas lo de "Caga Tió, avellanes i torrons..."), pero en casa de Mr. X sí lo hacen, y Peque ya se ha hecho colega del tronco, o más bien del atizador con el que lo muele a palos...
Para mí la Navidad de pequeña era esperar ansiosa el 24 por la noche (¡un año incluso creí ver el trineo de Papá Noel!), decorar el árbol y el pesebre con mi madre, de más mayor ir de compras juntas y pensar en lo que podía emocionar a los que quieres, reunirse, hablar, cocinar, comer mil cosas deliciosas...Aromas de canela, asado de cerdo, galletas de mi padre (¿os he dicho que mi padre es pastelero?), incienso que le encantaba a mi madre, escuchar los viejos discos de villancicos franceses y españoles del año de la catapún...
El año que descubrí la verdad sobre Papá Noel, y eso que ya era muy mayorcita (igual tenía diez años), me pillé un disgusto tremendo. Recuerdo estar en las rodillas de mi madre y hacer la fatídica pregunta. Buff, qué berrinche...Fui una niña muy ingenua e imaginativa (para tragarme toda la bola teniendo ya diez añazos...), y saber la verdad me entristeció mucho. Aún hoy tengo un ramalazo soñador del quince y me gusta creer en lo imposible.
Hace unos días di rienda suelta a mi antojo navideño y me aprovisioné en una tienda de todas las guirnaldas y similares que mi sentido del gusto me permitió comprar (que una tiene unos límites...). Peque flipó al llegar a casa, y ahora su pasatiempo favorito es ir de adorno en adorno, darle un toquecito y mirarme a ver qué cara pongo.

Ya he comprado todos los regalitos, los paquetes están hechos y la ilusión está a punto. Mi padre ha llegado de su retiro sureño para pasar la Nochebuena en familia. Reconozco mi niña interior dando botes por dentro y esperando anhelante que pasen los días. Me veo como era en aquella época, con los ojos chispeantes de felicidad, a la expectativa...Y en el fondo, no he cambiado tanto desde entonces.

¡Feliz Navidad!

viernes, 16 de diciembre de 2011

Un ramito de flores


No hay nada mejor para acabar la semana que poder publicar un post con premio, en este caso el estupendísimo premio que me ha dado Nita, del blog Dimes y diretes. Muchas gracias guapetona, ¡me ha hecho mucha ilusión!

Cuando he visto el ramito de flores me ha hecho pensar en la canción de Cecilia…Me encantaba de pequeña, pero jamás me había fijado bien en la letra, hasta que un día la escuché con atención y me pareció tan tierno…En fin, recuerdos de infancia…

Con este premio Drew ha propuesto que se haga difusión del mal trago que tuvo que pasar Fany, de Familia numerosa de la noche a la mañana un día que se quedó bloqueada con sus nenes en la estación de Alcalá. A raíz del susto ha organizado una recogida de firmas para cambiar la accesibilidad a la estación. Yo ya he firmado, así que si aún queda algún rezagado por el camino, ¡hay que animarse!

Y le doy mi ramito de flores a…:

-Ira, del blog Mà a mà, pell a pell, cor amb cor. Lo he conocido hace poco y me encanta.
-Cocolina de Buceando en mí,  porque su último post es todo ternura.
-Laura de Mi mamá me canta. Porque su blog me motiva a ponerle mucha musiquilla a mi Peque.

Esta semana tenía muchas ganas de escribir en el blog, pero hemos tenido unas invitadas norteamericanas en casa y sólo me he acercado al ordenador de refilón. Mi cerebro ha estado muy, pero que muy ocupado, intentando rescatar mi oxidado inglés. Con lo que a mi me gustan los idiomas y lo obtusa que me siento cuando intento expresarme en otra lengua…Pero siempre es enriquecedor conocer personas de otras culturas y costumbres, me da vidilla.

Y respecto a mi Peque, decir que voy dejando un reguero de baba cual caracol XL detrás de mi ricura caminante. Esta semana ha aprendido a decir sí, ¡por fin! Después de tanto NO me ha hecho una ilusión enorme. Fue ayer, después de merendar, cuando pude darme cuenta del maravilloso avance. Le ofrecí ver unos dibujos animados, y le pregunté: “¿Prefieres Pocoyó o Chuggington?”. Y comenzó a decir: “¡Ton, ton, ton!” (Pocoyo ha sido desterrado de nuestra casa temporalmente en favor de los trenecitos, que le pirran…bueno, le pirra la sintonía del principio del capítulo, después pasa…así que le tengo que ir poniendo la música una y otra vez). Viendo su entusiasmo, insistí “¿Chuggington?”. Y él, me miro con esos ojazos preciosos que tiene, me sonrió pícaramente y me dijo: “Siiii” en medio de un éxtasis sideral, jajaja…

¡Ah! ¡Este finde lo he rapado! Aixx, a mi me encantan sus greñas, pero había llegado a un punto en el que le tapaban los ojos. El domingo lo senté en la trona, y mientras Mr. X ejercía de animador infantil, yo procedí al corte cabellil tan rápido como me fue posible, ¡y ha quedado muy bien! (aunque echo de menos las greñas…).

¡That's all! ¡Buen finde!

lunes, 12 de diciembre de 2011

Nuestra lactancia. Segunda parte.

Dejamos la historia en que me quedaba poquito para reincorporarme al trabajo y no sabía muy bien cómo organizarme...

Durante el verano intenté dar a Peque algún biberón con mi leche (por si me tenía que ir a algún sitio y dejarlo con alguien), pero el tema bibe no le interesaba demasiado, así que no insistí. La pediatra me había comentado que a partir de los cuatro meses podíamos comenzar con las papillas, y mi idea era sacarme leche para que durante las horas que estuviese fuera pudiese aguantar con alguna papilla o mi leche a cucharadas. No le daba papillas cada día, pero de tanto en tanto le daba una para que se acostumbrase al procedimiento y no fuese difícil dársela cuando yo no estuviese. Por otro lado comencé a planear mi aprovisionamiento de leche materna...y empezó mi breve idilio con el sacaleches. El primero que tuve era uno manual. Conseguía sacar leche, pero costaba un carajo y me cansaba mucho. Decidí comprarme uno eléctrico. Mucho mejor. Ahora bien, creo que nunca llegué a pillarle el tranquillo, porque había días que sacaba bastante y otros que era poquísimo (intenté buscar cuándo me iba mejor, si antes o después de que mamase Peque, si de un pecho o los dos, etc., pero aún así no conseguía unas cantidades espectaculares). De cualquier modo, congelé unas cuantas bolsas y con eso se le hicieron las primeras papillas. Al empezar a currar Peque tampoco estaba sin mí tantas horas (tres por la mañana y tres por la tarde, y no todos lo días), así que yo seguía dándole pecho muchas veces al día, y cuando se me acabó la reserva de leche materna congelada, entre el trabajo (allí era inviable sacarme), que yo ya le daba muchas tomas y que en casa iba a tope, decidí que las papillas se las tomase de leche maternizada. Me costó un poco tomar la decisión, pero Peque ya tenía seis meses, y al fin y al cabo sólo era una toma al día...Él no le hizo ascos a la leche de bote y yo seguí con la teta a diario.

Ahí la gente ya comenzaba a flipar de que siguiese dándole el pecho y, aún más, de que no tuviese previsto ponerle fin. Y si eso ya era así a los seis meses, cuando pasaron las semanas y comenzaron a salirle los dientes y a comer sólido, ya fue la repanocha. Como explicaba en el otro post, no eran comentarios hirientes, pero sí continuos. Una amiga mía (que había dado teta hasta los 10 meses) me decía: "Piensa que cuando hable y esté jugando con sus amigos, de pronto te mirará y te pedirá teta!". Tendría que haberle contestado :"¿Y?". Pero me daba cuenta de que mi entorno no entendía mi forma de actuar. A eso se sumó otro factor. Peque es muy demandante, y por él hubiese estado enganchado a la teta todo el día. Lo que yo llevaba peor era la noche. De más bebito no se movía tanto y podía darle estirada sin mucho problema, pero poco a poco él iba cogiendo poses más raras, y yo también. Me levantaba con un dolor de espalda tremendo (tengo una escoliosis de caballo). Lo acostumbré a mamar encima mío en vez de ponerme yo de lado, y fue bien durante unos días, pero al final me despertaba con la sensación de estar debajo del culo de un hipopótamo porque se quedaba frito encima mío...En ese punto quise desacostumbrarlo a mamar por la noche (y también a asociar el ir a dormir con mamar, porque eso implicaba que sólo yo podía ponerlo a dormir). De modo que algunas noches (no siempre) lo puse a dormir sin darle el pecho, con mimos y canciones, y de madrugada hacía lo mismo. También comencé a usar más el chupete, que nunca le había entusiasmado, para relajarlo y evitar que me pidiese teta. Algunas veces funcionaba y otras no (y si no iba bien, le daba pecho y listos).

Cuando Peque tenía un año fui a la revisión del ginecólogo. Al decirle que aún daba pecho me dijo :"¿¿Y eso??". Le contesté que me había salido un bebé teta-adicto...Me explicó que no podía palparme los pechos porque con la leche no era fiable, que volviese al dejar la teta. Otro que me miraba como si fuese de Marte...

El fin de la lactancia llegó justo al llegar el verano. Como el año anterior, nos desplazamos a la casa del pueblo. Se sumaron diferentes factores que hicieron que las tomas disminuyeran mucho: pasaba menos horas con Peque (porque al estar en el pueblo tenía que desplazarme a la ciudad para currar), de día no encontraba el momento para ponerlo al pecho (supongo que me daba corte que me preguntasen qué hasta cuando le daría y esas cosas) y él cada vez pedía menos. Lo curioso fue cómo me di cuenta de que la lactancia se estaba acabando. Un día me estaba duchando y presioné un poco el pezón para ver si salía leche y me sorprendió ver que apenas rezumaban unas gotas en vez de salir un chorrito...De pronto me puse a pensar y vi que ahora Peque mamaba muy poquito...Me dio mucha pena y traté de ofrecerle más el pecho, pero ya no le interesaba. A los catorce meses ya se acabó la teta.

No puedo decir que la culpa del fin de la lactancia sea de los demás, es mía por no haber priorizado mi forma de entender este tema (como sí he hecho con el colecho), pero me doy cuenta de que por mucho que hayan muchas madres que dan el pecho durante años, al menos en mi entorno eso es una minoría absoluta y nada entendida.

Hace poco, en una cena con mis amigas en mi casa, salió el tema de los hijos y la lactancia. Yo dije que de tener otro hijo intentaría darle el pecho más tiempo que a Peque. Ninguna tiene aún bebés, así que quizás cuando se vean en ello les cambie la visión que tienen ahora del tema, como me ocurrió a mí, pero de momento ven con malos ojos la lactancia prolongada. Ven raro que una madre quiera seguir dando el pecho durante años, como si -volviendo a lo que nos dio a entender la matrona de las clases de preparación al parto- la madre que prolonga la lactancia pretendiese prolongar también el vínculo bebé-madre. Como si la madre no quisiera asumir que su bebé crece, o como si pretendiera ofrecerle algo en exclusiva para que su relación sea también exclusiva. No sé, no comparto ninguno de esos argumentos. Como no entiendo ahora, según mi experiencia, el consejo que nos dio ésa matrona. "Tenéis que saber romper el vínculo". Por una parte, no creo que el vínculo con mi hijo se fundamente únicamente en la lactancia materna, y por otro, ojalá no se rompa jamás el vínculo que me une a él. Y eso no significa que no lo quiera ver libre, feliz, independiente y compartiendo su vida con otras muchas personas. Desde bebé me ha gustado verlo en brazos de sus primos, tíos, abuelos...Intento animarle a explorar y descubrir el mundo, no pretendo ser el centro de su universo, aunque ahora que es tan bebé, su padre y yo en el fondo sí lo seamos. En definitiva, creo que hay muchos falsos mitos sobre la lactancia materna que deben desterrarse, y aún nos queda camino para que la gente vea que dar el pecho a tu hijo, aunque ya tenga tres añazos, coma de todo y tenga una dentadura blanca y reluciente, es el mejor regalo que puedes ofrecerle.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Nuestra lactancia. Primera parte.

