viernes, 28 de junio de 2013

El mejor consuelo


Anoche Peque durmió intranquilo. Se movía de un lado a otro y a ratitos sollozaba. Acabé despertándome del todo y le pregunté qué le ocurría. Del gimoteo moderado pasó a la llorera escandalosa y me dijo que le dolía la rodilla....En realidad yo me temía que fuese dolor de estómago por el atracón de palomitas que se había pegado...Fue su premio porque hace dos días, por primera vez, se decidió a hacer caca en el orinal. Hasta ahora pedía siempre el pañal, y si yo trataba de convencerlo para que usase el WC, se aguantaba y se pasaba varios días sin defecar, empeorando su ya habitual estreñimiento. Por esa razón no he querido forzarlo. Pero al fin, y gracias también a la mano derecha de su tía E, se ha decidido a comprobar las bondades de hacer caca sentado...¡y le ha pillado el truquillo! Como premio por tan magna proeza solicitó un bol de palomitas y eso comió ayer después de la cena, feliz como una perdiz y sin parar de repetir su hazaña a todo aquel que se cruzara en su camino.

El caso es que no era el estómago lo que le dolía. Y en la rodilla no vi nada de nada. Mr. X y yo buscamos alguna herida o similar y nos pareció que todo estaba en orden, pero Peque no dejaba de llorar.

Como ya me había desvelado le ofrecí recostarse encima mío, que suele gustarle mucho, e inmediatamente se puso en mi regazo. Le costó relajarse, pero poco a poco los lloros fueron disminuyendo y noté como Peque se acomodaba para cazar otra vez al esquivo Morfeo. Acabó con la cabeza apoyada en mi vientre y el cuerpo entre mis piernas. Y se durmió.

No sé si lo que le pasó es que tuvo una pesadilla, o si al dormir en alguna postura extraña se hizo daño en la rodilla o si más bien le picó un mosquito. Pero sintiéndolo calmado en mis brazos me di cuenta de cuan terapéutico es el abrazo de una madre (o de un padre). El mejor analgésico, el tranquilizante más poderoso.

Me acordé de todas las veces que yo busqué refugio en las caricias de mi madre, ya fuese por penas de amor, por otras tristezas múltiples y variadas o por una simple gastroenteritis. Ella siempre estaba allí para reconfortarme.

Y ahora estoy yo para mi Peque.


jueves, 27 de junio de 2013

Paseando

Una de las razones por las que siempre me ha echado un poco para atrás el intentar cambiar de trabajo es que adoro el barrio en el que está ubicado mi curro. Sí, ya lo sé, no es una razón de demasiado peso profesionalmente hablando. Pero teniendo en cuenta que me paso casi más horas en la consulta que en mi propia casa, que esté ubicada en una zona agradable no deja de ser un gran punto a su favor.

Hace años este barrio en cuestión no me gustaba nada. Le tenía tirria y ya no sé ni porqué. Como la vida es muy hábil en ofrecerte unos cuantos platos de las raciones que más rechazas, uno de mis primeras ofertas de trabajo me llevó hasta él (era una substitución de quince días y llevo casi nueve años al pie del cañón, que se dice pronto...).

Esta zona de la ciudad es prácticamente como un pueblo dentro de ella. Es estéticamente particular, hay muchas plazas y calles peatonales, y a la gente le gusta hacer vida de barrio, echando las tardes (y los días) de cháchara en las terrazas y manteniendo la sana costumbre de saludar a los conocidos que se cruzan en su camino.

Hoy al mediodía he sentido la vida, el verano, la alegría, el calorcito (¡sí, por fin calorcito!) y todas las cosas buenas de este lugar. Tenía unos veinte minutos de camino hasta la estación de tren que me lleva a las afueras, donde está la casa de veraneo de la familia de Mr. X y donde nos hemos instalado unos días. He decidido variar mi ruta habitual y transitar por calles alternativas, más cerca de las plazas. Lo he hecho por gusto y porque una vez leí que cambiar las rutinas es una forma de ejercitar el cerebro y mantenerlo activo. Y yo soy muy amante de tonificar mi materia gris.

La verdad es que ese paseo ha sido un deleite para los sentidos. Para empezar porque el calor y la suave brisa hacían que me sintiese muy a gusto en mi piel. Pero además la banda sonora de la caminata era exquisita: músicos callejeros, los gritos de los niños lanzándose la pelota, el arrullo de los pájaros...
Hace años, en una madrugada insomne, me tragué una película francesa (creo) en la que lo único que se veía era como una chica deambulaba por un pequeño pueblo en un mediodía primaveral. La verdad es que podría haberme parecido un tostón infumable, porque algunas escenas eran larguísimas y lo único que ocurría era que la chica se sentaba en un bar y la cámara se fijaba en cada detalle de lo que la rodeaba (las manos de la mujer sentada a su lado, el globito de una niña, la bebida de otra persona, etc.). Pero más bien me tuvo idiotizada todo el rato. Era la misma sensación que cuando es uno el que pasea sin rumbo y observa lo que le envuelve. Hoy me ha venido a la cabeza esa peli porque los ruidos y las imágenes que me llegaban eran como los que vi en aquella cinta.

