jueves, 30 de mayo de 2013

2.0


Está muy mal que yo raje de las nuevas tecnologías. Básicamente porque como buena bloguera me paso parte del día enganchada a la Wi-Fi y haciendo de las mías (y además porque lo disfruto cosa mala). Pero el límite entre el uso y el abuso es muy, pero que muy sutil. Y yo, que soy carne de cañón para crearme una adicción, ando ojo avizor para no pasarme de la cuenta con mis momentos de conexión a la realidad virtual.
Aún recuerdo cuando hace unos cinco años, mi amiga Tata, hablando por teléfono me preguntó si yo tenía cuenta de Facebook. El palabro me sonó a arameo y le pregunte: "¿Y eso qué é lo que é?". A los pocos días ya tenía mi perfil en esa red. Como consecuencia, hasta poco antes de nacer Peque tuve un episodio de enganchamiento severo al Pet Society. Todos los días haciendo correr a mi mascotilla una maratón para ganar moneditas y acondicionarme la mansión...(de verdad, no sé cómo pude perder tanto los papeles, pero me levantaba por la mañana con la idea fija de jugar diez minutitos antes de irme a currar). Desde entonces, ni siquiera me permito abrir las invitaciones de aplicaciones de juegos perniciosos de FB. Con Twitter me he resistido muy mucho, y todavía -por suerte- no le he pillado el truco (lo sé, lo sé, me perdí el descojone del siglo al no seguir el destripamiento tuitero de la Eurovisión...).

También he rehusado tener un móvil con internet hasta hace muy poquito. Por mi salud mental no me he configurado las aplicaciones de las redes sociales, pero la del correo sí, y cada vez que oigo el soniquete que anuncia la entrada de un mail no puedo evitar mirarlo. Además, ahí me han pillao bien pillada con algunos jueguitos de competición...

Mr. X, como buen espécimen unitarea que es, cuando mira el teléfono para leer algún correo, whatsapp, mensaje de texto o lo que sea que le ha provocado vibraciones al cacharro, se queda pillado y tarda un siglo en volver al planeta Tierra, desde el que ya no sé ni si hacerle señales de humo o ponerme a bailar el pelotas para que me haga caso (esto segundo sería más efectivo, sin duda).

En fin, que está claro que todos estos medios nos ayudan a conectar con nuestra gente y entretenernos en momentos ociosos. Pero a veces, sin darte apenas cuenta, estás contestando un mensaje cuando tu Peque te está explicando algo graciosísimo, o en medio de la cena te planteas devolver la jugada del Apalabrados con esas letras tan molonas que te han tocado...

Ya voy aplicando medidas de control al vicio, como no usar casi nada el ordenador los findes y mantener alejado de mí el móvil cuando estoy en casa...Pero el lado oscuro es poderoso, el muy jodío.

Un día de estos saboteo el módem de casa.

Y como luego no tenga arreglo, me da un chungo...



¡Buen finde sin conexión!





martes, 28 de mayo de 2013

Hoy habla...¡Peque!


Bueno, bueno, bueno...me ha llegado un premio estupendísimo que me ha hecho mucha ilusión. ¿Por qué? ¡¡Porque por una vez no tengo que explicar veinte cosas de mí!! Hoy el que habla es Peque, porque este premiaco que me pasa Batallitas de mamá especifica que el que ha de definirse es el churumbel mismo. Podéis ver aquí las normas del premio en el blog de su creador. Y aquí tenemos la fotillo del galardón:

                                      


¡Muchas gracias por pensar en mí Batallitas! A Peque le ha dado un subidón con esto de ser el prota absoluto...Sin más preámbulos, veamos que nos cuenta mi niño:


Buenas. Antes que nada, gracias por dotarme del poder de la palabra escrita. No tengo ni tres tacos y ya escribo mejor que mi madre (mola). Por lo que sé de la blogosfera miles de gatos y otros animales tienen derecho a su cuota de protagonismo en el blog de sus parientos, pero mi mamá ha tenido que esperar a este premio para hacer justicia con mi persona y permitirme hablar...En fin, que me lío...Vayamos al tema:

-Me gustan las pistolas. Ya no sé cómo narices hacérselo entender a mi mami. Veo un palo, y hago que es una pistola. Cojo un plátano, y me lo enfundo en los vaqueros. Me dan un trozo de plastilina, y cargo y apunto contra todo quisque. ¿Qué más necesito hacer para que me compre una? No lo entiendo...