Como en tantos otros temas, mi percepción de la lactancia antes de tener a mi Peque y después de haber dado el pecho son diametralmente opuestas…

Hace unos cuatro años fuimos a visitar a una amiga de Mr. X que tenía un bebito de poco más de un año. Era un bichillo, corría por todas partes y comía de todo, así que cuando su madre nos explicó que aún le daba el pecho me pareció chocante. No conocía a nadie que hubiese amamantado durante tanto tiempo, pero tampoco me parecía mal, sólo extraño.

Estando embarazada tenía claro que quería dar el pecho, pero no sabía cuánto tiempo. Unos cuatro o cinco meses, me decía o contestaba cuando me preguntaban. ¿Por qué ese tiempo? Ni idea, supongo que porque es el plazo que dura la baja por maternidad. Durante el embarazo leí algunas cosas sobre la lactancia, pero me interesaba más aprender sobre la gestación en sí misma, así que tenía algunas nociones, pero las justas.
En las clases de preparación al parto la matrona nos explicó cómo dar el pecho, y algunos de los consejos que recibimos entonces, hoy creo que eran erróneos. Recuerdo que al final de la clase nos insistió mucho en un tema. Nos dijo que diésemos el pecho con amor, el tiempo que considerásemos conveniente, pero que supiésemos romper el vínculo cuando fuese oportuno. Creo que se refería a la idea que hay de que la madre que da el pecho durante varios años tiene una especie de relación patológica con su hijo, de exclusividad y sobreprotección quizás. En ese momento pensé que a lo mejor tenía razón, que había que saber "romper el vínculo" para dotar de independencia a tu hijo.

El día que nació Peque llegó el gran momento, y la verdad es que tuve suerte, porque no recuerdo haber tenido ningún problema para ponerlo al pecho. Al principio se hacía un poco el remolón, le costaba un pelín engancharse (sobre todo a mi pezón derecho, que es algo más pequeño), pero en pocas tomas le pilló el tranquillo. Tampoco tuve grietas. Sí es cierto que las primeras semanas tenía los pezones un poco sensibles y que justo cuando Peque se cogía para mamar me dolían un poco, pero con el tiempo ese dolorcillo desapareció. Cuando salimos del hospital aún no había tenido la subida de la leche como tal, pero él ya había empezado a recuperar peso, así que algo de leche sí que salía. La pediatra del hospital donde parí me aconsejó iniciar una lactancia a demanda durante un par de semanas y después ir espaciando las tomas para darle cada tres horas.

Como ya expliqué en otro post, desde el principio Peque se quedó en nuestra cama y le iba dando tanto como me pedía, pero a la segunda semana comencé a desesperarme un poco, porque ni de coña aguantaba el niño tres horas sin mamar. La pediatra del CAP lo revisó en mi casa a los quince días del parto e insistió de nuevo en lo de las tres horas. Y me dijo: "No es tanto por él como por ti, acabarás agotada si le das a demanda". Así que durante un tiempo intenté espaciar las tomas. Era imposible. Acabé agotada, sí, pero agotada mentalmente de pensar qué era lo que hacía mal, por qué se me quedaba frito mamando, porque mamaba tanto rato...Así que deduje que igual había algún problema, quizás no se cogía bien y por eso se cansaba al mamar y se quedaba dormido (con la consecuencia de que al poco se despertaba y seguía mamando), quizás tenía mal el frenillo de la lengua. Yo que sé la de cosas que se me pasaron por la cabeza. Intenté acudir a un grupo de lactancia, pero era verano y sólo se reunían una vez al mes muy lejos de mi casa, por lo que no fue factible. Al final, después de investigar un poco por internet, me fui a una librería para buscar libros de Carlos González y me compré "Entre tu pediatra y tú". Aunque no es el libro en el que habla en exclusiva de la lactancia materna (ese es "Un regalo para toda la vida"), me aclaró muchas cosas y empecé a ver que si el niño crecía bien y todo estaba correcto a ojos de su pediatra, el que pidiese tan a menudo no era un problema. Acepté que la lactancia es a demanda, y pasé a vivirlo de otro modo. Y ya me vale, porque siendo veterinaria y habiendo visto tropecientos documentales de bichos, ya podría haberme dado cuenta antes de que si el resto de especies mamíferas del planeta no usa un reloj para alimentar a sus crías, los humanos no íbamos a ser distintos. Por fin decidí emplear todo mi tiempo a mi bebé, sin pensar en que tenía que limpiar la casa, o cocinar, o barrer. Mi trabajo a tiempo completo era mi hijo, y lo demás podía esperar.

Así pues, la lactancia estaba bien establecida y mi bichillo iba creciendo exponencialmente. Yo pasaba la mayor parte del tiempo en mi casa, pero en verano, la familia de Mr. X se desplaza a una casita que tiene en las afueras y allí conviven durante un par de meses. Como Mr. X tiene a sus otros hijos en esas fechas y ellos se lo pasan mejor en el pueblo, Peque y yo también nos instalamos en la casa.
Yo me llevo muy bien con toda la familia de Mr. X, en especial con su madre, que me cuida como a una hija, pero ni ella ni sus hijas, que también dieron el pecho en su día, están acostumbradas a la idea de la lactancia a demanda. El resultado fue que cada vez que Peque lloraba, ellas me decían que no podía ser por hambre, y yo me sentía algo incómoda. Si me veían con el niño al pecho me decían: "¿Otra vez mamando?, ¡pero si no puede tener hambre!". Sé que no lo decían con mala intención, pero poco a poco me dio cada vez más corte darle el pecho a Peque delante suyo, y en varias ocasiones me iba a otro sitio donde no me vieran o intentaba a distraer a mi bebito sin darle lo que pedía. Debería haberme resbalado lo que me dijeran y hacer la mía, pero no supe hacerlo. Aún así, mi pequeñajo seguía alimentándose sólo con mi leche, y si de día le había escatimado alguna toma, la recuperaba por la noche.

Pasaba el tiempo y se acercaba el momento de reincorporarme el trabajo, así que tuve que plantearme cómo iba a gestionar la lactancia en ese momento. Pero de eso, os escribo en otro post, ¡que me enrollo y me enrollo y esto queda larguísimo!

¡Buen finde!

lunes, 28 de noviembre de 2011

Alma de blog

¡Buenos días! Hoy he recibido un premio gracias a mi sister Drew:




¡Ayyy, sister, cómo sabes lo que me molan los premios, pillina, jajaja! Mil gracias, as always...(por el premio y por tus palabras).

Ya sabemos que premio suele ir unido a preguntitas varias, así que...let's go!


1. ¿Cómo te definirías a ti misma/o?

No me sé definir...(llevo un rato intentándolo, ¿eh?). Pero según el día, el momento y los astros, soy tirando a optimista, cariñosa, insegura, jocosa, meditabunda, observadora, ingenua, dubitativa, un desastre, soñadora, malhablada, mimosona...Yo que sé. ¡Probablemente se me puedan atribuir todos los adjetivos del diccionario dependiendo de cuándo se me pille!

2. ¿Qué es para ti la amistad?

Media vida. Justo hoy me rondaba escribir un post sobre mis amigas...y supongo que la respuesta a esta pregunta estará en esa entrada. 

3. ¿Crees en el amor vía internet? si crees, ¿te ha sucedido alguna vez enamorarte de alguien por este  medio?

Pues creer, creo, porque conozco algún caso cercano de amor cibernético, pero no me ha pasado nunca. No he llegado a intimar con alguien del sexo opuesto por estos lares.

4. ¿Qué te gusta más, el día o la noche y por qué?
 
Mmmm, cada cosa tiene su qué. Lo que tengo claro es que si tuviese que elegir entre vivir siempre de día o de noche, me quedó con el día y su Lorenzo.

5. ¿Para ti que va antes, el amor o el sexo?

Para mí, el amor, sin duda. Es que soy muy romanticona, qué le vamos a hacer...

6. ¿Café con o sin leche?

No bebo café. Es demasiado amargo para mí y para tomarlo lo inundo de azúcar, y eso ni es café ni es nada...Es curioso porque de pequeña sí me gustaba (tenía unos diez o doce años, y mis padres me preparaban un café con leche muy, muy clarito que me encantaba).   
        
7. Qué elegirías entre dos cosas, ¿recibir un beso de alguien enamorado de ti pero a quien tú no correspondes o besar a alguien a quien quieres pero que no te corresponda?
 
Pues no me gustan ninguna de las dos opciones, antes me quedo sin beso.
 
8. ¿Qué odias y qué te atrae de una persona?
 
Comienzo por lo que me atrae. Me atrae el sentido del humor, el conectar con alguien, la sensibilidad, las ganas de vivir...Odio...Bueno, no me gusta la palabra odiar, intento desterrarla de mi vocabulario. Diría que me desagrada la falsedad, el aprovecharse de los demás, el borderío gratuito, la falta de respeto...
 
9. ¿Crees en el amor a primera vista?
 
Sí creo, así se enamoró mi madre de mi padre...¡Aún tengo que explicar esa historia!
 
10. ¿A qué tres blogueros pasarías estas preguntas?
 
Pues a tres blogueras que sigo desde hace poco y que os animo a descubrir si no lo habéis hecho ya:
 
 
¡Misión cumplida!

viernes, 25 de noviembre de 2011

Colechando

Si hay algo que he aprendido en mi todavía reciente andadura como madre, es que antes de tener a tu bebito dices y piensas unas cosas, y una vez nace y la realidad se impone, te comes muchas de tus palabras. Y también es cierto, como le he oído decir a alguna mami, que se es mucho mejor madre antes de tener críos que una vez los tienes. Sí, la teoría una la tiene, pero luego...¡aaah!, luego, la cosa es distinta.
Me doy cuenta de que antes juzgaba muchas conductas que por desconocimiento consideraba raras en el mejor de los casos y contraproducentes en el peor.

Uno de los ejemplos de lo que hablo es el colecho. La primera vez que oí este bonito palabro fue en boca de un amigo que tuvo a su hijo hace ya unos cuatro o cinco años. Su mujer tenía muy claro que quería colechar con su niño y así lo hizo. En el caso de mi amigo, a él no le entusiasmaba la idea, y creo que valoraba negativamente tener al bebé en la cama porque restaba intimidad a la pareja. Cuando nos lo explicaba, yo alucinaba en colores, no había oído hablar jamás del tema del colecho y tal y como nos lo pintaba me parecía una muy mala idea. Ahí quedó la cosa.

Un tiempecito después me encontré recién parida en mi casa, con un bebé que reclamaba teta cada hora y sin poderme mover de la cama por el desastrín que tenía en mis bajos.