Me he fijado en una chica que hacía crucigramas sentada en la terraza de un bar, despreocupada, sin mirar el reloj...en un acordeonista y su peculiar público -un tipo muy gordo que hacía bailar a su perrito al son de la música-...en un hombre de unos setenta años sentado en un rincón de la plaza y pintando unas acuarelas preciosas...en los retazos de conversaciones ajenas que me llegaban al oído y que me hacían imaginar vidas y sentimientos extraños...

Antes de darme cuenta ya había llegado a la estación de tren. Ha sido uno de esos días en los que podría haber seguido caminando durante horas. Hoy la sesión de cine se vivía a pie de calle.

¡Feliz jueves!


jueves, 20 de junio de 2013

Al pan, pan, y al vino, vino


De camino al cole…

Peque: “¿Qué haces?”

Mo: “Pues te llevo al cole, Peque, como cada día”.

P: “¿Y por quéééé?”.

M (suavizando la realidad misericordiosamente): “Porque es un sitio muy divertido y así puedes jugar con tu amigo J”.

P: “¡Pero J me tira arena a la cabeza!”.

M: “Ya, cariño, pero eso lo hace mientras jugáis… ¡Si J es un trozo de pan!”

P (con cara de susto): “¡¡¿J es un trozo de pan?!!”.

M: “Bueeeno, hombre, es una forma de hablar, quiero decir que es muy bueno, por eso digo que es un trozo de pan…”.

P (con los ojos como platos):”¡¡¡¿¿J es una forma de pan??!!!”.

M (descojonada): “Tranquilo, todavía no ha mutado en baguette...J es muy bueno, sólo eso”.

P (desconfiado): “Mmmmm…”.


Nota mental: Dejar las frases hechas para más adelante.



 ¡Feliz jueves!


martes, 18 de junio de 2013

Con los cinco sentidos


Examinando a Peque con los cinco sentidos...

-Vista. A veces miro a Peque y me asombro (todavía) de que esa preciosura sea mi hijo. Será porque el amor de madre me hace verlo como un auténtico Adonis y será también porque no se parece a la menda ni en lo blanco de la esclerótica. Sin embargo, debo reconocer que en ocasiones observo algún rasgo familiar, algo que me recuerda a mí vagamente...La forma de los ojos, el gesto de la boca, esas pantorrillas...Pero no nos engañemos, es más clon de Mr. X que mío. De mí quizás herede las rodillas torcidas o la miopía...Aunque de momento no lo parece. Disfruta mucho señalando las cosas que ve y preguntándome por ellas en el momento más (in) oportuno. Recuerdo que cuando comenzó a hacerlo de bebé, mi vecino médico (buen vecino donde los haya), siempre me decía que eso era señal de salud. Pues Peque (por suerte) tiene mucha salud, y ha perfeccionado el señalamiento ajeno haciendo de ello un arte en toda regla. Y si lo que apunta el vigoroso índice de mi churumbel es la descomunal verruga que tiene un señor mayor con mucha mala leche en toda la napia, mejor. Luego excúsate ante el simpático anciano por la verborrea y gracia de tu niño...(y no, mi mirada suplicando perdón no sirvió para nada...el hombre se largó acordándose de toda mi estirpe).

-Olfato. Me gustaría decir que Peque siempre huele a una mezcla exótica de jazmín, rosas y pachuli...Pero nop. Depende del momento en cuestión. A veces huele a tierra mojada (porque se ha estado rebozando en el cajón de arena del patio del cole), otras a las delicias que haya catado a la hora de la comida (es más, a veces no sólo huele a unos fragantes macarrones con salsa de tomate, sino que te encuentras un cacho fosilizado del manjar en medio de la mejilla) y otras -siento ser tan explícita- huele a pedo. Este último debo decir que es su perfume favorito. Se parte la caja cuando aspiras un olorcillo sospechoso y le preguntas si ha sido él el causante del mismo...