-No me mola cagar en el WC. Lo siento mucho, eso de que un trozo de caca caiga a peso y haga "plof" en el agua y me salpique el culo...Pues no. Por eso cada vez que tengo caca le pido a algún adulto que tenga a la vera que me enfunde un buen pañal.

-Me pirran los codos. Me gusta sobetearlos para coger el sueño, para ver dibujos en la tele, para pasear por la calle...A veces también le toco las tetas a mi madre en el autobús, pero ella se pone de color granate y sonríe de una forma rara a la gente.

-Peppa Pig, Rayo McQueen, Caillou, La Pantera Rosa, Los pingüinos de Madagascar y Pocoyo son guays. Las Tortugas Ninja y Bola de Dragón son dibujos "patapumba" -vamos, que se pegan unos tortazos que no veas-, y no me gustan nada (bueno, no sé si me gustan porque en casa están vetados, pero por si acaso, yo aviso cuando salen, no sea que me pillen viendo lo que no debo y me apaguen la tele).

-Mis padres insisten en que pida las cosas por favor y dé las gracias por todo. Yo lo intento, pero a veces, por mucho que pida que me den cuarto de kilo y mitad de chuches no me las dan, y entonces se me sube un cabreo que no veas y tengo que soltar energía pataleando y llorando hasta que me desgañito. Entonces me explican que los dulces no me van a sentar bien, blablabla...y mamá, que es muy lapa, me abraza. ¿Para qué sirve pedir por favor si ignoran mis súplicas? Estos no se aclaran...

-Por la mañana mi madre me despierta canturreando y haciéndome cosquillas en los pies. Por favor, madre, canta si quieres, pero deja mis extremidades tranquilas.

-Me gusta la sopa, las croquetas, la ensalada de pepino y el chocolate. Bueno, y casi todo lo demás.

-Por la noche cuando me despierto por algo hago la croqueta y me arrambo al sobaco de mi madre. Doy un cabezazo allí y me quedo frito hasta la mañana siguiente. Será por eso que ella siempre se despierta con el brazo tieso por encima de su cabeza.

-Papá a veces me lleva a su trabajo y me deja anestesiar los hámsters que opera. No sé que seré de mayor (me tira bastante ser conductor de excavadora), pero esto de curar bichos tiene su punto.

-Me gustan las pistolas. Era por si no había quedado claro.


Y ya está. A mi esto de hablar de mis cosas me gusta, si eso, que mi madre me haga una sección fija. ¡Hasta otra!


Y retomando el poder de mi blog, le paso este premio a...:

-El pollito de La gallina pintadita.
-El cucolinet de Inma.
-Los peques de Yo misma, de Tres amores y un millón de aficiones.
-El saltamontes de Un saltamontes en mi cama.
-Los niños de Una madre desesperada.


¡Feliz martes!





lunes, 27 de mayo de 2013

Camiones y muñecas


Érase una vez, una niñita tranquila y meditabunda que hallaba momentos de auténtica paz espiritual arreglando los peinados e indumentarias de sus adorados Pequeños Ponys (si desde luego, como para haber estudiado otra carrera, esto estaba cantado desde el principio...). Dado que la chiquilla tenía un cuidado exquisito con sus pertenencias, cuando ya pasó la edad de jugar con sus muñecos (allá por los quince años...no comments), decidió guardarlo todo por si sufría algún episodio repentino de melancolía aguda o, quién sabe, por si un futuro hij@ quisiera hacer uso de sus cachivaches.

La niña creció, fue una adolescente tocahuevos (como todas), pasó sus buenos dos mil y pico días de juerga y estudio en la facultad, se graduó, curó bichos, conoció a Mr. X y parió un churumbel (alias Peque).

Durante el primer año Peque recibió juguetitos variados (véase cuentos de ropa y cartón, sonajeros, peluchitos, y demás parafernalia bebuna), pero cuando alcanzó su primer aniversario, una horda de coches-camiones-furgonetas-tractores-amasadoras, inundó nuestro hogar. Y yo me rebelé. No por nada, es que a mí jugar con vehículos me aburre, y dado que yo soy la que más juega con Peque en mis dominios, decidí emprender la batalla de los juguetes "gender-equality", que diría mi amiga V. O lo que es lo mismo, ofrecerle todo tipo de adminículos ignorando por completo que estén destinados a uno u otro sexo. Con las muñecas hemos tenido un éxito moderado-malo. Tiene un bebote al que a veces le da por alimentar o pasear, pero sólo si yo se lo recuerdo. Las cocinitas nos han aportado más momentos de gloria, aunque siempre tiene que ser con un bol enorme de arroz mediante, y después de una sesión me saco granitos hasta de las pestañas.