Consecuencia número uno: aprendí a dar de mamar estirada (¡y no veas lo que me costó después pillar la postura sentada!).

Consecuencia número dos: me quedaba frita mientras Peque se pegaba sus festines lácteos.

Consecuencia número tres: Peque dormía la mayor parte de la noche en nuestra cama.

Por aquel entonces tenía su moisés al lado de la cama, y al principio trataba de ponerlo a dormir allí después de alimentarlo, pero al final desistí, porque muchas veces se despertaba y yo no estaba para demasiadas maniobras. Un día, todo hay que decirlo, tuve un susto. Peque tenía un mesecillo, creo, y por la noche, después de darle de mamar, lo coloqué a mi lado, pero del lado del borde de la cama. Tenía montado un tinglado con el cojín de lactancia, etc. para hacer una especie de muralla anticaídas, pero falló. Se deslizó el cojín, debí colocar mal a mi regordete y se cayó al suelo. No se me olvida el ruido que hizo, qué susto más grande me llevé...Por suerte mi cama es muy bajita y no le pasó nada de nada, ni un rasguño, pero me dio mal rollo dejarlo dormir de ese lado, así que pasé a ponerlo entre Mr. X y yo. Con el paso de los meses, Peque ya se movía mucho más y no dormíamos demasiado bien, así que cogimos una cuna que nos habían dejado, le quitamos la baranda de un lado y la acoplamos a nuestra cama con el sistema que llaman sidecar. Ganamos muchísimo en comodidad.

Ahora Peque ya no mama, dejamos la lactancia sobre los catorce meses, y podría haber intentado ponerlo a dormir en su cuna en su habitación, pero resulta que su habitación está en la otra punta de la casa, y Peque se despierta una media de dos o tres veces por noche (últimamente algo menos si no está pachucho). Me es mucho más cómodo tenerlo al lado y calmarlo al instante cuando se despierta. Si me ve allí se duerme de nuevo rápidamente y yo consigo descansar de coña.

No sé cuando lo sacaremos de nuestra habitación. Creo que iremos haciendo como hasta ahora, según evolucione su sueño y sus necesidades. Porque además debo añadir que esto del colecho tiene algo adictivo. Cuando te acostumbras a tener el cuerpecito de tu bebé al lado y a oír su respiración...¡le pillas el gustito! Y entiendo que haya madres que lo escojan porque es lo que les pide el cuerpo.
Sobre el tema de la intimidad...Bueno, sí, creo que tener allí al niño hace que no te comportes como cuando no estaba, pero buscas alternativas. Además, lo que resta intimidad a una pareja, creo yo, no es tanto el tener al niño en la habitación como el hecho tener un niño, sin más. Aunque Peque duerma en otra habitación, si a media faena con mi churri el bebé se pone a llorar, pues me interrumpirá igualmente, así que...De todas formas es un tema que hablé mucho desde el principio con Mr. X, porque no quería que tuviese la percepción que tenía mi amigo cuando nos explicaba su experiencia. Mr. X nunca lo ha vivido mal, al contrario, está contento porque con nuestro sistema podemos dormir muchas horas y muy bien y él puede descansar divinamente.

Aparte de este amigo que comento, no conozco más gente de mi círculo de amigos/conocidos que coleche, así que me siento un poco un bicho raro (aunque sé que muchas familias lo hacen). Alguna vez he tenido que oír de gente cercana que es un mal sistema, que malacostumbraré al niño,...(lo peor, hace ya meses, que así podía asfixiar a mi hijo...). En fin, para gustos los colores. Yo no soy de discutir mucho, mientras no me ofendan, explico que ese es el sistema que yo he encontrado mejor para mi hijo y para mi familia y listos. Me recuerdo a mí misma hace años, cuando escuchaba a mi amigo y pensaba como piensan ahora otros. Quizás las circunstancias hagan cambiar de opinión a más de uno, o quizás no. Lo que importa es que nos respetemos y no juzguemos a los demás (y me incluyo en la lista, que aún me descubro juzgando a otras personas cuando sé que no debería hacerlo).

Et voilà, aquí una que colecha feliz entre sus dos hombrecitos.


¡Buen finde!

miércoles, 23 de noviembre de 2011

¿Cómo se te queda el cuerpo? (después de parir)

Cuando planeaba y deseaba con todas mis fuerzas quedarme embarazada, el cómo me quedaría el body después de tener a mi retoño me importaba más bien poco. Mejor dicho, ni se me pasaba por la cabeza. Pero una vez concebí a mi Peque y poco a poco vi como iba dilatándose mi abdomen, comencé a preguntarme qué iba a pasar con mi tripilla.

Antes que nada, debo explicar que yo soy un poco plasta con respecto a mi imagen. Plasta porque me paso la vida machacando a Mr. X (antes era a mi madre, que tenía una paciencia de santa conmigo) preguntándole si el pantalón me queda bien, si me ve más gorda, si estoy guapa...Plasta y replasta, lo admito. Pero nunca he pasado de ahí, es decir, jamás he hecho tonterías con la comida, dietas peligrosas o similares. Cuando quise perder peso fui a una dietista y con su régimen conseguí el peso que creo adecuado para mi (escasa) estatura. También debo decir que tuve una adolescencia durilla en ese sentido, y esas cosas marcan. Pasé de ser una niña fideo-esquelética a tener un cuerpo lleno de redondeces en apenas un par de años, y en el cole recuerdo algún cachondeito masculino a mi costa...Total, que me costó lo mío llegar a aceptar mi cuerpo y entender que por mucho que lo quisiera nunca jamás de los jamases tendría una figura esbelta. Al final me reconcilié con mi cuerpecillo y yo creo que con los años nos hemos llegado a querer mucho, jejeje.

Respecto al tema embarazo, mi primer recuerdo de una mujer recién parida fue allá por los catorce años, cuando una amiga de mi madre tuvo a su hija. Fuimos al hospital a verla y ¡oh, sorpresa! ¡Si aún tenía panza (blandengue en vez de turgente)! En mi feliz ignorancia, había imaginado que tras parir a la criatura el cuerpo volvía a ser el de antes ipso facto. Pues no, claro está. Tengo la imagen de su vientre grabada en la memoria, así que imagino que el descubrimiento me dejó alucinada...

Años más tarde, muchos más, estando yo embarazada de unos cuantos meses, tuve mi segunda epifanía. Vino una clienta a vacunar a su perrita y me preguntó cómo me encontraba, etc. Y de pronto, se me quedó mirando fijamente y me soltó: "El cuerpo te cambiará, vaya si te cambiará". Y me sorprendió que me lo dijese precisamente ella, que se le ve muy en forma...

Así pues, la duda seguía ahí. Porque después ves a las actrices y modelos de turno y te preguntas qué carajos hacen para estar recuperadas en dos semanas. En fin, como no tengo ni sus entrenadores personales, ni sus gimnasios caseros último modelo, ni sus cirujanos, ni su pasta, ni su tiempo, esta claro que con ellas no me puedo comparar (ah, se me olvidaba, tampoco tengo su cuerpo pre-embarazo, ¡jajaja!).

Con el tiempo, por supuesto, se ha despejado la incógnita. De recién parida tuve mi barrigolo blandengue de rigor, pero no sé cuánto tiempo, porque yo andaba más preocupada por el estado de mis bajos. Lo que sí sé es que a las dos-tres semanas ya usaba mi ropa habitual, y que al mes pesaba menos que antes de estar embarazada. Peeero, eso no quiere decir que mi abdomen luzca como antes, ni mucho menos. Durante meses me quedó una triponcia que sobresalía por la cintura del pantalón. Y aunque ha ido a menos, me ha quedado la parte superior del abdomen bastante dilatada. Por un tiempo pensé que quizás tenía diástasis abdominal (podéis ver aquí de que se trata), pero ahora veo que lo que tengo es flojera abdominal crónica. Es decir, que la musculatura me ha quedado blanda, blanda. Una fisio amiga de Mr. X me explicó como hacer abdominales hipopresivos, y he tratado de ser constante con el tema, pero veo que no hay nada que hacer, no logro sacar tiempo para eso, me aburre soberanamente. Y mientras Peque sea renacuajillo, el tema de ir a natación (porque el gimnasio en general no me pone nada) o patinar sobre hielo, queda aparcado. Así que, así como en la adolescencia aprendí a querer mi cuerpo como era, ahora estoy aprendiendo a amarlo ahora que me ha demostrado que aparte de serme muy útil para mi vida en general, ha podido traer al mundo a mi Peque. Eso sí, de vez en cuando blasfemo un poco al probarme algún vestido o similar y ver lo fofa que estoy, ¡jajaja! Y por supuesto Mr. X tiene que seguir aguantando mis eternas preguntas...

Me quedo con lo que me dijo mi amiga A hace unos meses. Les estaba explicando lo de mi abdomen dilatado a mis amigas y señalándolo les decía: "¿Lo veis? ¡Yo no tenía esto aquí antes!". Así que A señaló a mi regordete y me dijo con una sonrisa "Ya, pero tampoco tenías eso". Vale, ahí la has dao. Como dice mi abuela, el que algo quiere, algo le cuesta. Y yo feliz que estoy.

martes, 22 de noviembre de 2011

Missing

Pues eso, he estado un poco missing (o desaparecida, como se prefiera), porque los viracos han invadido la república independiente de mi casa...

Comenzó Peque hace una semana con fiebres altas, y tras la visita de rigor al Centro de Atención Primaria, el diagnóstico pediátrico fue de faringitis vírica. Mejoró bastante a los dos días (aunque por la noche vomitaba moco...cambio de pijama y sábanas cada dos horas, ¡ni en la pasarela Gaudí, oiga!), peeero, el jueves apareció de nuevo la fiebre. A todo esto yo con un trancazo del quince. Esta semana mi jefa se ha ganado el premio a Jefa Tolerante y Comprensiva del Año, porque entre lo que he faltado porque Peque estaba pocho y lo que he faltado porque yo estaba hecha un asquito...Suerte que llovía y los clientes brillaban por su ausencia.

Pues como decía, el jueves reapareció la fiebre. Mmm...¿Y ahora qué tiene? El viernes por la mañana fue a la escuela, y por la tarde lo llevé con su abuela. En el cole estuvo bien, pero algo decaído. Al llegar a casa de los abuelos, tachán, algo de fiebre otra vez y respiración dificultosa. La madre de Mr. X me dijo que me lo llevase pitando al hospital, que cuando el hermano de Mr. X era pequeño tuvo una pulmonía y empezó así. Total, que llamé al padre de la criatura con cierto acojone en el cuerpo y nos llevamos a Peque a urgencias pediátricas. Llegamos a las seis, más o menos, y nada más llegar nos dieron una pulserita de plástico identificativa súper fashion para Peque y un montón de pegatinas para los informes. La recepcionista me dijo con una sonrisa: "Sentaos, que ahora os avisamos". Ayyy, ilusa de mí. Estuve esperando hasta las ocho y media para entrar. Mientras tanto Mr. X se fue porque tenía que atender una visita en su clínica. La verdad es que Peque se portó bastante bien (y eso que a pesar de tener fiebre iba como una moto pidiendo "alala", que es galleta en su idioma, y corriendo de una persona a otra). En dos horas y pico me dio tiempo de saberme de memoria las caras de todos los nenes y padres que estaban esperando. Con algunos era fácil deducir por qué estaban allí (resfriados, caras enrojecidas por la fiebre, brazos en cabestrillo, chichones...), pero alguno me despistó por completo (como un chaval de unos catorce años, bien vestido con su uniforme, que estaba charlando tranquilamente con su mami y haciendo los deberes de inglés...ni idea de qué podía pasarle...).

