jueves, 31 de octubre de 2013

Papá


Estos días mi padre me ha tenido preocupadilla. Parece que ahora está todo bajo control, pero hemos tenido un susto con su salud de los que te hacen temer que se derrumben los cimientos de tu vida. Sé que por ley de vida un día no estará, pero qué coño, espero disfrutar de su compañía unos cuantos lustros más.

Y cavilando sobre mi padre me he fijado en que si bien mi madre tuvo su entrada homenaje (en realidad no hay día que no le dedique un pensamiento o una sonrisa), mi padre aún no la tiene, así que me he propuesto enmendar la situación.

Mi padre...¡ay, mi padre! Si es que para mí su vida es una película de aventuras de principio a fin...De hecho, muchas veces he pensado en pedirle que me relate una vez más sus anécdotas vitales para escribir un libro. Resumir sus peripecias va a ser una micro odisea, y me dejaré muchas historias en el tintero, pero casi mejor, así me pico a mí misma con lo del libro.

Papá nació en un pueblecito germano un caluroso día de verano (vale, lo de caluroso me lo invento, no tengo ni pajolera de cómo era el clima ese día, pero queda más majo que decir "julio"). Faltaban aún algunos años para que acabase la Segunda Guerra Mundial y su familia era muy humilde, por lo que sus comienzos en este mundo no fueron fáciles. Si a eso le sumamos una familia muy, muy numerosa (llegaron a ser siete hermanos si los cálculos no me fallan), el tema se complica. Aderecemos este cóctel con el hecho de que el apellido de mi abuela paterna era de origen judío y tendremos una mezcla explosiva (más, si tenemos en cuenta que mi abuelo trabajaba para el ejército alemán encargándose del aprovisionamiento). El resultado fue tener que huir de un pueblo a otro durante años por el miedo a que alguien los señalase como judíos camuflados.

Pero mi padre, por aquel entonces, poco se enteraba del peligro. Más bien diría que era del todo un inconsciente (para que luego se meta conmigo cuando no me seco el pelo después de ducharme). Sus hermanos y él se dedicaban a incordiar a los soldados norteamericanos y conseguir de ellos chicles y chocolatinas. Se metían continuamente en barullos, robando fruta a los vecinos (en esa época con la comida no se jugaba ni una miajilla) y granjeándose la inquina del profesor de la escuela con sus pillerías.

Ahora, ninguna chiquillada supera a aquella vez que descubrieron armas y munición en el lago del pueblo, lo sacaron todo una noche y no se les ocurrió otra cosa que hacer una pira y prenderle fuego. Si sobrevivieron a aquello es que tenían una corte de ángeles de la guarda haciendo horas extras para salvarles el pellejo.

Cuando llegó a la adolescencia su padre decidió que ya era hora de hacer algo productivo con su vida. A los quince años le explicó que a partir de ese momento sería el aprendiz del panadero del pueblo y que tendría que vivir con él para formarse en el oficio. No tuvo ni voz ni voto, pero aceptó su destino y en unos años salió de aquel hogar adoptivo con un título de Maestro panadero bajo el brazo.

Por edad le tocaba hacer el servicio militar, pero él no se veía para nada en el ejército, así que sin pensárselo demasiado decidió fugarse y emigrar a otro país donde el futuro pintase de otro color. Y aterrizó en Sudamérica.

En Venezuela se asoció con un colega y montaron un bar restaurante que poco a poco fue ganando fama y clientes selectos que lo convirtieron en un local de moda. Mi padre consiguió ganar una pequeña fortuna que dedicó a vivir con holgura y descubrir el mundo que se abría ante él. Se hizo amigo de un piloto con ganas de aventura y con él recorrió la selva venezolana en excursiones de semanas enteras, sobrevolando en avioneta el Salto del Ángel y el resto de Canaima en busca de rutas nuevas que explorar.