Hace unos días, al entrar en su clase a la hora de ir a buscarlo, me encontré a sus compañeras peinando y meciendo con primor a tres bebés que estaban "hospitalizados" en su improvisada clínica de muñecas. Ni que decir tiene que Peque no estaba ahí con ellas, él participaba junto a los otros chicos en una guerra de camiones versus triceratops muy animada.

No me extraña que para su cumpleaños me haya pedido un camión lo más grande posible (es decir, grrrraaaaaaaaaande) y una escuadra de muñequitos busca dinosaurios. Yo si eso, probaré a sacar el establo de Mi Pequeño Pony. Al fin y al cabo no deja de ser un bicho como un dinosaurio...¿O no?



¡Feliz semana!


sábado, 25 de mayo de 2013

De bloqueos varios


Me saqué el carnet de conducir hace ya más de diez años. Tenía unas ganas bárbaras de ponerme al volante. Mi padre me animaba y mi madre andaba acojonada por lo que me pudiera pasar...Ella, como yo, había ansiado obtener su permiso, pero al conseguirlo (ya con treinta y pico) descubrió que le daba pánico conducir. Pues bien, me pasó exactamente lo mismo. Aunque en mi caso quizás ayudó que tuve la profesora de autoescuela más nefasta que pudo haberme tocado. Continuamente me criticaba por mis miedos, por mi exceso de precaución, por ir demasiado lenta...Y no digo que no le faltase razón en un principio, pero a base de malos modos y caras de perro (de bulldog concretamente), no contribuía a dotarme de confianza.

El teórico me lo saqué a la primera y sin demasiado esfuerzo (en aquella época aún estaba en la facultad, y el librito de la autoescuela me parecía pecata minuta en comparación con los tochos de anatomía o microbiología de la universidad -aún me pregunto cómo carajo conseguí memorizar los huesos, músculos, venas y nervios de perros, gatos, vacas y caballos, aunque esa es otra historia-). Pero la práctica...ahhh,my friend...eso fue otra cosa. Creo que llegué a hacer cerca de ochenta prácticas y aún me sentía insegura, por eso mi profesora no se decidía a llevarme al examen. Al final, no sé si por hastío o por probar suerte, me apuntó al examen. Cosas del destino, tres días antes del día D mi instructora enfermó y las últimas clases me las dio su padre. Menudo cambio. Vio que conducía forzada a ir a un ritmo que no era el mío y me animó a conducir más lenta, pero infinitamente más cómoda. Aprobé a la primera y mi examinador me felicitó por no haber cometido ni una sola falta. ¡No me lo podía creer! ¡A la primera!

Perfecto, ya lo tenía. Pues desde entonces sólo me he atrevido a coger el coche sola una única vez. El resto ha sido con Mr. X, y a lo sumo habrán sido unos treinta trayectos cortos. En mi mente, conducir es divertido, liberador, apasionante... (vamos, que podría ser la prota de este anuncio).


                                    
                                                                                    
A la hora de la verdad, me da pánico ponerme al volante. Me da miedo cometer una imprudencia, no reaccionar correctamente y poner en peligro, no solo mi vida, sino la de otras personas. Cada vez que sale en las noticias un conductor que se ha empotrado en una tienda por confundir el acelerador con el freno, pienso que yo sería capaz de hacer algo así.

Curiosamente, me sucede algo parecido con la cirugía. Yo soy lo que podríamos llamar una veterinaria de cabecera, es decir, no tengo ninguna especialidad. Los veterinarios todo terreno como yo suelen tocar todos los palos, incluida la cirugía. Pero yo no. Bueno, vale, alguna operación sencillita sí la hago, pero otras que se consideran de rutina me dan mucho yuyu, no me lanzo. Mr. X, que es el as del bisturí, siempre me dice que es cuestión de tirarse a la piscina. Pero nada. Y eso que en la facultad era la asignatura que más me gustaba…La primera vez que me ofrecieron ser ayudante en una operación (en una clínica a la que iba a hacer prácticas), aluciné. Me lo pasé bomba. De hecho, así si me siento cómoda, como ayudante. Yo te paso una gasita, te aguanto la pinza y te aparto lo que te molesta. Pero de ahí a ser yo la que maneja el bisturí hay un abismo. De nuevo, me da miedo cometer un error y poner en peligro la vida del animal que tengo en mis manos. Me falta sangre fría, supongo.