Por fin nos llamaron para pasar y la enfermera nos preguntó por el historial de Peque mientras yo lo desnudaba y le ponían un pulsioxímetro en el pie (para medir las pulsaciones y la saturación de oxígeno). Le miraron la temperatura con su cacharro supersónico que da la lectura en un microsegundo y me dijeron que ya venía la doctora. Debió tardar como media hora, porque Peque se me durmió en brazos. Cuando llegó se disculpó por el retraso. La verdad es que viendo el percal en la sala de espera entiendo que no se pueda ir más rápido. Y el trato fue excelente por parte de todo el mundo, así que por mi parte ninguna queja. La doctora fue un encanto con Peque. Le hicieron una nebulización (que no le gustó nada de nada, tuve que entretenerlo mirando fotos de su papi en el móvil, que no veas lo papiadicto que está...), pero como mejoró sólo parcialmente, decidieron hacerle una placa. Aluciné con lo bien que se portó. Lo tendí en la camilla para la radiografía y le pusieron dos pesos en los brazos para mantenerlo quieto. Salí mientras hacían la placa y allí se quedó tendido y espachurrao, flipando con las lucecitas, imagino...

Total, que volvimos con la doctora y el diagnóstico definitivo fue una bronquitis. Nada grave, por suerte. De hecho esta semana se habla del tema en el Diario de una mamá pediatra. Eso sí, del pack de medicaciones que le dieron a Peque, ¡el Ventolín le puso como una moto y no había quien lo durmiera! Hoy mi pequeñajo ya está fresco como una rosa. Ya hemos pasado por la catarsis de la primera (y ojalá última) visita a urgencias...

lunes, 14 de noviembre de 2011

¡Estoy en racha!

Pues no puedo decir otra cosa, porque si mi último post iba de premios, ¡este también! Resulta que Nenica, de Aprendiendo de mis mellizos, me ha otorgado este fantástico galardón. ¡Gracias Nenica!



Y tengo que explicar siete cosas sobre mí. Allá vamos:

1. Me gusta mucho patinar sobre hielo. Cuando tenía quince años hice un par de cursillos y lo acabé dejando porque me parecía que la cosa no iba conmigo (vamos, que me pasaba más rato con el culo en el hielo que deslizándome grácilmente). Hará unos cuatro años (¿ya?¿tanto tiempo ha pasado?), mi amiga E y yo nos apuntamos juntas a clases de patinaje y esta vez mantuvimos el ritmo durante dos años, hasta que me quedé embarazada. Llegué mucho más lejos que cuando era adolescente, y estoy muy orgullosa de haber conseguido mi nivel de Patín de Plata, ¡jejeje! Eso sí, con el desentreno que llevo, si piso la pista será para volver a parecer un pato mareao...

2. Cuando tuve que decidir a qué me dedicaría profesionalmente estuve a punto de estudiar arte dramático. Siempre me ha entusiasmado el cine, y quería ser actriz. Al final opté por empezar una carrera "convencional" y dejar lo otro temporalmente. Y como mi carrera me gustó, me olvidé del cine. Hoy en día creo que no me equivoqué. Me da que lo de actriz no hubiese cuajado conmigo. Pero directora de cine, no te digo yo que no...

3. Soy muy mal hablada. Pero mucho. De casta le viene al galgo. Mi madre era capaz de construir frases sólo con tacos, y mi padre no se queda corto. En los últimos años, al vivir con Mr. X, que es más moderado que yo, he rebajado mi nivel de palabrotas, pero aún soy capaz de soltar alguna gorda.

4. Me encanta hacer pasteles. Es una afición reciente, y eso que mi padre es maestro pastelero. Nunca me había tirado mucho el dulce, pero poco a poco le voy cogiendo el tranquillo. Mi último hit: el Marmorkuchen (creo que Drew, de Viviendo en mi nube azul, me hace la competencia, jejeje).

5. Soy exfumadora. Fumé de los veinte años (aprox) a los 31 recién cumplidos. En mi casa fumaba to quisqui. Me gustaba fumar, pero sobre todo socialmente. En época de exámenes había llegado a los dos paquetes diarios. Me alegro mucho de haberlo dejado, es malo para la salud, te deja con una capacidad pulmonar bajo mínimos y tienes un aliento asqueroso. Pero tampoco soy una antitabaco. Respeto a la gente que fuma y no soy machacona con el tema. Creo que cada uno ha de hacer su camino para dejarlo, si quiere.

6. Me gusta vestir de negro. Bueno, en eso voy cambiando poco a poco, y ahora escojo prendas más alegres y vistosas, pero en general creo que el negro me favorece y me siento a gusto con ese color. Mis padres eran iguales, y a veces parecíamos la familia Monster...

7. No puedo salir de casa sin pintarme los ojos (raya y Rimmel negro). Cogí la costumbre en la facultad y ahora es marca de la casa. Sólo en verano y si estoy muy morena, renuncio a la pintura.

Pues ya está, ya he cumplido con mi misión. Ahora tengo que repartir el premio a doce blogs...¡Doce nada menos! Seguro que alguno ya tiene el premio...(si es así, disfrutadlo por partida doble...¡o triple!). And the winner are...:

-Mamá de un bebote. Porque me parto cada vez que leo sus entradas. Divertida y tierna como ella sola.
-Drew, de Viviendo en mi nube azul. Me dio mi primer premio hace poquito y me gusta mucho su forma de escribir y de pensar.
-Lady Vaga, de Dolce Far Niente. Sus post son la crème de la crème de las blogomamis.
-Jeza Bel de Vegamidulcedechocolate. En sus entradas nos descubre los villanos de la cara oculta de la tele, jejejeje...y de paso nos deleita con las dulzuras de su bebita.
-Mon petit bebe. Que tiene mucho curro con su pequeñuela ¡y se merece una dosis de ánimos extra-grande!
-Mamá de parrulin. Porque creo que me voy a hacer la presidenta del club de fans de su Parrulin. ¡Nos tiene extasiadas!
-Annie74, de Las cosas de mi pitufo. Es que su pitufo es muy tierno ¡y ya va en bici!
-Maria, de Mi pequeño koala. La conozco hace poquito, y me gusta mucho su blog, así que esta es una excusa para saber más de ella.
-Mama mimosa. ¡Porque tiene un nuevo inquilino en casa del que queremos foto!
-EstoEsParaUnaQueLoQuiereAsí. Un blog muy, muy divertido. Pero mucho, ¿eh?
-Anuda, de 9 meses. Debe estar a tope con su recién llegada y quizás no pueda ni contestar, pero así le envío ánimos cibernéticos.
-Catarfol, de Historias de un príncipe y cuatro princesas. También la ha conocido hace poco, y me gusta mucho pasarme por su rinconcito, os lo recomiendo.

PD: Edito y añado la foto del premio...Aixxx, si es que no sé donde tengo la cabeza. Gracias, Mamá de parrulin, por avisarme del despiste!

viernes, 11 de noviembre de 2011

Tenemos duende



¡Buenos días! Hoy estoy de muy buen humor, porque es viernes (y eso me encanta) ¡y porque Mamá de parrulín me ha dado un premio! Cómo me gusta esto de los premios, jejeje…
Resulta que con este duende hemos de pensar una palabra que nos guste mucho. La verdad es que no tengo una palabra preferida, y leyendo a las anteriores premiadas, han escogido muchas de las que me dan más buen rollo (como la elegida por Mamá de parrulín, una palabra que es un mundo). Pero bueno, lo he pensado un poco, y mi palabra escogida es GRACIAS.

Desde pequeñita mi madre me decía que hay que ser agradecida con la gente. Siempre estaba con aquello de: “¿Qué se dice, cariño?” cuando alguien me daba algo. Y lo tengo totalmente interiorizado. Me paso el día dando las gracias, a todo el mundo. Incluso en casa a Mr. X y a Peque, por supuesto (él ya lo está aprendiendo y me dice “aaatiá”, aunque aún no pilla mucho cuándo debe decirlo, sólo me imita). Y por la calle, me gusta ser agradecida e intentar ofrecer una sonrisa a las personas con las que me cruzo (aunque no todos lo días estoy tan happy…). Tengo comprobado que cuando estoy de buen humor y doy lo mejor de mí, los demás hacen lo mismo. Y me gusta ver que la otra gente también se comporta así. Creo que todos seríamos más felices si fuésemos más agradecidos.

Esta palabra también me hace pensar en mi abuela, que cuando yo era peque me explicaba que en sus tiempos, si alguien te decía “Gracias”, tú debías contestar “Tú las tienes todas”, y si querías quedar bien, entonces replicabas “Todas las que a ti te sobran”.

A otro nivel, me siento afortunada y agradecida con la vida. He pasado momentos duros y muy tristes, pero el balance general es muy, muy bueno. He tenido unos padres fantásticos que me han proporcionado un hogar cariñoso, unas amigas a las que siento muy cerca de mi corazón y que me alegran la existencia, un Mr. X que no me lo merezco, y un Peque que es lo mejor de mi vida. Así que cada noche doy muchas gracias por todo. Y también doy las gracias a todas las blogueras que he conocido en las últimas semanas y que han hecho de este blog un rinconcito cálido al que me gusta venir a diario. Así que ¡gracias! (especialmente a Mamá de Parrulin por el premio, of course).

Y como hay que repartir el premio a cinco blogs más, ahí van mis premiadas:

-Laura Nogueras de Mi mamá me canta, que tiene un blog fantástico sobre música.

-Pajaguja, de Agujas en el pajar. Está metida en muchos proyectos, ¡pero seguro que saca tiempo para recibir un premio!

-Mamá sin complejos, que me ha resuelto el menú del fin de semana, ¡jajaja!

-Nenica, de Aprendiendo de mis mellizos, a la que he conocido hace poquito y me divierte mucho con las historias de sus pillines.

-Loulou y Cía, que se curra mucho las entrevistas que nos ofrece y se merece este premio.



¡Buen fin de semana!

jueves, 10 de noviembre de 2011

Conciliación Real Ya

Hacía unos días que quería enlazar mi blog con el de Conciliación Real Ya, pero hoy, aprovechando la estupenda entrevista de Loulou y Cia a Marta Gual, del blog Mà amb mà, pell amb pell, cor amb cor, tengo la excusa ideal para hacerlo.
Ya he hablado en alguna ocasión de lo imposible que es en mi sector (como en tantos otros) conciliar vida profesional y familiar. Más tratándose de una empresa pequeña en la que si yo no estoy, no hay nadie para cubrirme. Creo que la solución pasaría por unos horarios comerciales-laborales diferentes, en los que se apostase por las jornadas intensivas. Pero cambiar la mentalidad de un país no es fácil, desde luego. Yo por ejemplo, salgo del curro al mediodía a la una y no vuelvo a entrar hasta las cinco. Cuatro horas para comer. Ni que decir tiene que aprovecho ese rato para ir a buscar a Peque al cole más pronto que el resto de sus compañeros y poder pasar un rato con él esas horas. Si no lo hiciese así, no lo vería desde las nueve y media de la mañana hasta las nueve de la noche. Es decir, que prácticamente sólo compartiríamos unas dos horas al día.
Por otro lado no puedo permitirme dejar de trabajar, porque necesito mi escaso sueldo para llegar a fin de mes. Y tampoco deseo dejar de hacerlo. Me gusta trabajar. Así que creo que el movimiento de Conciliación Real Ya es necesario, y cuantos más seamos más cerca estaremos de encontrar una solución.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Casi, casi, casi

Ayer tuve un día de descargas adrenalínicas a tutiplén. Ahí van los tres hits del día.

