jueves, 28 de enero de 2016

Opium y Yacaré


No soy una persona de aniversarios. De aniversarios tristes, quiero decir. Hace años que el aniversario de la muerte de mi madre me pasa desapercibido, porque ni necesito un día para recordarla ni su ausencia es especialmente intensa ese día.

De todas formas, el primer año tras la muerte de alguien amado supone un ciclo importante. El primer verano sin él, las primeras navidades sin él. Todo… sin él. Hoy hace un año que murió mi padre.

Puedo decir que los muertos que me acompañan me han ayudado a encarar los duelos cada vez con más serenidad. Quizás, con más entendimiento. Una aceptación que desde luego no anula la tristeza, pero la alivia. Pienso a menudo en la muerte, pero sin la angustia de hace quince años. Pienso en la muerte para tratar de aprehenderla, para prepararme para ella, cada día un poco más.

Los muertos que me acompañan. Lo digo así porque así lo siento. Hay más presencia de todos ellos en mi vida que vacío por no tenerlos a mi lado físicamente. Cada uno está presente en una situación determinada. Mis padres, siempre.

No están siendo días fáciles. Estoy en medio de un conflicto con un cliente que me afecta más de lo que debiera. Él no está contento con mi actuación como profesional, y viene cada día para curar a su animal mientras repite como una letanía su lista de insatisfacciones (como les explicaba a mis amigas, es como el día de la marmota, pero versión cabrona). Sé que la vida del animal no corre peligro alguno. Sé que lo hice lo mejor que supe. Sé que el problema lo tiene él y no yo. Lo sé, y sigo permitiendo que me afecte. ¿Por qué? Siempre he sido un tanto sensiblera, supongo. Mis padres lo sabían, y me metían caña de la buena, de la que te hace reír, te anima y te sube el ánimo a la estratosfera cuando me notaban así. “Tú vales mucho”, me habrían dicho.

Hoy quiero proponerme sentarme a la mesa con ellos. Iremos a cenar fuera. Vomitaré mis penas y mis inseguridades. Regaremos la conversación con un buen Ribera (rosado para mamá). Charlaremos, reiremos, lloraré un poco para mitigar la tensión acumulada y acabaremos recordando como siempre las aventuras de papá en la selva venezolana. Un cálido confort mecerá mi corazón, y antes de irme a dormir los abrazaré fuerte para nutrirme de su amor. Papá olerá a Yacaré, y mamá a Opium. Y el efluvio de sus perfumes me acompañará mientras me adormezco.

Mañana no dejaré que nadie pisotee mi autoestima, porque ellos me acompañarán mientras planto cara a la adversidad, venga de donde venga y a ser posible, con una sonrisa.

Opium y Yacaré. Aún puedo olerlos.





miércoles, 20 de enero de 2016

Particularidades


Me gusta ir en autobús. Es, sin duda, mi medio de transporte urbano preferido (el interurbano es el tren). Con Peque siempre mantenemos conversaciones como poco originales mientras nos desplazamos en bus.

Hace unos días…

…estábamos arrellanados en la última fila de asientos, dos plazas aisladas justo al lado del motor. La gente no suele sentarse ahí (imagino que el calor que emana la maquinaria puede agobiar a algunos, a nosotros nos encanta, y más con este frío de los cojones). Peque, siguiendo su temática preferida, me preguntó por qué a veces se le atraviesan los pedos en los intestinos. Yo le dije que era su particularidad.

Peque: ¿Mi particulidad?

Yo: Sí, algo que te caracteriza, que te sucede mucho. Tu particularidad.

P: No, no, no… Mi particulidad es que no vomito.

Yo: Particularidad –corregí-. Y es verdad, casi nunca vomitas. Es una de tus particularidades.

P. Claro… -asintiendo satisfecho-. ¿Y cuál es la tuya?

Yo: ¿La mía? Pues no sé… ¿Qué soy meona? –suelo ser acusada de ello en casa-.

P: No mamá. Tu particulidad es el amor.