A veces pienso que sólo se trata de que algo en mi interior haga “click” y me decida (como he hecho con otras cosas con las que me sentía bloqueada), pero es que habiendo autobuses, metro, taxis y cirujanos tan válidos como Mr. X que me echan una manita y/o escalpelo, ¿para qué voy a poner en peligro la humanidad y otras especies?


¡Buen finde!




jueves, 23 de mayo de 2013

El fin de un ciclo


No, no voy a entrar a debatir si el Barça ha llegado a o no a un cambio definitivo en su forma de jugar (mira que no me gusta el fútbol, pero cada vez que oigo noticias de deportes sale esa frasecita...).

Más bien voy a hablar de la nueva fase en la que entra Peque. El año pasado me preguntaba si al cumplir dos años Peque dejaba de ser un bebé. Este año ya veo claramente que la etapa bebuna la estamos dejando atrás (aunque aún use pañal para dormir y me pida el chupete a ratos). Peque se ha convertido en un niño, pequeñito, pero un niño. Y me han pasado volando estos tres años. Cuando hago repaso mental de todo lo que hemos vivido una ráfaga de instantes preciosos me inunda la mente (durmiendo en mis brazos, mamando a trompicones al principio de la lactancia, dándome sus primeros –y babosísimos- besitos, llamándome mamá...). Por suerte quedan miles de primeras cosas por compartir, pero ese período que se va me llena de nostalgia.

Me encanta fijarme en las embarazadas, emocionarme al saber por experiencia todas las maravillas que van a vivir, compartir la felicidad de las amigas que esperan a sus churumbeles...Lenta, pero inexorablemente, me acerco a una edad en la que empieza a ser más que complicado repetir maternidad. Ni la economía ni la logística acompañan para replantearse la decisión de dar un hermano a Peque, pero cuando la experiencia ha sido tan positiva es difícil que no te de cierta morriña el pensar que no repetirás (Mr. X y yo decidimos desde el principio que sólo tendríamos un hijo). El otro día, Alejandra, de La aventura de mi embarazo, compartía reflexiones similares. Nuestra cabeza nos dice una cosa, y un rinconcillo de nuestro corazón susurra otra…Supongo que decir adiós a tu época reproductiva también significa aceptar que nos hacemos mayores, que vamos quemando etapas y que hay que aprender a adaptarse a esos cambios.

Pues eso, que el Barça no sé, pero en mi casa y en mi vida sí se vive un cambio de ciclo.



sábado, 18 de mayo de 2013

Carreteando a Peque


Creo que en ninguna ocasión había hablado de este tema, pero dicen que nunca es tarde, así que...

Cuando Peque iba tomando forma en mis entrañas, me puse al día con lo referente al porteo. Pronto aprendí, gracias a la información de Red Canguro, lo que debía y no debía buscar para llevar a mi niño. Descarté las mochilas "colgonas" y enseguida me conquistó la Ergo Baby, que pedimos como regalo. El caso es que la Ergo no sirve para los primeros meses, pero se puede comprar un adaptador para poder usarla. Pues bien, el adaptador fue un fiasco total. Quizás fue porque me pilló en verano y hacía un calorazo impresionante...Sea como sea, no fue una buena opción. Hoy en día, que he leído un poquito más (como en este post de Un saltamontes en mi cama -que me ha hecho pensar en el tema-), buscaría un sistema mejor. A Peque lo llevamos al principio en una sillita a la que se podía acoplar un Maxicosi. Sabía que no podía llevarlo mucho rato en ese huevito, pero para trayectos cortos me iba bien, y pronto pudimos usar la Ergo.

            


Por mi mierda de espalda no he podido carretear a Peque todo lo que habría querido, pero Mr. X lo ha disfrutado mucho así.

Las primeras veces que lo llevaba encima y le acariciaba la espaldita era casi casi como llevarlo en mi vientre (es curioso, la sensación era muy parecida a cuando estaba embarazada y me tocaba la barriguita...).

En definitiva, el porteo me parece una forma fantástica de transportar a tu churumbel, tenerlo cerca, observar cómo evalúa el mundo que le rodea y derretirte cuando se te queda sobadito en brazos (sin entrar en el tema de lo práctico que resulta para poder hacer cosas en casa, hacer recados con las manos libres, etc.).

Conclusión: porteo sí, of course.