Descarga number one. De camino al curro hay un paso cebra que tiene mucho peligro. Mientras está verde para los peatones, está ámbar para los coches (que giran a la izquierda desde una avenida bastante grande). Los vehículos suelen bajar folladísimos, y cuando se dan cuenta del ámbar ya están en medio del paso cebra. Normalmente echo un vistazo antes de cruzar (y mil veces tengo que esperar a que pase el coche o de lo contrario me lo como). Ayer bajaba pensando en mis cosas y justo a la mitad del paso cebra oí un frenazo de los que te dejan petrificada. Me giré con las piernas temblando y vi que el coche había conseguido frenar unos centímetros antes de chocar conmigo. Le señalé el semáforo aún aturdida y va el tío y me hace una señal con la mano como diciendo :"Pasa, pasa, que no ha sido para tanto...". Me lo hubiese comido, pero no me gusta dar rienda suelta a mi belicosidad y acabé de cruzar la calle. Una señora que paseaba su perro me dijo "¡Qué barbaridad!". Pues sí señora, un bárbaro troglodita era el que conducía ese coche. Tardé varios minutos en poder caminar normal sin que el tembleque de las piernas no me hiciese tropezar...Al llegar al trabajo conecté con la página web del ayuntamiento y formalicé una queja sobre la peligrosidad de la zona, porque además está al lado de una residencia de ancianas y cualquier día puede ocurrir una desgracia. A ver si me hacen caso...

Descarga number two. A media mañana llegó a la consulta una clienta de toda la vida con su perrito, que se había enganchado una uña en un mueble y no paraba de quejarse. Lo intenté explorar, pero le dolía tanto que no me dejaba ponerle la manos encima. Le propuse a la propietaria sedar al animal para poder curarle y le pareció bien. Siempre da yuyu una sedación, porque no deja de ser un procedimiento con riesgos, pero a veces no queda más remedio. Total, que le puse la medicación, le fui curando la herida y de pronto el perro empezó a respirar mal. Su frecuencia cardíaca estaba bajo mínimos y la propietaria se dio cuenta de que la cosa no iba bien. Yo guardé la calma e hice lo que debía, pero ya notaba mi corazón martilleando con fuerza y dejándome otra vez temblorosa...Al final se controlaron las constantes y el perro se recuperó sin problemas. Qué mal lo llego a pasar a veces en estas situaciones...

Descarga number three. Al mediodía, a la hora habitual, fui a buscar a Peque al cole. Justo antes de salir de clase siempre se va directo a un armario y a grito pelao comienza a pedir "¡Pa, pa, pa, pa, pa!". Vaya, que quiere pan. Y su profe le da un palito de pan de los que guardan para picoteo. Me fijé que era un poco más grande de lo habitual, pero a Peque no pareció importante y lo cazó al vuelo. Nos fuimos a casa a buscar a nuestro perrote y lo llevamos a pasear al parque. Normalmente dejo a Peque en su sillita mirando las palomas o lo que sea que suceda por allí mientras yo paseo al perro. Habían dos personas más en el parque: un chaval joven a lo lejos hablando por el móvil y un hombre sentado y durmiendo al sol. Yo iba con mi perrote dando un garbeo y lo llevé a beber agua a la fuente. Peque me miraba y de pronto se puso a sollozar. Pensaba que quería que lo sacase de la silla y empecé a caminar hacia él cuando me di cuenta de que se estaba ahogando. Podía respirar parcialmente, pero se iba poniendo rojo por momentos. No puedo explicar lo mucho que me asusté. De refilón vi que el chico joven se iba y el que dormía no sé si se despertó o no por mi agitación. Saqué a Peque de la silla y lo puse boca abajo. En un par de sacudidas escupió el trozo de pan que se le había atragantado. Lloraba y estaba totalmente congestivo. Lo abracé, le canté, lo calmé y me calmé yo también...Al irme vi que el señor de la siesta ya estaba despierto, el otro no estaba. No sé si desde fuera se veía mi apuro, pero yo creo que sí, y me sorprende que ninguno de los dos se acercara a ver qué pasaba. En fin...Nos fuimos a casa a merendar algo blandito y vi que Peque que estaba perfecto, pero madre mía, fue el peor susto de los tres del día.

La verdad es que una vez pasada cada una de las situaciones me quedé tranquila y sin darle más vueltas. Sólo al llegar a casa y hacer inventario mental del día vi que podría haber sido mucho peor. Casi me atropellan, casi se me muere un paciente y casi...eso no quiero ni pensarlo siquiera. Total, que por suerte, o porque mi ángel de la guarda ayer hizo horas extras, mi día acabó pudiendo dar las gracias porque sólo fuera casi, casi, casi malo.

martes, 8 de noviembre de 2011

¿Un hijo, dos, o familia numerosa?

Hace ya tiempo que le doy vueltas a escribir una entrada sobre este tema, pero es que esta semana me viene que ni pintado, luego explico por qué.

Desde el primer momento en que me planteé la maternidad me visualicé como madre de un solo hijo, y eso se debe a dos razones principalmente.

La primera es que soy hija única, y para mí ha sido una muy buena experiencia. No recuerdo haber echado de menos un hermano. Quizás en algún momento me imaginé cómo sería tenerlo, pero era más por curiosidad que por otra cosa. Lo que no me gustaba era lo que me solía decir la gente cuando mencionaba que era hija única. No habré oído veces que los hijos únicos son unos mimados egoístas que no saben compartir...Pues dependerá de cómo te eduquen, digo yo. Está claro que si los padres deciden no tener más prole, ese único vástago podrá disfrutar de más recursos económicos que si los tuviera que compartir con un hermano, pero una cosa no implica la otra, ¿no? Por otra parte, mi madre no tenía buena relación con sus hermanos (eran cinco), y mi padre, que era de familia súper numerosa -siete hermanos-, siempre dice que se aguantan porque cada uno vive en un país diferente. Así que viendo el percal no me daban muchas ganas de probarlo en mis carnes.

La segunda razón es que Mr. X tiene tres churumbeles de su relación anterior, y cuatro ya es un número que marea. Cinco ni te cuento. Desde que decidimos tener descendencia estuvo claro que sólo tendríamos un hijo. Y por supuesto me parecía bien.

El tema es que después de haber tenido a mi Peque, a mi me han quedado ganas de repetir. Probablemente no lo haría tanto por el hecho de darle un hermano a Peque (porque tiene tres hermanos de padre que lo quieren y lo miman muchísimo) como por el de repetir la experiencia. A veces he tanteado un poquito a Mr. X, pero él es más racional que yo, y me hace ver que nuestra economía no da para tanto (si no fuese por eso, a él le encantan los niños, y ya me dice que si nos tocan los Euro Millones, vamos a por el segundo, ¡jajaja!).

A lo que me refería al principio del post es a que este mes he tenido un sustito (sustazo más bien) y pensaba que nos había fallado la tecnología antibaby...Por si las moscas me he hecho un test y nada, se ha quedado todo en el susto. Lo curioso ha sido darme cuenta de que durante los días en que he barajado la posibilidad de estar embarazada lo he pasado francamente mal. Sobre todo por Peque. Con él voy a tope, siempre ha sido un niño muy demandante, y por la noche aún duerme con nosotros. Si hubiese tenido un bebé tendría que haber acelerado el paso de Peque a su cuarto, yo hubiese ido demasiado cansada y encima con barrigolo (y después con el bebito). Me parecía terriblemente injusto para mi Peque, no quería dedicarle menos atenciones. Así que al ver el negativo en el test me he quedado muy, muy tranquila y relajada. Y Mr. X me ha sorprendido muy gratamente. Los primeros días de "duda" no me atreví a decirle nada, porque va muy estresado con un proyecto del trabajo y está acusando el cansancio. Preferí no darle una preocupación extra, pero al final ya no pude aguantarme y le comenté lo que pasaba. ¡Y se lo tomó muy bien! Supongo que esperaba que realmente sólo fuese una falsa alarma y me tranquilizó con su actitud.

Me he dado cuenta de que de tener otro hijo no desearía que fuese antes de que Peque tuviese por lo menos tres añitos (y aún así se me haría extraño pensar en "compartir" el amor que siento por él con otro niño). Y también he visto que Mr. X es aún más generoso y cariñoso de lo que ya sabía que era.

Ahora, una pequeña confesión. A pesar de todo lo explicado, en el fondo, en fondo, muy en el fondo, una chispilla de ilusión sí que he sentido al hacerme el test. ¡Mis contradicciones y yo!

jueves, 3 de noviembre de 2011

Mamá et moi

Lo de recordar mi infancia ha dado pie a explicar la historia de mis padres, peeeero, antes de explicar esa historia, primero hay que contar otra, la de mi madre y mía...Lo entenderéis enseguida.

Mi madre fue la mayor de cinco hermanos. Tenía buenos recuerdos de su infancia, a pesar de que no fue fácil...Sus padres emigraron a Francia para ganarse la vida, y por aquel entonces los franceses les tenían una tirria inmensa a los españoles, así que la adaptación se las trajo (idioma nuevo, costumbres distintas...). Pero era una chica lista, y aprendió francés en tiempo récord. Más aún, antes de acabar el curso era la mejor de la clase en gramática francesa, cosa que jodía tanto a sus compañeros como a sus profesores. Era una alumna brillante, y quería estudiar medicina.
Pero las circunstancias cambiaron y mi abuelo decidió que se volvían a España. Todo se torció. Las cosas no iban bien y mi madre tuvo que dejar los estudios para ponerse a trabajar. Mi abuelo era pintor y dibujante de comics y le enseñó lo que sabía para que ella, que era buena con la pintura, le echase una mano pintando cuadros "a peso" para un marchante de arte. Ella no escogió ese camino, le fue totalmente impuesto, pero con los años se convertiría en una pintora excepcional. Alternaba trabajos diversos con la pintura, y mientras tanto, el ambiente en casa cada vez era más asfixiante (mi abuelo se transformó en una persona controladora y de carácter más que difícil, y no le pasaba una). Cuando le surgió la oportunidad de trabajar durante unos meses en una ciudad de Francia no se lo pensó dos veces.
Estuvo fuera cerca de un año y pudo disfrutar de la independencia por primera vez. Tuvo sus amoríos e incluso un ligue más o menos serio. Pero el trabajo acabó y tuvo que volver a casa. Unos días antes de viajar a España visitó a una tarotista. No sé por qué lo hizo, pero recibió una información privilegiada: "No vas a volver sola". Mi madre le dijo que se equivocaba, que dejaba al novio que tenía en Francia y que viajaría sin amigos. Pero la mujer insistía...y no se equivocaba, porque poco después de llegar a España, mi madre descubrió que sí había viajado acompañada, porque estaba embarazada. Por supuesto, la noticia fue una bomba en la familia, y no quiero ni pensar lo que tuvo que soportar. Pero decidió seguir adelante en una época en que las madres solteras estaban muy mal vistas.
Unos meses después aparecí yo en escena, una niña, como ella deseaba. Mi padre biológico supo de mi existencia porque mi madre se lo explicó, pero ella no quería nada de él, lo informó para que lo supiese y nada más. No aceptó que me diese sus apellidos. Guardó algunas fotos suyas por si en alguna ocasión yo tenía curiosidad, pero mi abuela las encontró y las rompió, así que de ese hombre sólo sé su nombre y que tenía dos hijos más. Sí, en algún lugar del mundo tengo dos medio hermanos. Mi madre siempre me habló con total franqueza de mis orígenes y jamás ha supuesto un problema para mí conocer la historia ni explicarla si alguien pregunta. Cuando se la conté a mis amigas del instituto (que siguen siendo mis mejores amigas) no podían entender que yo no tuviera más curiosidad y me propusieron viajar a Francia en lo que venía a ser una especie de misión secreta adolescente para encontrar a mi padre biológico...Mucha peli habían visto. Y yo les decía: "¿Para qué?¡Si yo ya tengo un padre!". De cómo mi madre conoció a mi padre (el que me ha criado) os hablaré otro día...Esto parece una telenovela, ¡jajaja!
To be continued.

viernes, 28 de octubre de 2011

Mentirijillas paternas

Hoy estaba recordando cosas de mi infancia y pensaba en que mis padres tenían una habilidad fuera de serie para contarme todo tipo de bolas y que yo me las tragase hasta el fondo. Los motivos solían responder a dos motivaciones principales: tomarme el pelo o protegerme de alguna manera. Ahí van un par de historias...