-Oído. He aquí uno de los puntos débiles de mi vástago. O más bien, dependiendo de la ocasión. O yo tengo muy mala suerte o todos los XY del universo son iguales, porque los tres que suelen habitar mi casa (Mr. X, Peque y su hermano) padecen el mismo mal. Si están concentrados en alguna tarea que absorba toda su atención (y eso suele ocurrir delante de la caja tonta) ya puede desgañitarse una llamándoles con todos los decibelios que la voz humana es capaz de emitir...Ni se inmutan. Eso sí, para lo que les interesa -óigase el leve chasquido que hace el envoltorio de un bombón de chocolate al desprenderse de su tesoro- ahí los tienes al microsegundo para mostrar su interés.

-Gusto. Peque, por lo que he podido catar cuando lo inundo a besos, más o menos sabe como huele: a tierra, macarrones, saladito después de una llorera...(por suerte los pedos no se comen). Si hablamos de lo que le gusta saborear a mi niño, ahí hemos tenido una suerte bárbara, porque excepto algunas cosas que creo que son normales que no le gusten, come de todo.

Inciso cultureta. El otro día descubrí lo que es el gusto adquirido. Al parecer, hay ciertos alimentos que debemos comer varias veces para comenzar a encontrarles la gracia (de ahí lo de "adquirido"). En este  artículo de nuestra amiga wiki ponen algunos ejemplos, aunque en realidad yo no me comería ni jarta de vino ni la mitad de lo que enumeran...

¿Y esto a qué venía? Ah sí...(si que empiezo pronto a chochear...). Que a mí no me preocupa que a Peque no le gusten algunas cosas, todo llegará. Lo bueno es que al menos se arriesga a probar, que ya es mucho.

-Tacto. Peque es totalmente achuchable, así que yo ahí le pongo un diez. Peeero, si nos referimos a como se relaciona él con otras personas a través de este sentido, mal vamos. Digamos que el límite entre caricia y tortazo sideral no lo ha pillado mucho. Seguimos trabajando en ello.


Y hablando de sentidos, os dejo un enlace que me han pasado esta semana: una ilusión auditiva basada en al algoritmo cetera digna de disfrutar. Eso sí, es en inglés e imperativamente hay que usar auriculares, de lo contrario no tiene gracia.


¡Feliz martes!



martes, 11 de junio de 2013

Oda a mi salvadora


Todas las madres lo sabemos,
nunca puedes dar nada por sentado,
hoy Peque prodiga sonrisas,
y mañana te pega un sopapo…

Eran las ocho de la noche,
el día había acabado,
tenía ganas de recoger al renacuajo,
y alcanzar mi descanso ansiado.

Descanso, los cojones,
Peque estaba “enconanizado”,
se preveía un largo camino a casa,
de rabietas amenizado.

Sin hacer caso a las señales del día,
decidí volver a casa en bus,
cuando mi pequeño vástago pedía,
“¡Por favoooor, en tren, no en autobús!”.


Inciso en la oda. Peque innova constantemente en su forma de pedirme las cosas (más que nada, para ver si con otra táctica cuela más). El último hit es arrodillarse a mis pies, abrazarme las rodillas, poner ojitos y susurrar: “Por favooooooor”. A mí que me recordaba a alguien…y por fin he dado con ello:


                                              
En medio de la rabieta del siglo,
la menda subió al bus,
y de inmediato supo a ciencia cierta,
que la había cagado del todo.

(vale, esto no rima, pero es que yo de poetisa va a ser que ando muy justa)

Gritos, llantos y mucho lagrimón,
la gente miraba de reojo,
yo estaba en medio de un dramón,
y no le veía solución.

Asumiendo que así sería el viaje,
me rendí y abracé a mi bichillo,
porque estaba claro que mis palabras,
no lo calmaban ni un poquillo.

En esas apareció una mano de la nada,
que encima un caramelo aguantaba,
Peque enmudeció de inmediato,
mientras la golosina observaba.

Una mujer encandiló a mi briboncillo,
hablándole con calma y poderío,
se había ganado al chiquillo,
con mucha labia y trapío.

(y la golosina, claro)

Le pregunté por sus buenas artes,
y ella confesó con cariño,
que no es nueva en estas lides,
y que trata cada día con niños.

(Nota de la autora: era pediatra)

Desde aquí le doy las gracias,
fue un detalle precioso,
me salvó del odio de los pasajeros,
y de un viaje angustioso.


Lástima que estando mi Peque en tal estado zen, justo al frenar el bus se diese un cabezazo con una barandilla y estallase en llanto otra vez…

Lo dicho, mil gracias a esa güena mujé por echarme un capote y hacer reír a mi Peque.



¡Feliz martes!




lunes, 10 de junio de 2013

¡Viajeros al tren!


Este fin de semana hemos celebrado el cumple de Peque. No las tenía yo todas conmigo, pensaba que el agua nos jorobaría el evento, pero al final tuvimos una dosis extra de suerte respecto al clima y pudimos disfrutar de la fiesta.