A todo esto mi padre se había casado y tenido una hija, y su familia quería regresar a Alemania. Él dudó mucho, era feliz en su país tropical, pero finalmente cedió a los deseos de su mujer y cuando fue seguro volver a Europa, regresaron. Empezó a trabajar en una empresa alemana con sucursales en diferentes países, y por su conocimiento del castellano, pronto le asignaron España como destino. Su relación de pareja hacía tiempo que navegaba a la deriva, y al llegar aquí conoció a una morena muy resolutiva dispuesta a echarle el lazo.

Lo cierto es que yo tengo pocos recuerdos de mi vida antes de que mi padre llegara a ella, para mí siempre ha estado ahí. Aunque por lo que me han explicado no lo recibí de muy buenas maneras, y eso de que besase a mi madre me cabreaba cosa mala...Pero puedo prometer y prometo que si le di alguna patadilla fue sin premeditación y alevosía. A veces las historias con futuro tienen comienzos agitados. Y total, con un par de viajes a la Isla Fantasía nadando a sus espaldas me tuvo en el bote para siempre jamás.

A veces la gente me pregunta si alguna vez he sentido curiosidad por conocer a mi padre biológico. Y no, nunca la he tenido. Yo ya tengo un padre. El mejor.




jueves, 24 de octubre de 2013

Volver


De vez en cuando siento que mi yo cinéfilo anda alborotado y peleón en un intento de salir a la luz y liberarse del yugo al que mi yo actual (atareado por los quehaceres del curro, la maternidad y la marujidad) lo tiene sometido.

Cuando eso ocurre, sólo hay una solución: dosis de películas en vena hasta que el mono desaparece. Una solución sería peliculear por la noche, una vez dormida la fiera de mi niño, pero resulta que servidora se queda soponciada cada noche cuando lo pone a dormir. Plan A descartado.

Por suerte siempre hay un plan B. En este caso se ha presentado en forma de bajón de trabajo en el curro. Y aunque esté muy mal (y eso que cuento con el beneplácito de mi jefa), me he puesto a ver pelis en la consulta.

La cuestión era...¿qué pelis? Tenía una lista suculenta que había ido elaborando a base de recomendaciones blogueras (a saber: "El concierto", "La delicadeza", "El verano de sus vidas", "El amor y otras cosas imposibles"...). Me decidí por la última de esta lista, y el hartón de llorar fue tan colosal que me propuse cambiar de tercio. Y no sé por qué, misterios de la vida, resolví solucionar ese conflicto que tengo con Almodóvar. Las últimas pelis que recuerdo haber visto de él ("Kika" y "Tacones lejanos", que además vi a cachos, fatal por mi parte), me habían dejado mal sabor de boca, sentenciándolo a una lista de directores non gratos. Como no había visionado ninguna de sus últimas obras, esta semana me he puesto las botas con "Volver", "Todo sobre mi madre" y "Hable con ella". Y debo decir que me he reconciliado con Pedrito. Incluso voy a echarle un ojo a alguna más.

Pero de las tres, lo que se me ha quedado en el córtex cerebral es la canción de "Volver" (sí, la que canta Penélope, aunque no sea ella sino Estrella Morente), y eso que no es la peli que más me ha gustado. Pero la canción, sí.

Total, que ando toda la jornada tarareando eso de "Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien...". Y una que pasa muchas horas con un mini XY que está en fase esponja, ha acabado contagiándole al pequeño de la casa la fiebre Gardel.

A ver cómo encaja la profe de Peque que el niño se ponga a cantar el medio de la clase "Volveeeeeer, con la frente marchiiitaaaa..." en vez de La gallina ponicana.








martes, 22 de octubre de 2013

Cosas de la crisis


Cuando alguien llama al timbre de mi consultorio, una nunca sabe a quién le va a abrir la puerta (por cierto, es un timbre horroroso, y si ando concentrada en algo siempre pego un bote cuando lo oigo, como decía Eva en un post, voy a hacer un Change o algo para pedir que me lo cambien). Es de esperar que la gente que llama a la consulta venga con un perrito o gatito para que le eche un vistazo, pero con la crisis, el abanico de personas que vienen a intentar ganarse la vida a mi puerta es interminable.