Mi padre es alemán (un día os explico la historia de amor de mis padres, que siempre me ha emocionado mucho) y cuando yo era peque, solíamos ir de vacaciones a Alemania. Nos alojábamos en la casa de unos campesinos que alquilaban habitaciones. No recuerdo cómo los contactaron mis padres por primera vez, pero cada año repetíamos. Su granja estaba situada en una carreterita bávara con un nombre ideal: la Romantische Strasse. Desde allí programábamos excursiones al castillo del rey Loco (el Neuschwanstein, que para mí era un castillo de cuento de hadas), a los pueblos pintorescos de la zona, y al bosque. Me encantaba ir al bosque. Buscábamos setas y las llevábamos a la granja. Allí la campesina descartaba las venenosas (¡glups!) y con las comestibles nos hacía una sopa que era un pecado de lo buena que estaba. Uno de los años que viajamos allí había una plaga asquerosa de avispas (imagíneseme corriendo de un lado a otro y chillando cada dos por tres) y para ahuyentarlas íbamos equipados con unos matamoscas. Yo estaba harta de tanto insecto, la verdad. En los bares colocaban jarras de cerveza en cada mesa para que las avispas fuesen allí a morir de coma etílico...En fin, que me despisto...Un día de los que íbamos al bosque, mis padres me dijeron que como en los árboles se había acumulado mucha resina, cuando pasase debajo de un árbol debía colocarme el matamoscas en la coronilla. Pos vale, tú me lo dices, yo me lo creo. Por allí andaba yo, dando botes y buscando sapos con el matamoscas en la cabeza. Al final ya se me olvidaba lo de la resina e iba a lo mío, la caza del sapo. Y cantaba (ojo al dato a lo cursi que era): "¡Un sapito sapón para mi colección!". Por cierto, en una de estas, persiguiendo a un sapito hasta el agujero que había en la base de un árbol, salió una pedazo bestia de batracio que me pegó el susto del siglo con su "CROA" de ultratumba...Ese bicho debía pesar medio kilo por lo menos y salí corriendo y gritando como la niña de ET...Bueno, a lo que iba...Al día siguiente mis padres me confesaron que en realidad lo que había en los árboles era una plaga de garrapatas de tres pares de cojones. Caían desde las alturas y habían picado a bastantes personas...Me pillé un cabreo monumental, me sentía indignada porque no me hubieran dicho la verdad desde el principio. Claro que si lo hubieran hecho, la menda no pisa el bosque ni de coña...

De vez en cuando, mis padres se iban de escapada romántica y me dejaban al cuidado de mi abuela. En una de estas, yo, con ganas de tocar las narices, les conté una mentira. Cuando me llamaron para saber cómo iba todo les expliqué que en el armario de los abrigos había encontrado polillas y que habían destrozado toda la ropa. Y se lo creyeron, jejejeje. Me encantó ser yo por una vez la que les colaba un gol. Unos meses después se fueron otra vez de finde, esta vez a San Sebastián y coincidiendo con el Festival de Cine. Me llamaron para darme el parte del día y mi madre comenzó a explicarme súper emocionada: "¡No te lo vas a creer! Hemos ido a cotillear un poco al Festival y ¿¿¿a que no sabes a quién hemos visto??? ¡A Tom Cruise!". Lo confieso, en aquella época me tenía el corazón robado (ahora no me gusta nada...), y esa noticia me dejó en estado de shock. Me explicaron detalles del encuentro, yo babeaba, estada lerda perdida. Y de pronto mi madre me dice: "Por cierto, Tom estaba un poco raro, tenía cabeza de polilla". ¿Eh? ¿De polilla? Mecagoen...sí, me estaban tomando el pelo. Ni Tom Cruise ni leches habían visto, era la venganza por mi bromita...

Me pregunto si seré igual de malévola con Peque, jejejeje. A mi me da que sí...

¡Buen finde!

jueves, 27 de octubre de 2011

No llores

A veces en mi profesión vivo momentos muy emotivos, a flor de piel, y eso ocurre sobre todo cuando debo eutanasiar a un animal. No es fácil, pero con la experiencia eres capaz de vivir la situación con la distancia suficiente como para no pasarlo demasiado mal. A veces es imposible, porque tú estás sensible o porque le tienes un cariño especial a ese animal o cliente. Pero no es de eso exactamente de lo que quiero hablar...

Hace unas semanas tuve que eutanasiar a la gata de una clienta. Esta chica, a la que llamaré L, tiene un hijo de unos cuatro años aproximadamente. Solía venir a las visitas sola o con el niño. Así como hay niños que lo miran todo con curiosidad, te hacen preguntas sobre su animalito, te piden que les enseñes el fonendo...este niño es de otro tipo, de los que no se interesa mucho por el bicho y se dedican a interrumpir continuamente porque quieren irse al parque. Muy ocasionalmente L venía con su marido, un hombre de cuarenta y tantos, trajeado, inmaculado y profundamente arrogante. Yo periódicamente tenía que sedar a la gata para poder cortarle el pelo en la peluquería, cosa que no me gustaba hacer con frecuencia porque tenía un soplo cardíaco. En una de esas ocasiones apareció el marido, que es médico. En vez de preguntarme por el proceso de la sedación en lo que podría haber sido un intercambio de conocimientos, me habló con autosuficiencia y vino a decirme que si se moría la gata mala suerte...

Un día vino L llorando con la gata y el niño porque se había encontrado al animal en casa prácticamente agonizando. Le sugerí la eutanasia porque la gata era muy mayor y estaba muy enferma, y L se bloqueó, no era capaz de tomar una decisión. Llamó a su marido y pude intuir por la conversación que él no se estaba mostrando muy comprensivo. L me pidió que por favor esperásemos a su marido (ya era la hora de cerrar) y así lo hicimos. Cuando llegó y vio el percal le dijo a L que estaba claro que había que eutanasiar. Mientras yo lo preparaba todo, L no paraba de sollozar, cosa que me parece de lo más normal y a lo que estoy habituada. El niño miraba sin entender mucho qué pasaba, y su padre se iba sulfurando por momentos. De pronto, se giró hacia su mujer y le dijo: "¡No llores! ¡Deja de montar el espectáculo! ¿Quieres que el niño te vea así, llorando sin parar? ¡Yo veo la vida y la muerte cada día!". L contestó en un susurro que ella no estaba acostumbrada como él a esas cosas y trató de sorber los mocos y aguantar el llanto para no enfurecer más a su marido. Me sentí fatal, tenía ganas de echar a ese hombre fuera de la consulta y animar a L a que llorase todo lo que quisiese. Y de hecho, como él se marchó antes, fue lo que hice, consolarla y tratar de hacerle ver que era normal expresar su dolor. Hice mi trabajo y ellos se fueron.

Cuando volvía a casa iba pensando en lo ocurrido, en que me entristecía que L tolerase que la tratasen así, que ese hombre no sabía lo que era la empatía (¡si alguna vez voy a parar a su consulta pienso salir corriendo!)...y sobre todo, pensé en el niño. Viendo como se comportó su padre, entiendo más cosas de su carácter. Quizás, su padre fue un niño al que también le prohibieron llorar.

martes, 25 de octubre de 2011

¿Niño o niña?

Hace años alguien me explicó que en los pueblos, cuando nacía un bebé, las campanas de la iglesia repicaban de forma distinta para anunciar si el recién nacido era niño o niña de esta forma:

No és nen, que és nena, no és nen, que és nena (niña).

No és nena, que és nen, no és nena, que és nen (niño).

No tengo ni idea de si esto se sigue haciendo. Mucho me temo que las modernidades habrán sepultado una costumbre bien bonita.

De jovencita me hacía ilusión tener un niño, porque era algo distinto a lo que había vivido en mi familia, donde las chicas ganaban de mayoría. Además siempre pensaba que lo llamaría David (porque me gustaba un chico que se llamaba así). Pero a medida que fueron pasando los años cambié de opinión. Mi madre me contaba que cuando supo que estaba embarazada sólo podía concebir que yo fuese una niña, no quería un niño para nada. Supongo que esa idea caló en mí, y comencé a pensar lo mismo que ella, que yo quería una niña. Mi madre y yo hablábamos mucho de mi posible maternidad. Sobre todo porque en esa época Mr. X no quería más hijos y a mí me preocupaba mucho el tema, llegando a plantearme si seguir con él o no. Ella siempre me decía que le hacía ilusión que yo tuviese una “rorita” (era su forma de llamar cariñosamente a los bebés).

Supe que estaba embarazada dos años y medio después de la muerte de mi madre, y deseé más que nunca que ese bebé fuera niña. Cuando en la segunda ecografía me dijeron que parecía un niño me quedé inmóvil en la camilla. Sabía que era cara o cruz, pero esperaba que fuese como yo quería. De todas formas, lo que importaba es que estaba bien, y tuve varios meses por delante para mentalizarme. En general no fue algo que me quitase el sueño, pero a veces veía madres con sus hijas por la calle y pensaba en mi propia madre. Creo que había concebido la maternidad como una manera de revivir mi vínculo con ella, y era un error. Me di cuenta de que el hecho de tener un chico era la mejor forma de no esperar nada del tipo de relación que tendría con él, de no estar comparando siempre. Partía de cero, y esa idea comenzó a motivarme mucho.

Me fijo mucho en las madres con sus hijos, chicos y chicas, y ahora sobre todo en los niños. Y veo cosas que antes no veía. Como los chicos y hombres de mi familia materna eran muy brutotes y peleones creo que de alguna manera mi imagen mental de los varones iba en ese sentido (imagino que por eso mi madre siempre quiso una “rorita”). Ahora veo a chicos sensibles, que ayudan a sus madres, que hablan con ellas, que son cariñosos. He desechado los clichés que tenía. Todavía es pronto para saber qué tipo de relación tendré con Peque, pero espero que sea feliz para los dos y llena de amor y compresión. Me siento la madre más satisfecha y feliz del mundo.

Por cierto, al final a Peque no le llamé David...

viernes, 21 de octubre de 2011

¡Premio!



