jueves, 9 de marzo de 2017

Cuando yo era pequeña


Leí en los fantabulosos blogs de Remorada y Begobolas sus cuestionarios nostálgicos, y no he podido resistirme, lo que me gusta a mí ponerme a recordar…


1. ¿Tienen tus padres algún libro de recuerdos de cuando eras pequeña?

Mi madre hacía unos álbumes de fotos espectaculares, con fechas, anotaciones, entradas de los sitios que visitábamos… Cuando murió encontré en un armario una cajita que ponía “Cosas de mi Mo”. Dentro encontré cartas a Papá Noel, dibujos y notas que le había escrito. Ahora hago lo mismo con Peque.

2. ¿Sabes si te llamaron así por alguna otra persona?

Por mi madrina, la mejor amiga de mi madre. Como es francesa mi nombre también lo era, pero la normativa estatal no permitió que figurase así en la inscripción del registro de nacimiento. Sólo mi familia usaba la versión francesa. Ahora muy poca gente lo hace, pero me encanta que me llamen Monique.

3. ¿Conoces que otros nombres barajaban tus padres?

Verónica (Veronique, en realidad).

4. ¿Tu primer recuerdo?

Creo que es un recuerdo implantado. Me explicaron tantas veces la batallita que lo he acabado visualizando. Por lo visto el día de mi tercer cumpleaños lo estrené estampando mi frente en la cama y el chichón fue épico.

                                               


5. ¿Tus padres te leían o contaban historias? ¿Recuerdas cuáles?

De pequeña recuerdo más a mi abuela contándome historias: la ratita presumida, la cigarra y la hormiga, la liebre y la tortuga… Y una inventada que yo le cuento a Peque.

6. ¿Cuando eras pequeña te acuerdas de lo que querías ser de mayor?

Creo que lo primero fue traductora oral de las Naciones Unidas.

7. ¿Tenías algún profesor favorito?

Había una profesora que me caía muy bien, se llamaba Montse, y nos daba ciencias en primaria.

8. ¿Cómo solías ir vestida al colegio?

De segundo a octavo, con uniforme. Un pichi gris en una escuela, y pantalones azules y camisa blanca en la otra.

9. ¿A qué solías jugar?

Jugaba mucho sola con mis muñecas, y me encantaba construirles casitas. De cartón, plastilina, lo que tuviese.

10. ¿Tenías alguna casita de juguete?

La de Pin y Pon, que era una maleta.

11. ¿Algún recuerdo de tu familia en vacaciones?

En Alemania, verde en verano, blanca en invierno. Nos alojábamos en una granja con Zimmer Frei de la Romantische Strasse y paseábamos por los pueblos colindantes, los bosques frondosos, las ferias locales… Me encantaba.

12. ¿Y alguno de tus primeros cumpleaños o Navidades?

Cuando cumplí seis años invité a tres amigas del colegio y mis padres y mis abuelos maternos (vivíamos con ellos entonces) montaron una fiesta con gorritos y una piñata. Me alucinó.

13. ¿Heridas memorables?

Fractura de antebrazo (no sé si cúbito o radio) con unos ocho años. Antes de ir a piscina jugábamos en un parque, y me caí sobre mi brazo. Para mi desgracia, externamente no se veía nada y no me libré de nadar la hora entera con el brazo roto.

14. ¿Primera mascota?

De pequeña en casa había una Gossa d’Atura, pero mi primer sentimiento de cuidadora de un animal fue hacia un caracol que mi madre me hizo tener como mascota para superar el asco que me daban. Lo amé mucho, pero tuvo un triste final (mi abuelo lo pisó).

15. ¿Tus abuelos te solían contar historias de juventud?

No recuerdo demasiado de mi abuelo, pero mi abuela sigue viva y cada vez que la visito en la residencia me explica miles de historias. Es un regalo escucharla.

16. ¿Tu entretenimiento favorito de pequeña?

Las muñecas, leer, escribir, ver la tele, la Game Boy (era una máquina con el Tetris).

17. ¿Recuerdas la llegada de algún nuevo invento a tu casa?

Y tanto. El reproductor de CD, una navidad. Mi madre se compró el de la ópera Madame Butterfly y lo escuchamos esa misma noche.

18. ¿Tenías TV? ¿Blanco y negro o color? ¿Cuántos canales?

La primera que recuerdo tenía dos canales, y diría que era en blanco y negro.