Por un lado tenemos a los comerciales. Los hay que vienen a ofrecerme productos relacionados con mi profesión, a esos tengo que atenderles para estar al día de lo que se cuece en mi mundillo. Pero otros tratan de colarme cualquier cosa (y cualquier cosa es cualquier cosa: seguros médicos/del hogar/del coche/de los dientes, tarifas planas a tutiplén, sistemas de seguridad ultramodernos y súper-fashion, máquinas para comprobar la autenticidad de los billetes...). Yo trato de ser empática y cordial, y hacer ver en el menor tiempo posible (para que el comercial no gaste saliva inútilmente) y con la mayor educación de la que soy capaz de hacer gala, que el producto no me interesa. Pero si hay algo con lo que no puedo es con el comercial pesado/insistente/cabezota. Ese que cree que colando un pie en tu local, desparramando folletos, sonrisas Profident y llamándote por tu nombre cada dos frases ("porque Mo, seguro que querrás pagar la tarifa más económica del mercado...¿verdad Mo?"), te tiene en el bote. Y no amigo mío, no (o amiga). Cuando quiero adquirir el producto que sea soy proactiva, y como el del anuncio, busco, comparo, y si doy con algo mejor, lo compro, pero no me dejo embaucar por el primer zalamero de turno. En fin, que yo sé que se han de ganar la vida y he tenido amigos currando puerta a puerta, pero creo que alguien que sepa vender lo primero que ha de calar es a quién no le va a poder vender.

Aparte de los comerciales, está la fauna exótica. Sin exagerar ni un pelillo, estas son las cosas que han venido a ofrecerme: bragas y sujetadores, pinturas de un artista del barrio (y muy pesado el pobre, intenta venderme un cuadro cada dos meses), bizcochitos caseros (y diría -por la indumentaria de la cocinera- que aderezados con hierbas psicoactivas), figuritas de barro, calendarios solidarios (prácticamente los únicos a los que les compro de vez en cuando), poemas, percheros decorativos (muy molones por cierto), religiones varias...

Pero me quedo con uno que me hizo pasar un rato divertido. Al principio flipé con el sujeto. Soy mala para las etnias, pero parecía asiático y llevaba gafas de culo de bote (y bizqueaba). Llamó, y sin apenas saludar me dijo: "Coge esto, por favor", plantándome una caja en la mano. Yo me resistía y él añadió: "Tranquila, no muerde" (broma que después ya me han hecho veinte veces y que nunca me hace reír, todo sea dicho). De mala gana sujeté la cajita que resultó contener un aparatejo de esos para cortar los pelos de la nariz. El tío estaba entusiasmado explicándome las bondades del cacharro, y a mí me entró la risa floja por lo surrealista de la situación...Hasta intentó hacerme una demostración in vivo, a lo que me negué al ver que desenfundaba el dispositivo. El pobre hombre se quedó un poco chascado al ver que no conseguía vendérmelo, pero es que las cosas como sean, yo soy muy difícil de convencer...


viernes, 18 de octubre de 2013

La no proposición


Me preguntaba el otro día Nenica cómo me había pedido Mr X que nos casásemos...En ese momento escurrí el bulto, pero creo que es una historia que merece ser contada.

En realidad yo hacía unos años que daba la vara con eso del bodorrio. Más o menos las conversaciones eran del tipo yo preguntando: "¿Y cuándo dices que nos casamos?" y él contestando: "Cuando llevemos los mismos años viviendo juntos que los que llevaban tus padres antes de casarse..." (es decir, dieciocho...menudo ejemplo). Ya era una especie de juego del gato y el ratón, hasta que un día, a finales de verano, su respuesta cambió de pronto y dijo: "Pues el año que viene, ¿no?". Hala, y se quedó tan pancho. Yo ojiplática y él pidiéndome que le pasara la sal. Se lo hice repetir para asegurarme, y cuando ya fue notificándolo a sus familiares vi que iba en serio...Así que estaba feliz como una perdiz, pero claro, como buena fémina que soy, necesitaba una dosis de romanticismo, que explicado así queda mu soso, y le pedí que un día se lo currase un poquito más y me lo pidiera de forma "oficial". Él dijo que vale, y yo a esperar.