Feliz sábado!




jueves, 16 de mayo de 2013

Milongas de una madre en prácticas


Sí señor, título raruno equivale a que me han dado un premio...Bueno, uno no, ¡dos!

El primero es el premio Madre en prácticas que me pasa la bloguera más curranta del mundo (¡curranta porque no hay día que no publique!), es decir, nuestra Madre desesperada. ¡Gracias por pensar en mí! Aquí tenemos la fotico del premio, que además es un dibujo que hizo ella (¡curranta y artista!):
                                                                
                                          
Como penitencia tengo que contestar unas preguntillas. Et voilà:

¿Qué te llevó a comenzar tu blog?
Ganas de hacer algo creativo y diferente, compartir, recordar,...

¿Qué te aporta tener un blog?
Tener por escrito recuerdos preciosos de una etapa intensísima de mi vida y por supuesto, conocer gente que forma parte de mi día a día y que de otro modo jamás habría tratado.

¿Dónde encuentras tu inspiración?
En lo que vivo y siento cada día.

¿Planificas con mucha antelación los contenidos que vas a publicar?
No, para nada. Suele ser algo espontáneo.

¿Tienes alguna nueva idea para tu blog?
Siempre se te ocurren cosillas, el tema es tener tiempo para llevarlas a cabo...

¿Cuánto tiempo le dedicas a tu blog?
A mi blog quizás dos o tres horas semanales. Paso más tiempo visitando los blogs de la gente que sigo.

¿Cuál es tu mejor momento del día para crear?
Por la mañana, sin lugar a dudas.

¿Qué lugar del mundo te gustaría conocer?
Muchos...El primero que me viene a la mente ahora mismo es Praga.

¿Pasatiempo?
Sobre todo leer y escribir.

Debería pasar el premio a once blogs con menos de 200 seguidores, pero ya sabéis que últimamente este requisito me lo salto un poco a la torera…Lo dejamos en…¿cuatro? (y por supuesto, todo aquel que quiera cogerlo, ¡suyo es!). Mis premiados son:

-Batallitas de mamá.
-Yogueando con mi Cucolinet. ¡Un nuevo blog de Inma (de Mi Cucolinet) que está muy bien!
-Teresavet de Etología Familiar.
-Montse de Mi espacio para Ernesto.


El segundo premio me lo pasa mi sister cibernética Drew, de Viviendo en mi nube azul. Seguro que ya la conocéis, así que sólo os puedo decir que le regaléis muchos premios, que tiene ganas de publicar, jejeje...¡Muchísimas gracias sister! Se llama Milongas de mamá y su imagen es la siguiente:

                                                         


Por lo visto tenemos que evocar tres mentiras que nuestras madres nos decían de peques. Lo he estado pensando bastante, y he llegado a la conclusión de que mi madre no solía mentirme demasiado, ¡porque no me viene nada a la mente! (bueno, si obviamos estas mentirijillas que ya relaté, claro...). Siempre trataba de explicarme las cosas de una forma que yo pudiera entender, adaptándose a la edad que la menda tuviera en ese momento...Pero bueno, si escarbo mucho en la memoria, supongo que sí me largaba algunas bolas que estaban relacionadas con cosas que no quería hacer…Un ejemplo era cuando íbamos a la peluquería. Durante años llevé un melenón hasta la cintura que era mi tesoooorooooo…Nunca quería ir a recortármelo, pero mi madre me convencía diciéndome que sólo sería repasar las puntitas. Curiosamente, cada vez que me conseguía llevar, salía con quince centímetros menos de pelo, y eso que yo siempre veía como le explicaba a la peluquera que sólo me hiciese un repasito. Su argumento ante tal hecho era que ya se sabe, que a las peluqueras les dice un poquito y te dejan al cero…El caso es que en una ocasión, justo después de entrar y sentarme a lavarme el pelo, vi por el espejo como mi madre le hacía un gesto de tapadillo a la peluquera haciéndole entender que de un dedito nada, que me cortase media cabellera…Anda que no…

Las otras ocasiones en las que solía mentir era cuando quería que me comiese algo y yo sospechaba que ese algo incluía algún ingrediente que no me molaba. Recuerdo una noche en que me dio para cenar lentejas. Me juró y perjuró que no llevaba cebolla (la cebolla cocida no me entusiasma, con los años he mejorado, pero sigue provocándome cierto asco según cómo esté cocinada). A medio plato descubrí un cacho cebolla mustio y me dio una angustia tremenda. Me fui a dormir con náuseas y a las tantas de la madrugada me desperté con ganas de vomitar. Fui corriendo a la habitación de mis padres y les decoré toda la moqueta con mis lentejas a medio digerir. A mi madre se le pasaron las ganas de hacer experimentos conmigo, jeje.