Hoy Drew, de Viviendo en mi nube azul, ¡me ha dado un premioooooo! Y me ha hecho mucha ilusión. Supongo que ya conocéis de sobra a Drew, pero si no es el caso, su blog es de los primeros a los que me enganché en esta aventura cibernética y me encanta, se lo curra un montón (¡no sé de dónde sacas tiempo para trabajar, ocuparte de tus peludos y escribir dos blogs!). Así que el hecho de que ella haya sido la que me ha premiado me emociona especialmente.

No hay premio sin sus preguntas correspondientes, así que, allá voy…

1. Escribir el título de tres canciones favoritas.

Difícil misión, la verdad, porque debo haber tenido miles de canciones favoritas. Me he dejado llevar por una especie de lluvia de ideas y he colado las tres primeras que me vienen a la cabeza:

-“With or without you" de U2. Un clásico. Pero yo lo asocio a mis comienzos con Mr. X, así que le tengo mucho cariño.

-“Bohemian Rapsody” de Queen. Mi madre era una fan absoluta de Queen. Cuando pintaba (era pintora, y muy buena) ponía música en su estudio a tope, toda la casa vibraba, y esta era una de sus favoritas. Cuando murió tuve que ser yo la que preparó el funeral y ella siempre me dijo que no quería algo triste y deprimente, así que pusimos Queen a toda mecha. Como a ella le habría gustado.

-“Be my man” de Asa. Esta canción la descubrí hace poquito. Una amiga, A, me pasó un USB con fotos de Peque de su cámara y una selección de canciones que le gustaban. Esta me ha enganchado.

2. Contar un sueño.

Yo suelo soñar cosas rarísimas y elaboradísimas, tanto que me puedo tirar media hora para explicar un sueño (cosa que poca gente aguanta…mi amiga E es de las pocas que lo hace, supongo que porque a ella también déjala correr con lo que sueña…). El caso es que no consigo recordar ninguno digno de mención, pero prometo que el primer sueño que valga la pena relatar va directo al blog.

Ahora tengo que darle yo el premio a otro blog (¿uno, dos, más?). No tengo ni idea de si ya lo tendrán, pero se lo doy a…

-Mama mimosa. Su última entrada me tocó la fibra sobremanera, espero que se cumplan todos sus sueños.

-Mama de parrulin. Me encanta como habla de su Parrulin y sus paranoias mentales (en el buen sentido, ¿eh?, véase el post que le dedica a Blancanieves, un must!).

-Annie74, de Las cosas de mi pitufo. Su pitufo es un encanto y ahora es muy mayor, pasaros y os lo cuenta.


Estoy muy contenta, porque si bien en lo profesional esta semana ha sido asquerosilla (un montón de casos “brownie”, es decir, marrones de índole diversa) en lo personal he tenido otro premio: ¡Peque ha aprendido a dar besos! Me derrito cada vez que le pido un besito y me lo da. Todavía no domina el sistema de retención de saliva, así que son besitos babosetes, pero yo encantada de la vida. Además se le ve feliz y contento cada vez que nos besuqueamos. Me encanta.

Y con esto y un bizcocho...¡Buen fin de semana!

martes, 18 de octubre de 2011

Reinventarse

Desde que tengo a Peque mis hábitos de lectura han cambiado sustancialmente. Antes siempre cogía un libro al irme a la cama por la noche. Desde que nació el rubiales me quedo frita casi con el último bocado de la cena, así que de leer poco. Como voy caminando al trabajo, tampoco puedo aprovechar ese ratito que otros tienen en el tren o el autobus. Así que he encontrado mi propio método. Leo por la calle. Sí, un poco freaky, pero me funciona. Escojo calles muy poco transitadas que me conozco de memoria y voy leyendo mientras paseo (no todos los días, sólo cuando estoy en modo "devoralibros").

Y ahora mismo estoy enfrascada en la lectura de un libro que me está atrapando muchísimo. Se trata de "Reinventarse", del Dr. Mario Alonso Puig.

Me lo compré porque había visto alguna entrevista de este médico y me parecía muy interesante. Y me tiene entusiasmada. Me encantaría ser capaz de aplicar cada una de sus enseñanzas, pero me conozco y sé que mucho se quedará por el camino. De todas formas, algunas de las cosas que explica ya las conocía de otras lecturas y algo sí he sabido usarlo en mi vida cotidiana.

El libro habla sobre cómo podemos mejorar nuestra vida al darnos cuenta de la cantidad de comportamientos automáticos y nocivos que tenemos ante las dificultades. Habla de los filtros que nos hacen percibir sólo parte de la realidad, una realidad muy sesgada y limitante. Habla de los muros mentales que construímos para mantenernos en una zona de confort, conocida, previsible, pero nada enriquecedora. En definitiva, lo que pretende es que cada uno de nosotros explote todo su potencial, se abra a la vida y sus oportunidades y evolucione en aquellas facetas que quiere mejorar.

Y al ser médico, expone cómo nuestro cuerpo reacciona a nuestros pensamientos de forma tangible y mensurable. Ese es un concepto que me apasiona. Me encanta que un médico se preocupe tanto por ello. Estoy convencida de que ante la enfermedad somos capaces de sanar (o al menos de colaborar mucho en la curación) si mantenemos una actitud positiva y de crecimiento personal. Y quien dice una enfermedad, dice una adversidad.

También habla de que nuestra forma de pensar moldea literalmente nuestro cerebro, algo que aprendí hace unos años. Leí en un artículo que cuando nos preocupa algo o recordamos algo doloroso de forma repetitiva e insistente, el "camino neuronal" que supone ese recuerdo se refuerza y cada vez se presenta con más facilidad. Si queremos superar algo hay que cortar con los pensamientos negativos. Y tuve la oportunidad de experimentarlo en primera persona. Cuando murió mi madre no dejaba de recordar los malos momentos, el sufrimiento, el dolor. Hasta que dije basta. Cada vez que me asaltaba una imagen triste o dolorosa la frenaba y trataba de evocar algún momento feliz de cuando estuvo enferma. Así una y otra vez. Y lo conseguí, al final inundé mi cabeza de recuerdos positivos y son los que tengo cuando pienso en ella.

Lo dicho, toca reinventarse.

viernes, 14 de octubre de 2011

Y después del parto...

...viene el posparto. Y en mi caso fue algo durillo.

El día que parí me sentía exultante de felicidad, pero también bastante cansada (y por lo que me decían, estaba paliducha). A medida que pasaban las horas comencé a notar ganas de hacer pipí, pero como me habían puesto la epidural no tenía permiso para levantarme hasta las seis y media de la tarde. Me ofrecieron la opción de usar la cuña, y les dije que no sería capaz de orinar ahí, que me dejasen ponerme de pie, pero no había tu tía. Lo intentamos con la cuña, pero fui incapaz (es un invento del demonio, ya lo había probado en mis otras operaciones de rodilla y jamás he sido capaz de echar gota en ese cacharro). Así que nada, a esperar a la hora convenida. Cuando por fin me dieron permiso vinieron tres enfermeras muy amables para ayudarme a incorporarme (yo pensé: "¿Tantas? Jolín, que tampoco es pa tanto..."). Y menos mal que me cogieron, porque al dar cuatro pasos y dirigirme al váter (en el que por cierto también me habían colocado la dichosa cuña ahí, pesaítas...), me fui al suelo. El primer desmayo de mi vida. Totalmente surrealista, porque mientras perdí el sentido, delante mío comenzaron a desfilar unos músicos de jazz en la calle...(¿?, una amiga me dijo que a ella le había pasado algo similar al desmayarse en una ocasión, también vio músicos, qué cosa...). De pronto recuperé la consciencia, me noté empapada en un sudor frío y me vi a las tres enfermeras delante mío dándome aire y diciendo: "Ya está, ya recupera el color, ya está guapa...". Y pum , fundido a negro de nuevo. Segundo desmayo de mi vida. Total, que de mear nada. Directa a la cama otra vez. Pero claro, tenía la vejiga a punto de explotar, así que decidieron sondarme.

Yo recordaba el sondaje en el paritorio, y que no me había molestado nada (ofuscación mental del momento, no caí en que en el paritorio llevaba la epidural) y no pensé ni por un momento en que fuese doloroso. Pues sí, duele. No una barbaridad, pero duele. Pero bueno, al fin vacié la vejiga. Un rato más tarde volví a tener ganas de ir al lavabo y una enfermera vino a ayudarme. Me puse en pie sin mareos y aunque en el váter el pipí no se decidía a salir, para evitar otro sondaje traté por todos los medios de concentrarme en la misión y abstraerme de la presencia de la enfermera (que estaba para controlar que no me fuera de morros al suelo, pero inhibía totalmente mi capacidad mingitoria).

Bueno, parecía que acababa lo más difícil, pero la episiotomía me dolía a horrores, no me podía sentar para dar de mamar a Peque, y aprendí a darle estirada. En el hospital ya no tuve más contratiempos a excepción de que tuvieron que administrarme hierro intravenoso porque estaba un poco anémica, y ...sí, también duele.
El viajecito a casa tuvo su aquel. Mientras esperaba a que Mr. X fuese a buscar el coche yo paseaba con mi bebito en brazos y una mujer se detuvo a mirarlo y me dio la enhorabuena por lo guapo que era. A mi se me caía la baba...Fueron pasando los minutos y Mr. X no llegaba. Intenté sentarme de lado en una butaca, pero no podía aguantar el dolor. Cuando por fin vino el padre de la criatura a buscarme, resulta que se había olvidado el MaxiCosi en casa, o sea que tuve que llevar a mi pequeñajo en brazos "sentada" en el asiento trasero. Un espectáculo (medio retorcida, con el bebé cada vez más escurrido de mis brazos...). Pero llegamos sanos y salvos, y sin multa por no llevar a Peque en el receptáculo reglamentario.

Los primeros días en casa fueron maravillosos...pero difíciles. El dolor de la episio no remitía, y yo me pasaba el día tumbada. Peque lo llevaba bien, yo no tanto, y Mr. X estaba agotado de encargarse de todo (incluido papeleos varios, etc.). Yo esperaba que la segunda semana me encontrase bastante mejor, pero no. Iba a peor. Un día, curándome la herida Mr. X, me dijo que olía mal, que estaba infectada. Yo le dije: "No, no puede ser, ¿cómo que huele?, ¿pero se ve algo?". Él intento explorar la herida, pero chillaba sólo de notarlo cerca. En la siguiente cura me di cuenta de que había pus en la compresa, así que era definitivo, la episio estaba infectada. Decidí llamar a mi gine al teléfono de urgencias, y al explicarle lo que ocurría me dijo: "¿Infectado? No puede ser, si las mucosas apenas se infectan, a mi no me ha ocurrido casi nunca...". Yo no le llevé la contraria, pero por dentro pensaba "A ver, no soy médico de personas, pero coño, mal vamos si con tantos años de carrera no sé distinguir una herida infectada...". Total, que me dijo que para salir de dudas me fuese pitando a la consulta.