Hace algunas semanas, un sábado si no me equivoco, Peque y Mr X se fueron a hacer la compra. Al volver, una de las bolsas que llevaba mi prometido me pareció sospechosa. La abrí con cierta cautela mientras él sonreía y de pronto unas antenas tililantes asomaron a modo de saludo. Casi me caigo de culo. Eran dos bogavantes bien vivitos y coleantes (y nunca mejor dicho). Madre del amor hermoso, qué sofocón. Mr X sabe que no soporto pasar por la agonía de matar un pobre bicho para comérnoslo, que soy una carnívora con muchos remordimientos de conciencia, ¡y va y me trae eso a casa! Salí indignada de la cocina y él flipó en colores. Le tuve que explicar por enésima vez que me pongo mala al ver bichos vivos en casa que luego vayan a acabar en mi estómago, y él venga a reír. Por supuesto, estuve de morros durante toda la mañana. Al cabo de un rato, mientras jugaba con Peque, oí un ruido en la cocina, y al ir a comprobar si había algo roto descubrí que no era otra cosa que uno de los pobres bogavantes, que se había despeñado por la nevera. Ayyy...¡qué mal lo pasé!

Mr. X consultó con un tío suyo que fue dueño de una marisquería cómo cocinarlos con el menor sufrimiento posible y por la noche me obsequió con una cena a base de artrópodos al horno regado con un vino gran reserva. Ni que decir tiene que al final se los tuvo que comer él porque yo no podía...(a mí con la ensaladita de acompañamiento me bastó y me sobró).

Ahí quedo la cosa, hasta que unos días después, le pregunté a Mr X cuándo iba a pedirme románticamente que fuera su media naranja for ever and ever, y él medio mosca me contestó: "Jo, para un día que me curro una cenita chula con los bogavantes y vas y te cabreas...". Esa, señoras y señores, tenía que ser la noche en que me lo pidiese con velitas y música de violín de fondo. Pues que quieres que te diga, quizás a una muchacha del imperio azteca le molase mazo que su futuro marido la obsequiase con el sacrificio ritual de unos invertebrados, pero a mí, como que no.

Por si acaso, ya no le pido más romanticismo, me quedo con que nos casamos y listos, no vaya a ser...


¡Feliz finde!




miércoles, 16 de octubre de 2013

La foto prometida

Este es el post más cortito que he escrito, creo yo. Venga, ¡va por ustedes!




Lo que no se haga por los cibercolegas...:)




martes, 15 de octubre de 2013

Tópicos


El domingo por la noche Mr X y servidora nos deleitamos con una americanada de esas que los cinéfilos aborrecen, pero con la que te partes la caja a base de bien (y sí, a pesar de adorar el buen cine, disfruto de lo lindo con este tipo de productos).

Se llamaba "La boda de mi mejor amiga", y habiendo pasado por una boda este fin de semana y compartiendo con la protagonista el papel de dama de honor, tenía que verla sí o sí.

En realidad, pocos puntos en común unían a los dos bodorrios, porque si el peliculero era hortera, lleno de clichés y con un presupuesto hiperbólico que ni el maharajá de Kapurthala; el real fue emotivo, divertido, sencillo y en una palabra, maravilloso.

Para las que os quedasteis con la curiosidad de mi vestido...seguiréis con ella (que mala soy). Tengo setecientas imágenes que descargar de la cámara y aún no me he puesto a la faena, espero que me sepáis perdonar.

El discurso famoso salió de perlas. Lo preparamos a medias con mi amiga V y a la gente (y sobre todo a la novia, que era a quién queríamos agasajar) le gustó mucho, lo cual fue un gustazo. Además, fui capaz de aguantar las lágrimas hasta la última frase y resultó inteligible y todo.