El sábado teníamos que subir Mr. X, sus niños, Peque y yo al pueblo donde vive mi padre para organizarlo todo, pero por un problema logístico Mr. X y sus churumbeles no podían venir hasta la noche, así que decidí armarme de valor y llevarme a Peque en tren al pueblo. Digo armarme de valor porque para llegar allí tengo que coger primero el metro y luego ir a buscar el tren de cercanías, cargar yo con todos los trastos (el señorito Peque intenta colaborar pero a los cinco minutos ya desfallece de llevar su mochilita) y rezar a todos mis santos para que mi niño muestra su faceta colaboradora y no asome nuestro amigo Conan. Para aderezarlo, el sábado estuvimos de diluvio universal en mi city (a punto estuve de cambiar el tren por una zodiac, pero al final conseguí llegar a la estación con relativa elegancia).

Pues bien, éxito no, exitazo. Como a veces cuando le abro la puerta a Peque le digo: "Adelante, caballero", él se pasó el rato cediéndome el paso en todas las puertas que nos cruzábamos y largándome un zalamero: "Adelaaante, señoooora" (inciso: aunque sé de sobras que tengo edad para ser una "señora", sigue chirriándome cuando alguien me lo dice...¡arrg!). Y no sólo eso, cuando yo lo soltaba un momento para comprar el billete o similar, él rápidamente me solicitaba que le cogiese la mano de nuevo para no perderse (cuando está gentleman, está gentleman el tío...).

Esperando a nuestro tren en el andén flipó en colores con los que iban llegando y viniendo: "¡Mamá, mira que grrraaaande! ¡Me lo voy a comer!". Entonces yo lo miraba con los ojos como platos y me soltaba: "Es brooooma, ¡jajajajaja!". Le pirra pensar que me toma el pelo, bendito...Durante el trayecto se dedicó a mirar, preguntar, relatar, observar y alucinar con todo lo que veía. Tenía a unos cuantos pasajeros pendientes de sus ocurrencias (y pendientes también de mis respuestas a sus preguntas comprometedoras -las relativas a la caca le encantan cuando estamos bien rodeados de gente-). Repetiremos, no hay duda.

Y la fiesta...pues fue estupenda. Peque se quedó sin palabras con sus regalos, los probó todos. Escuchó música, se cambió de ropa para estrenar modelito, hizo unas burbujitas plasticosas de lo más divertidas, jugó con unas ranitas de colores y ojo al dato, ¡se me ha independizado! Tal cual como lo cuento. Le han regalado una masía de cartón y desde entonces esa es su auténtica morada. Que como no, okupa medio comedor de la mía. Al menos, como ya comentamos ayer con mi gente, esta no tiene hipoteca...



¡Feliz lunes!

martes, 4 de junio de 2013

El amor


Hay momentos en los que una lucidez mágica te permite ver el amor. No se trata de ese confortable sentimiento que te acompaña en el día a día y que te envuelve de forma más o menos constante. Es más bien una especie de momento-revelación en el que eso que ya sabes (es decir, que alguien te quiere o que eres tú la que amas), se muestra de manera palpable, tangible. Son instantes en los que te liberas de todo lo demás, y mientras el mundo sigue girando en su tiovivo particular mostrándose desenfocado, tú puedes observar todo ese amor que respiras y que compartes con la persona amada. Tengo suerte por haber vivido muchos tipos de amor, pero nunca esperé que el maternal fuera tan intenso y revolucionario.

Este fin de semana he compartido con Peque varios momentos como el que describo. Uno ha sido mientras visionábamos el maravilloso documental María y yo, basado en el libro de Miguel Gallardo y que se centra en la relación de un padre con su hija, la cual que padece un TEA. Vi gran parte de la peli con Peque en brazos, y él quedó tan atrapado como yo con los retazos que se nos mostraban de la vida de María (y cuando ella desaparecía de la pantalla me miraba y me preguntaba: "¿Dónde está la nena?", no quería perderla de vista...). Sólo puedo decir que hay que verla, es fantástica.

Otro de esos momentos fue el domingo, paseando por el bosque. Íbamos con más gente, pero a medida que nos adentrábamos en la maleza de camino a una fuente medio escondida en la espesura, yo sólo me fijaba en el cuerpecillo acróbata de Peque sorteando los obstáculos y en su dislocada verborrea enumerando cuanta flora y fauna se cruzaba en su recorrido. Volví a sentir ese amor que no se acaba, que lo ilumina todo y que hace que por un segundo, todo tenga sentido absoluto.

No se me ocurre mejor manera de celebrar el nacimiento de Peque que mostrándole lo inmensamente feliz que ha conseguido hacerme.

Feliz cumpleaños amor mío.