Tengo que pasar el premio a cinco blogs. Esta vez me portaré bien y cumpliré con los cinco. A ver que milongas nos cuentan…:

-Estrella de En nuestro nido.
-Abril, de Relaciones deconstruidas.
-Alesandrilla de La aventura de mi embarazo.
-Mamá ciruela de Cómo naciste.
-Y entonces llegó el caos.


Os dejo con un video que alguien me ha recordado vía redes sociales y que en un día como hoy, lluvioso y algo tristón, me viene al pelo. Tristón porque Peque está pachuchillo (sólo es un poco de fiebre), y no puedo cogerme el día libre para cuidarle. Arrrg…¡la no-conciliación! Me voy a pasar la jornada haciendo encaje de bolillos y viajes arriba y abajo para tener a Peque con alguien que lo atienda mientras yo curro. Intentaré que en nuestros “paseos” bajo la lluvia nos acompañe esta banda sonora…


                                                 

                                                                 

lunes, 13 de mayo de 2013

Gentleman


Tengo que anunciar que Conan el Bárbaro ha decidido abandonar mi casa. Ha dejado en su lugar a una especie de Lord inglés, cariñoso, educado y simpático a más no poder. ¡¿Pero qué ha pasao aquí?! Ya sé que los niños van transitando por ciclos extraños de comportamientos diametralmente opuestos, y que después de esta maravillosa fase volverá nuestro amigo Conan (que de hecho, seamos sinceros, no se ha ido del todo, jeje), pero es que Peque está que rezuma amor por todos los lados. A saber…

Le preparo su ensalada preferida (de pepino, como la hace su Opa -receta al final, que está muy buena-) y cuando se la pongo delante me dice: "Mami: puedes coger. Aquí, mira, mira". Y escoge el trocito más pequeño que encuentra para ofrecérmelo (la intención es lo que cuenta, of course).

Llegamos al ascensor, me abre la puerta (como puede, o sea, que la acabo abriendo yo) y me dice: "Adelante mami, pasa, pasa...".

Me levanto por la noche a hacer pis y oigo que medio en sueños Peque me susurra...: "Mamiii, ven, que eres mía...". Y al volver me da besitos por la cara.

Se va al parque con Mr. X dejándome un ratito a mi bola en casa y se despide diciéndome: “Adiós, mami, no estés triste, ¿eh? (caricia consoladora en todo el cabolo), que luego vuelvo…que ahora me voy con papi. Un besito”. Le pongo morritos tristes por el abandono (pensando por dentro: “¡yuhuuuu, me voy a ver una peli mala de antena tres repanchingá en el sofá!”), y ante mi apenada jeta decide regalarme dosis extra de besos en ráfaga por toda la cara.

Le pido que recoja, o que me traiga algo (o, en definitiva, que haga algo que le repatea el estómago), y en vez de negarse o entrar en bucle-rabieta, sin más, inclina la cabeza y con un resignado y algo paternal “vaaaaale”…¡hace lo que le pido!

Lo flipo. Porfa, que le dure toda la semana la rachita. Seré buena, I promise :)

¡Feliz semana!


PS: Se me olvidaba…Receta de ensalada de pepino a la alemana (o por lo menos, como la prepara mi padre).

Ingredientes: dos pepinos, azúcar moreno, sal, pimienta, vinagre de manzana, aceite y perejil.

Preparación: se pelan los pepinos y se cortan a rodajas finitas (mejor con un rallador). Se coloca en un bol y se echan dos cucharaditas de azúcar moreno. Se añade el vinagre de manzana y se mezcla bien para que se disuelva el azúcar. Se pone la sal, la pimienta, el aceite y un poco de perejil picado. Se guarda en la nevera un ratito para que esté fresca y la salsa gane con el agua que deja ir el pepino.