Los artistas de nuestro grupo de amigos formaron un cuarteto y compusieron una canción para la pareja que se me ha quedado grabada en la cabeza. Me paso el día tarareándola, y yo creo que tiene madera de canción del verano. Si eso, me voy a plantear un curro alternativo como manager de mis amigos. Estos chicos prometen.

Algún tópico bodil si hubo, como por ejemplo amigos del novio que tiraban los trastos a todas las féminas del lugar, o la manida borrachera de la dama de honor. Ups, se me ha escapado. Sí, confieso que justo al final de la noche me tomé una cervecita que me sentó como un tiro (debió ser culpa de las tres cervecitas anteriores). Por lo menos aguanté el tipo con elegancia y primor hasta que me subí al coche (ni yo misma me había dado cuenta de que había cruzado la línea de la sobriedad). Cuando después de cinco kilómetros noté que tenía que fijar la vista en un punto concreto del salpicadero y sacar la mano por la ventana para airearme me empecé a oler el percal (y los demás lo olieron cuando tuve que bajar la ventanilla a la velocidad del rayo para lo que os podéis imaginar a la perfección). En fin, cosas que pasan.

Un fin de semana para saborear en el recuerdo. Y para tomar muchas ideas e inspiración para un evento que tengo que preparar para el año que viene. ¿Lo pilláis?

PS: ¡Sí! ¡Nos casamos!


¡Feliz martes!



jueves, 10 de octubre de 2013

El Neverending test


Como ya expliqué hace unas semanillas, aunque haya adoptado una política propia con los premios, no quiero dejar de agradecer a todas las que pensáis en mí a la hora de repartirlos, así que...¡Ahí van mis agradecimientos!

A la Mamá de una Monita por...el Premio Primavera:

                                              


....el Liebster Award:

 


...y el Premio Conóceme:

                                                                                


A la Madre desesperada por el Lovely Blog Award:

  


Y a Eva, de Opiniones Incorrectas por tres que van de la manita (uno va de incógnito, no tiene foto y se denomina "Sin Nombre"...pues eso, de incógnito):

                                                                 



¡Muchísimas gracias a todas!

Ya sabéis que las entrevistas/tests/similares me pueden, así que ahí van mis respuestas al test Conóceme:

¿Cómo te llamas? Mo
Edad: 36
Color de ojos: Marrón oscuro, muy oscuro.
¿Donde vives? En un pueblooo, muy lejanooo, al pie de la montañaaaa...Vale, no, vivo en mi city.
Color preferido: Depende del día.
Cosmético preferido: Lápiz de ojos negro.
Producto de maquillaje: Lo mismo que en la pregunta anterior.
Gloss o barra de labios: Barra.
Perfume o colonia: Para una ocasión especial, perfume. Para el día a día, colonia.
¿Cómo sueles llevar el pelo? Suelto.
Lo más imprescindible que llevas en tu bolso: Llaves, móvil, cartera, libro electrónico, agenda, libretita mil usos, boli, algún cochecito extraviado...
Lo más imprescindible que llevas en el neceser: Lo más, lo más...Pues el cepillo de dientes, el lápiz de ojos y la copa menstrual.
Color de pelo: Castaño oscuro.
No puedes salir de casa sin...Ahora mismo diría que sin mi libro electrónico.
¿Eres "adicta" a algo? Intento redimirme de mis adicciones, pero haberlas, haylas.
Olores que más te gustan: Colonia Nenuco, chocolate, incienso, limón...
¿Qué no soportas? Siempre digo lo mismo, el borderío.
¿Qué producto te ha decepcionado? Pues...ninguno que me venga a la cabeza.
¿Qué producto te ha sorprendido? Mi última crema hidratante.
¿Tienes algún apodo? Sí, Mo.
¿Qué es lo que no puede faltar en tu maleta? Pues...seré original: ropa.
La serie más reciente a la que te has enganchado: Vivo una desconexión forzada de la tele...¡con lo que yo he sido!
Un capricho cumplido: Viajar al Caribe.
Mi prenda favorita de otoño: Mmm...no tengo ropa otoñal.
Un objeto de deseo: Una entrada de cine.
Un diseñador: No sabo, no contesto.
Un sabor: Para el helado, fresa y chocolate.
Una fruta: Kiwi.
Un lugar para visitar: El claustro de la catedral de Barcelona.
Una ciudad: Girona, tiene rincones preciosos.
Un lugar para enamorarse: Venecia.
Un complemento: Siempre llevo los mismos, anillos y collar.
Un plan para un domingo otoñal: La Fageda d'en Jordà.
Una cadena: Kiss FM (de tele ya he dicho que vamos regulín).
La última canción que se instaló en tu cabeza: "Quién vive en la piña debajo del mar..."
Una actriz: Meryl Streep.
Un actor: Anthony Hopkins.
Una musa: No uso.
Una revista: Durante años compré Año/Cero.
Un sueño: Que me toque la loto. Tengo muchos planes para ese dinero, jejeje...
Último vicio: La vida sana.
¿Con qué regalo siempre aciertas? Con un regalo siempre te la juegas.
Mi postre favorito: Ahora mismo, los bombones que me hace Mr X.
Lo que te molesta: Lo ya dicho, el borderío, la mala educación, la poca empatía...
Blanco o negro: Negro.
Tu mayor fobia: Ahora no caigo...
Actitud de todos los días: Me he tomado en serio lo de los físicos, así que: Cada día es un gran día.
¿Qué es la perfección? Algo que da un poco de miedito.
Animal preferido: Perro.
Número favorito: 7.
Perfume que estoy usando: Ahora, ninguno.
Última vez que usaste sombra: Ni me acuerdo...(la que proporciona el Sol no vale, ¿no?).
Días de la semana favoritos: Viernes, sábado, domingo y cualquiera que sea festivo.
¿Tienes las uñas pintadas ahora mismo? Nop.
Mi pasión: Peque.