Cuando llegué a la clínica estaba hecha un asquito, me dolía todo de haber caminado hasta allí desde el coche. Le dije a la enfermera de recepción que el doctor me esperaba y como me vio con mala cara me ofreció sentarme. Y yo pensando "¡Si pudiera...!". Le dije medio llorando que necesitaba estirarme y me pasaron a una consulta para poder echarme en una camilla. El gine vino enseguida y se puso a explorarme mientras yo le agarraba la mano a la enfermera con un miedo espantoso a que me tocase la cicatriz. Pero claro, me la tenía que mirar. Confirmó la infección (ya lo sabía yo...) y de pronto apretó para ver si salía algo. El dolor atroz que sentí en ese momento fue mil veces peor que cualquiera durante el parto. Tuvo que quitarme los puntos y yo no me desmayé de milagro...La enfermera me ofreció un algodón empapado en alcohol y me puse a esnifar como una loca para sentirme mejor. Me curaron la herida y el gine me miró y me dijo: "¿Has defecado desde el parto?" (defecado, qué bonito palabro...). Pues no, tal y como tenía los bajos mi esfínter se había contraído hasta la mínima expresión (ya de por si sufro estreñimiento y he pasado épocas sin ir al váter durante días). Así que me recetó unos enemas.

La verdad es que una vez puesto tratamiento (antibiótico, antiinflamatorios, analgésicos y antisépticos...yo estaba cagada con la lactancia, pero el médico me dijo que todo era compatible), la cosa mejoró rápidamente. Excepto el tema enemas. Fue un suplicio conseguir una regularidad en el tema, y cada vez que tenía que ir al lavabo notaba como se me abría la herida de la episio. Gore ¿eh? Como suelen decir, al final te olvidas de todo lo malo. Sabiendo hoy lo que me ocurrió, habría sospechado de infección antes (tengo un vecino médico que dice que el 50% de las episios se infectan -y mi gine decía que no, pero ya he sabido de otros casos, o sea que tan raro no es-). Y creo que incluso hubiese accedido al enema en el parto con tal de aligerar mis intestinos en el posparto. Y hubiese seguido una dieta más suave y laxante. Pero claro, eso es a todo pasado.

Una de las cosas que más miedo me daba era sufrir una depresión posparto, y pasé algunos días triste, pero por el malestar que sentía. A la que la herida curó, pude disfrutar por completo de mi nueva condición de mamá recién estrenada. ¡Y sigo disfrutando!

martes, 11 de octubre de 2011

Tiempos de crisis

Hace tiempo leí en algún sitio que crisis en chino significa oportunidad. Tengo la puntillosa costumbre de intentar comprobar este tipo de cosas para ver si son ciertas y...pues no, no es verdad. Aquí lo explican muy bien.

Chasco aparte, la idea sí me gusta y sí la comparto. Cuando las cosas van bien no le das mucho al coco, pero cuando se ponen feas comienzas a buscar soluciones por todas partes (o a intentarlo por lo menos).
Yo he tenido crisis variaditas. Existenciales, profesionales, amorosas...Un poco de todo. Pero ahora mismo, a lo que le doy más vueltas es a qué hacer con mi trabajo.

Mi profesión me gusta. Y supongo que me gusta mucho si sigo dedicándome a esto. De mis compañeros de promoción, un gran porcentaje no quiere saber nada de una carrera que le ha dado más disgustos que satisfacciones. ¿Por qué? Desde fuera nuestro trabajo se ve bonito y bucólico, pero desde dentro hay muchas cosas que no lo son, y sin entrar en detalles que tampoco vienen al caso, lo que a mi más me preocupa hoy por hoy es el mísero sueldo que cobramos y la escasísima posibilidad de concicliación que hay. Yo, por ejemplo, curro en una pequeña consulta por cuenta ajena. Estoy sola y trabajo por las mañanas y las tardes. ¿Cómo le digo a mi jefa que ahora que tengo un hijo quiero trabajar sólo por las mañanas? Aparte de la ridiculez de sueldo que me quedaría, ella no puede permitirse tener dos trabajadoras, y no va a dejar el turno de tarde, que es el que mejor funciona, sin cubrir. Y lo más bueno de todo es que yo en el cole iba para letras, que era lo que se me daba mejor con diferencia... Pero cabezota como soy y propensa a los objetivos difíciles, decidí emparrarme en una carrera de ciencias. Si ya te digo yo...

Me he planteado cambiar de sector dentro de mi profesión, pero las opciones que hay no van conmigo. También he intentado cambiar de actividad profesional, y durante un tiempo envié curriculums a varias empresas, pero viendo mi perfil supongo que me descartaban de entrada. He valorado iniciar un negocio propio (tanto de lo mío como de cosas más dispares -muy dispares-), pero no tengo dinero para hacerlo ni puedo permitirme estar sin un sueldo mientras sale adelante.¡Ah! También juego de vez en cuando a la lotería, por si acaso...jajaja.

A veces tengo una sensación extraña, como cuando no te viene una palabra a la mente y notas que te ronda, que la tienes "en la punta de la lengua". Pues lo mismo me pasa a mí con mi trabajo, me da la sensación de que hay una idea que no acaba de concretarse y que es el trabajo de mi vida, ¡pero no doy con él! Pero trato de ser optimista y doy gracias de tener un currito en los tiempos que corren. A ver si me ilumino de una vez y encuentro lo que busco...

viernes, 7 de octubre de 2011

Mr. X y servidora love story

Después de una semana llena de viracos varios (Peque ha estado tres días con fiebre), hoy me he levantado romanticona, y estaba pensando cómo conocí a Mr. X, la manera en que se cruzaron nuestras vidas...y que esa es una historia que me gusta recordar...

Yo nunca fui una ligona nata. Bueno, ni nata ni nada de nada. Mientras mis amigas entraban y salían de diversas relaciones, yo apenas tenía algún ligue que no daba mucho de sí. Además, a los dieciocho años me enamoré hasta las trancas de un mocetón que no me convenía y para el que yo sólo era una amiga con derecho a roce. Resultado: dos años rozando la depresión clínica (o más bien sin el "rozando"). Conseguí superarlo, pero el panorama hombril era más bien deprimente (los que me gustaban eran inaccesibles, los que se fijaban en mí eran para salir corriendo y aquellos con los que ligaba, sólo buscaban pasar el rato). Debo confesar que yo no estaba en mi mejor momento y que a veces cuando algún especimen se me acercaba, yo más que hablar, ladraba. Pero bueno, fui dulcificando mi carácter y abriéndome un poco más a nuevas oportunidades.

Cuando estaba a punto de acabar la carrera me surgió una oportunidad que no pude rechazar. Se trataba de currar en una clínica de renombre en la ciudad, y lo más interesante (aunque en ese momento no fue un motivo de peso, sólo un divertimento añadido), el jefe estaba requete (y el jefe se llamaba...pozi, Mr. X). Yo ya lo tenía más que clichado, porque en su día había aparecido en un programa de la televisión local causando cierto furor en el sector femenino de las aulas de mi facultad. Recuerdo que medio en coña yo le decía a mi madre cuando lo veía en la tele: "¡Yo quiero uno así!". Y ella se reía. El primer problema -alguno tenía que haber- era que llevaba un anillaco de casado que debía pesar tropecientas toneladas. El segundo problema era que no lo conocía in person. Pero cosas de la vida, el segundo problema pasó a ser historia cuando me contrataron para trabajar por las mañanas como personal de laboratorio y hospitalización. Y el primer problema dejó de serlo cuando me enteré de que se había separado hacía varios meses. De todas formas, no se me pasaba por la cabeza que se fijase en mí, así que me limitaba a disfrutar de las vistas mientras trabajaba taquicárdica perdida...

Las semanas iban pasando, y yo, con mi tendencia natural a fijarme en objetivos poco realistas, no pude evitar comenzar a flirtear de forma más o menos evidente (que si una caída de ojos por aquí, que si una mirada furtiva por allá...aix, no podía evitarlo). A mi padres, la idea de que fuese a encapricharme de un hombre separado y con tres criaturas, como que no les entusiasmaba mucho, pero tampoco me decían nada (al fin y al cabo, en mi familia ha habido para todos los gustos...).

Cuando ya llevaba varios meses trabajando allí y vi que Mr. X no me hacía ningún caso en absoluto, decidí que eso no llevaba a ninguna parte y traté de quitármelo de la cabeza. Hubo una tarde en que él y yo nos quedamos trabajando solos hasta tarde, y pensé que si esa noche no pasaba nada, no pasaría nunca. Eran casi las diez, y traté de inducir a Mr. X para que me acompañase a casa, pero el tío no se daba por aludido. Decidí irme y coger un taxi por lo tarde que era. Mientras esperaba en la calle se puso a diluviar y eché un vistazo a la clínica, por si él me veía y se apiadaba de mí...Me vio, pero siguió a lo suyo, así que tuve claro que realmente no había nada que hacer.

Al día siguiente amanecí con ánimos renovados y la idea de disfrutar de la vida. Además, un par de meses más tarde tenía previsto el viaje de mi vida, una estancia en un zoo de Nueva Orleans, y seguro que el futuro traería nuevas emociones.
Al mediodía, cuando iba a irme, surgió una cirugía inesperada y Mr. X me pidió si podía quedarme a echarle una mano. Y añadió: "Si te quedas, te invito a comer". Supongo que me enrojecí al microsegundo y el corazón me iba tan rápido que estaba segura de que se oiría desde la sala de espera. "Sí, sí, ya me quedo". Y pensaba: "Una comida...algo es algo, aunque una cena pintaría mejor, pero bueno...". El caso es que nos pusimos a operar y cuando estábamos acabando va y me suelta "Bueno, ¿y dónde quieres que te lleve a cenar?". Casi me da un algo: "¡¡Arrrggg, que me acaba de cambiar la comida por una cenaaaa!!!!". Le dije que me parecía bien cualquier sitio. Terminamos la cirugía y me escondí corriendo en la salita del fondo para llamar de estrangis a mi madre y comentarle la jugada. Flipó un rato largo, y yo más. Cotilleamos lo justo y necesario y volví al curro. Antes de irnos Mr. X me pidió que le ayudase a cambiar un vendaje de la patita de un canario, y le dije que vale. Pobre canario. Yo estaba sujetándolo mientras él le quitaba la venda, y al dejarlo en su jaula estaba totalmente remojado...Estaba tan nerviosa que las manos no paraban de sudar...(el canario lo superó, no preocuparse).

Una vez en casa me dediqué a llamar a mis amigas y preguntarles si ellas creían que había tema o no, y la sentencia unánime era que obviamente, Mr. X quería tema, pero yo me resistía a creerlo. ¿El Dr Requete se había fijado en mí? ¿Era posible de verdad? ¿Tenía una cita de las que hacen historia?

El día D a la hora H quedamos cerca de la clínica y fuimos caminando hasta un restaurante que no quedaba muy lejos. El sitio es espectacular, porque está en una torre modernista impresionante, así que me quedé un poco a cuadros. Digamos que el nivel adquisitivo de mis amigos en esa época no nos permitía manjares tan suculentos...Pero lo de menos era la comida en sí (estaba tan nerviosa que me limité a picotear). Hablamos y hablamos hasta tarde, y como ninguno de los dos tenía ganas de volver a casa, alargamos la noche todo lo que pudimos de bar en bar hasta que los cerraron todos. Ya de madrugada decidimos volver caminando hasta la clínica, donde él tenía el coche, para poder acompañarme a casa. Y de pronto, al cruzar un calle, sin venir a cuento de nada, sin momento de miradas sostenidas ni algo remotamente parecido, se giró y me dio un beso. Así, pim pam. Visto y no visto. Y yo a cuadros. Alucinando. Eso no me estaba ocurriendo a mí...Pero sí, esta vez la protagonista de la historia era yo. Quedamos al día siguiente, y al otro, y al otro...Y yo dejé el trabajo, por lo de no mezclar las cosas, y me quedé con el jefe. Sin duda, salí ganando.

T'estimo, Mr. X.