Bocatto di cardinale, Peque da fe.


miércoles, 8 de mayo de 2013

Shanghai Surprise


Ayer llegué por casualidad a un video en internet que habré visto ya unas veinte veces como poco. Es de patinaje sobre hielo, eso que practiqué durante un tiempito antes de quedarme embarazada. Que nadie se espere una coreografía elegante, la cosa va por otros derroteros…

Durante dos años mi amiga E y yo estuvimos yendo a clases de patinaje. Era algo que siempre me había gustado, pero nunca encontraba el momento. Hasta que nos decidimos y nos apuntamos juntas. Lo cierto es que echo de menos los ratos en la pista, divagando sobre lo humano y lo divino, partiéndonos la caja con nuestras chorradas e intentado lograr una pirueta mínimamente decente.

Mi amiga E se nos larga al otro lado del mundo. A China nada menos. Se pira como tantos otros que no encuentran un curro decente por estos lares. Eso sí, se va muy bien acompañada con el que prontamente será su marido (si la burrocracia les da tregua y logran echar la firmita).

En eso pensaba yo ayer cuando veía el video, en mis preciosos patines que están en algún lugar del altillo, en lo lejos que estará E, en que tengo que llevarme a Peque a patinar un día de estos…y desde luego, en lo que me molaría tener a un par de estos tipos como profesores particulares…


                           


martes, 7 de mayo de 2013

Teleadicción


Yo soy una teleadicta de largo recorrido, lo confieso. Aunque soy de esas que cuando llegan a casa encienden la tele más que nada para que haya ruidito de fondo, no es que me pase horas embobada ante la caja tonta (ya pasé y superé eso en la adolescencia, menos mal...). De todas formas, la costumbre de encender la tele por inercia la erradiqué cuando nació Peque porque vete tú a saber qué porquería podía entrar por su retina en un despiste mío...Ahora tiro mucho más de radio, pero lo que es una, lo es, y Peque parece que en esto si ha decidido arramblar con todos mis genes teleadictos.

Durante los dos primeros años de su vida, Peque fue insensible a los encantos de las imágenes en movimiento. Intenté un par de veces ponerlo a ver alguno de esos dibus para bebitos que me habían regalado en las clases de preparación al parto para poder darme una ducha o reorganizar el caos de mi casa, pero fue un esfuerzo totalmente estéril (consecuencia: que a veces tenía que recurrir a la portera para que me lo entretuviese cinco minutos para darme una ducha exprés...). Con la edad todo se pasa, y poquito a poco le empezaron a gustar los dibujos de “Peppa Pig” y “Caillou” que le ponía en el ordenador, pero sólo un ratito. En qué momento pasó de eso a montarme el pollo padre cuando le digo que sólo le dejo ver un episodio más es un misterio absoluto.

Si mientras cocino le digo a Peque que juegue a mi lado el tío puede entretenerse tres o cuatro minutos a lo sumo. Pasado ese tiempo ya comienza a pedir, primero con delicadeza y después a grito pelao, su ración en vena de “Pingüinos de Madagascar”. Y admito que muchas veces cedo, porque intentar cocinar con mi torbellino agarrao a la pierna implorando que le deje ver algún-dibujito-mami-por-favor-te-lo-pido es así como imposible.

Pero el otro día me di cuenta de que esto tenía que acabar sí o sí. Un sábado por la mañana que estábamos solos le permití ver la tele mientras yo cocinaba, y como a mí si me dejan a mi rollito entre cacerolas, chups-chups aromáticos y pasteles creciendo en el horno, puedo perder la noción del tiempo, a la que me di cuenta habían pasado dos horas. Dos horas en las que no oí ni un suspirillo de mi niño. Salí corriendo de la cocina acojonada de que le hubiese pasado algo y no. Que iba a pasar...Pues que Peque estaba plácidamente absorto en las aventuras de sus pingüinos amigos. Ni que decir tiene que apagar el televisor desencadenó el Apocalipsis en mi humilde hogar...

Así que nada, estamos en fase de desintoxicación. El sábado pasado me propuse no encender la tele más que un ratito justo antes de comer y la cosa no fue mal del todo. Eso sí, de meterme en la cocina a mi bola o leer un libro nasti de plasti. Tuve que echar mano de todo mi arsenal lúdico-educativo y asilvestrarme un rato con él en el parque...



¡Feliz martes!


viernes, 3 de mayo de 2013

Casas


Este post de Matt versionando a Paul Auster y haciendo un recorrido por las casas de su vida me ha provocado ganitas de emularla...Así que allá voy, a recordar mis hogares:

-Cuando nací, mi madre vivía con mis abuelos y mis tíos en la parte alta de la ciudad, cerca de la montaña. Por lo que me han explicado habían alquilado un piso muy grande, con una terraza enorme. Yo no tengo recuerdos reales de entonces, pero a veces, cuando alguien menciona ese lugar, me veo a mí misma dando algunos pasitos en el patio, que desde mi perspectiva se me antoja colosal.