19. ¿Te mudaste alguna vez de pequeña? ¿Recuerdas cómo fue?

Cuando tenía siete años mis padres se fueron a vivir juntos, antes mi madre y yo vivíamos con mis abuelos. No recuerdo la mudanza en sí, pero me alucinó pasar de una casa pequeña donde éramos ciento y la madre a tener mi propia habitación. Flipe máximo.

20. ¿Recuerdas algún desastre natural en el que se viera involucrada tu familia?

Mi madre no vivió ningún desastre natural que recuerde, pero sí me habló varias veces de unas fallas accidentadas en Valencia en los setenta (entonces su familia vivía en un pueblo cercano). Los petardos se mojaron la noche anterior y cuando encendieron el castillo de fuego empezaron a explotar hacia la gente, mi madre lo recordaba con verdadero horror.
Mi padre, por su parte, vivió un terremoto cuando residía en Venezuela, en la década de los sesenta.

21. ¿Algún recuerdo musical? ¿Qué canciones se oían en tu casa?

En casa todo era música. A mi padre le encantaban las rancheras, Chubby Cheker, Jerry Lee Lewis… Mi madre escuchaba mucha música clásica (Verdi, Mozart, Beethoven) y era fan absoluta de Pink Floyd y Queen. Pero no faltaban Abba, Boney M, Leonard Cohen…

22. ¿Algo que te enseñase un miembro mayor de tu familia?

Mi abuela me enseñó a hacer ganchillo.

23. ¿Marcas de tu infancia?

La Megadrive de Sega, los chicles Bang Bang, el champú Filvit (ejem)…

24. ¿Coleccionabas algo?

No con mucha dedicación. Por moda tuve algunos coleccionables de la época (el álbum de D’Artacán y los tres mosqueperros, cosas así).

25. ¿Tu recuerdo de infancia favorito?


Por suerte son muchos. Hoy me quedo con las madrugadas en las que partíamos a Alemania para hacer la mayor parte del trayecto de día. Nos levantábamos muy temprano y mientras mis padres desayunaban su café humeante yo me acurrucaba en el sofá esperando el momento de subirnos al coche y empezar la aventura.


                                   












lunes, 6 de marzo de 2017

Movimiento


Inicialmente escribí este texto para un concurso de relatos de formato libre que llegó misteriosamente a la bandeja de entrada de mi correo electrónico, pero entre pitos y flautas, que diría mi abuela, se me pasó el plazo de entrega antes de que pudiese darle la forma que deseaba... así que aquí se queda.



Lo que mueve mi vida pesa unos veintidós kilos, mide cerca de metro veinte, y cada día me lleva de la mano a un tiovivo de emociones. De la risa al llanto, de la plácida felicidad al mosqueo máximo, de los ratos de descanso a la extenuación suprema. Me llama mamá dos o trescientas veces al día o mami cuando pretende camelarme –cosa que por supuesto, consigue-.

Lo que mueve mi vida me convirtió en progenitora poniendo patas arriba mis creencias y prioridades, sumiendo nuestro hogar en el caos y obligándome a hacer acopio de ingentes dosis de paciencia, ingenio, cordura y alegría –imprescindible, lo sé bien- para sobrellevar los retos continuos a los que nos vamos enfrentando.

Aunque no creí que obtener el carné de madre cansase, preocupase y removiese tanto, sí intuí con certeza iba a ser un amor mayúsculo. Y me quedé corta, porque ese niño que me mira con ojos grises por la mañana y se pregunta el universo a través de conversaciones surrealistas que exigen respuestas ocurrentes y a veces imposibles, ha dado un vuelco a mi existencia.

Lo que mueve mi vida a veces me da un suave balanceo, en un abrazo de primavera, con risa contagiosa, y en otras ocasiones zarandea mis sentimientos, porque no comprende el mundo, ni se comprende aún a sí mismo y busca en mis reacciones la extensión de sus límites.

Lo que mueve mi vida lo hace en ocasiones a ritmo de rock, y en otras con la suave melodía de un violín, pero casi nunca en silencio, porque necesita unos acordes que nos acompañen, porque sabe que su madre se convence más fácilmente con una canción de fondo que eleve su ánimo, porque siempre nos ha ido bien así. En movimiento, él y yo, desde que era una célula aletargada en un tranquilo vaivén en algún lugar de mi ser.