martes, 26 de julio de 2016

De Facebook y la escombroidosis


Tenía yo pensado aparcar el blog hasta pasados los calores veraniegos, pero dos curiosas circunstancias me han sacado de mi letargo y aquí me tienen dándole a la tecla.

Empezaré por lo más antipático. Y es que el gigante FB me ha bloqueado la cuenta. Resulta que se ha percatado de que usaba un nick en vez de mi nombre real, y así, sin previo aviso, sin un “no eres tú, soy yo” me ha cerrado la cuenta. Con mucha caballerosidad me ha ofrecido mantener nuestro idilio con la condición de usar mi verdadero nombre, pero resulta que yo no tengo la más mínima intención de salir del armario, así que mucho me temo que lo nuestro se ha acabado. Me duele por la gente que sé que me seguía por esa vía, y por eso escribo esta entrada, para que no piensen que desaparecí sin más. Qué le vamos a hacer, fue bonito mientras duró.

La segunda aventura estival va por otros derroteros. Una noche de la semana pasada, estábamos cenando con la familia en la casa de veraneo, cuando de pronto noté las orejas de un calenturiento sospechoso. Debo confesar que mi primera conjetura fue que le había dado al vino con demasiada fruición… pero justo en ese momento mi cuñada me preguntó extrañada si no me había pasado con la exposición solar, e ipso facto la sana cháchara de sobremesa cesó y todos los ojos allí congregados se posaron en mí para constatar, no sin cierta alarma, que mi piel había mutado de bronceado saludable a rojo guiri. Hasta la fecha lo único que me ha dado alergia en mi vida es un gel de cuya marca no quiero acordarme, por lo que pasamos a repasar el menú en busca del culpable, y de pronto nos dimos cuenta de que con bastante seguridad teníamos un responsable en la mesa: el atún. Ya al comenzar a comerlo coincidimos en que tenía un singular sabor picante. Pues lección aprendida, si el atún pica, intoxica. Así es como he vivido en mis carnes la escombroidosis o intoxicación por histamina. Después de mi mutación de color me dio un dolor del cabeza del copón, pero por suerte teníamos antihistamínicos en casa y al tomarlos los síntomas fueron desapareciendo. Mis compañeros de mesa no digievolucionaron como yo, pero se pasaron la noche de paseo al WC, cosa de la que me libré, a dior gracias.



Y hasta aquí mi pequeña incursión estival en el blog, sean ustedes muy felices mientras surfean las olas de calor.