Yo: ¿El amor? ¿Cómo el amor?

P: Jolín… ¡Pues el amor! Porque me proteges de los malos y te gustan los animales y los curas. Lo tuyo es el amor. Bueno, y lo mío, porque te quiero a ti, a papá, a Perra, a Hamsterín… -y aquí pasó a enumerar todos los animales que hemos tenido en casa-.



El amor. Esa es mi particularidad. Peque dixit. Pedazo regalo me hizo ese día. Anotado queda para recordárselo cuando tenga quince años. Je.





martes, 12 de enero de 2016

Cuentos de Navidad


Cualquier progenitor amante de la lectura desea que sus hijos descubran el placer de perderse en las palabras hilvanadas por otra persona. Por eso nunca dejo pasar la oportunidad de regalarle a Peque por Navidad uno o dos cuentos, aunque para él no sea ni de lejos el regalo estrella que desea recibir.
Estas fiestas han llegado a casa...


Sóc un artista de Marta Altés

                                       



Ilustraciones para recrearse en ellas por la riqueza de sus detalles -a pesar de no ser recargadas en absoluto- y un humor divino que llega a grandes y pequeños (me meo con su paleta de azules). Suerte tengo de que Peque se conforme con ver las artísticas performances de su álter ego sin necesitar emularlo.


Malina pies fríos de David Fernández y Alicia Borges




Me cautivó la pequeña esquimal desde que vi asomar su naricilla entre otros ejemplares de la librería. Imposible no identificarme con ella por su odio al frío.


La magia de mi nombre de The Story Taylors




Me hacía ilusión regalarle a Peque un cuento personalizado, y este me pareció bonito y cuidado (me acabó de decidir la reseña de mi gallina favorita). A Peque le ha gustado mucho descubrir las palabras que pueden construirse con cada letra de su nombre.


De los tres, ha triunfado el primero, sin lugar a dudas. Es el que más me ha pedido. Sin renunciar, eso sí, a otros dos libros que tenemos hace tiempo y que le apasionan por diferentes motivos.


Los cinco desastres de Beatrice Alemagna




Nos llegó con la subscripción a My Little Book Box y sencillamente le flipa. Tanto, que hay fragmentos que se sabe de memoria. Cosa que no me extraña, porque el texto tiene una musicalidad muy particular, y los personajes son, cuanto menos, hipnóticos. Diría que es el cuento que más veces he leído en mi vida.


Animàlium de Katie Scott y Jenny Broom




Imprescindible para los amantes de los animales, como nosotros. Pinceladas científicas y maravillosamente ilustradas de todo el reino animal, con datos curiosos sobre fisiología y gráficos que permiten relacionar las diferentes especies. Como reza la portada, bienvenidos al museo. Es una pasada de libro, creo que Peque lo gozará mucho tiempo.

Bonus track: Emocionario y Diario de la gratitud de Palabras Aladas


 

Imágenes tomadas de la web de Palabras Aladas


Hacía mucho tiempo que andaba detrás del Emocionario, había leído reseñas fantásticas sobre él y me lo habían recomendado muchas personas. Mi querida amiga T, madrina de Peque, se lo trajo ayer de parte de sus Reyes Magos. Él abrió su regalo con cierta desgana (cosa que ya sabíamos que ocurriría), pero estoy convencida de que lo vamos a disfrutar muchísimo y de que servirá para poner nombre a todas esas emociones que transitan su minúsculo, pero enérgico ser.

Feliz lectura.



martes, 5 de enero de 2016

Galletas encuentran casa


Llevan días preguntándose dónde irán a parar...


 
 
Hoy por fin los astros se han alineado para hacer que la mano inocente rebuscase en la funda de la plancha de viaje la bolsa de los sorteos...




Y esto es lo que ha determinado el destino:


 
 
¡Felicidades preciosa! Cuando puedas dame tu dirección y te mandamos las galletas.
 
 
Que los Reyes se porten muy bien con todos vosotros.