-A los dos o tres años toda la familia se mudó a un mini piso en la otra punta de la ciudad. Allí viví hasta los siete años, aproximadamente. Aunque el apartamento era pequeño y éramos muchos a compartir espacio vital, de nuevo había una terraza grande para compensar ese defecto y a la que hacía buen tiempo me pasaba las horas jugando allí con mi vecino. La de tardes que nos habíamos pasado entreteniéndonos con mi cocinita Moltó...Que por cierto, ¡he encontrado una foto de la que yo tenía!

                            
Mi madre en aquella época trabajaba de noche en un bingo, y a mí me cuidaba casi todo el día mi abuela. La recuerdo peinándome con colonia por la mañana para llevarme a la guardería. La escuela estaba en un segundo piso de un edificio cercano, en la escalera A y ella trabajaba de contable en una editorial en la escalera B, así que me llevaba e iba a buscar cada día. Por horarios, me recogía cuando los niños ya habían empezado a comer (yo no me quedaba) y la esperaba es una sillita, masticando por imitación -pero con la boca vacía- al ver a mis colegas llenando la panza...Recuerdo veranos rellenando los cuadernos Santillana en el comedor, y sesiones vespertinas de cine con mi abuela, bebiendo Fanta y empapándome en colonia (sé que en algún rincón de este blog evoqué esta escena, pero ya son tantas las entradas escritas que no lo encuentro...).

-De los siete a los quince años, más o menos, viví en la casa embrujada. Aparte de las cosas raritas que pasaban allí, fue una casa muy especial, porque por fin vivía con mis padres. ¡Y tenía una habitación para mí sola! (hasta entonces no conocía tal lujo). La pintaron de un rosa palo muy bonito, y tenía una terracita para mi uso y disfrute exclusivo (aquel piso era enorme, habían cuatro terrazas...). Me flipaba tanto el color de mi habitación, que, no sé por qué extraña razón, un día me dio por lamer las paredes pensando -imagino- que sabrían a fresa. Pues a fresa no, pero a aspirina infantil, sí. Se lo decía a todo el mundo, que lamiesen y comprobasen el saborcito medicinal de las paredes de mi cuarto...Recuerdo bailar en el salón, construir cocinas de cartón en el patio, bañarme en la piscinita de plástico de la terraza grande, llevar a mis amigas a merendar…(las meriendas en mi casa eran muy codiciadas, tanto por los pasteles de mi padre como porque siempre había una ración de Petit Écolier de chocolate).

-De los quince a los veintiocho vivimos en una torre preciosa en la montaña, dentro de la misma ciudad, pero casi, casi, saliendo de ella. Lo malo era que para cualquier compra había que "bajar" a la urbe. Lo bueno...todo lo demás: ver cada día el amanecer sobre el mar (tenía unas vistas privilegiadas), poder coger la bici y estar en diez minutos en la montaña, cuidar el jardín y el mini-huerto que mi padre cultivó, hacer fiestas con mis amigos con la música a todo volumen sin preocuparme por los vecinos (y además mis padres -que majos ellos- solían dejarnos la nevera llena de delicatessen...), las verbenas de Sant Joan, las siestas en la hamaca que mi padre puso en el porche...En fin, hubiese sido muy feliz viviendo allí para siempre, pero la casa estaba alquilada, y cuando mis padres se jubilaron y se fueron al sur, tuve que despedirme de ella. En mi habitación había un armario empotrado que mis padres forraron de madera. El día que me marché de allí, escribí unas palabras en el interior de ese armario, diciendo adiós....y gracias.

-En los últimos años he compartido piso con Mr. X de nuevo en la parte alta de la ciudad, a dos calles del apartamento que tenía mi familia cuando yo nací (como si se hubiera cerrado un círculo). Tengo mucho cariño al lugar en el que vivo, sobre todo por los millones de recuerdos con Peque que pueblan cada minúsculo rinconcillo de él. Y por todo lo que he compartido con Mr. X. Y por los ratos de lectura en el sofá entrando el sol por la ventana, y los momentos de locura transitoria bailando mientras le doy a la batidora, y las cenas con los amigos...Pero he de reconocer que, en cuanto a casas se refiere, mi corazón siempre latirá nostálgico por aquella torre que se llamaba "Villa Trinidad"...



¡Feliz finde!