Si habéis llegado hasta aquí, os merecéis un premio, ¡así que tenéis licencia total para elegir el que más os guste!



miércoles, 9 de octubre de 2013

Otoño


El otoño suele traer a mi vida un montón de sensaciones melancólicas y tristoides. Eso, en general. Porque este otoño, por contra, ha empezado con un batiburrillo de actividades y emociones que me tienen loquita perdida (espídica, diría yo).

Son todas esas cosas, eventos, noticias y maravillas que revolotean por mi existencia, las causantes -y no la falta de inspiración- de que la menda no tenga tiempo ni neuronas libres para escribir prácticamente nada.

Bueno, mentira. Escribir he escrito, y mucho. Centenares (no exagero) de correos para organizar una despedida de soltera. Otros tropecientos mensajes para quedar y comprar los regalitos a los bebés de amigas que están naciendo por doquier. Y, ojito al dato, el discurso que tengo que hacer en la boda -este sábado- de mi amiga E. Llevo toda la mañana ensayándolo y doy fe de que voy a llorar.

Uno de los hitos que me esperaban, la despedida de soltera, salió a pedir de boca. De entrante, sesión de risoterapia para ocho mujeres sin complejos y con ganas de desgañitarse riendo. De plato fuerte, cenita en buena compañía con pruebas para la ojomeneada y regalitos varios. Y de postre, salida nocturna y con alevosía a una discoteca fashion de la zona (dónde descubrimos que la fauna humana estaba compuesta por un 75% de yogurines y un 25% de maduritos -ejem- trajeados con cubata en mano a la caza y captura de una especímen del primer grupo).

Por otro lado, he tenido que hacerme con un atuendo lustroso y molón para la boda. Y yo andaba contenta con mi vestido, hasta que me lo probé en casa y el hijo mediano de Mr. X me soltó (y lo decía en serio):

-"Anda, ¿vas de payasa?"

Antes siquiera de reaccionar apareció Peque en el escenario y mirándome me preguntó:

-"¿Dónde vas a cantar, mami?"

De lo cual deduzco que mi vestido hace pensar en una especie de saltimbanqui cantarina. Será interesante ver el efecto que causo soltando mi discurso ataviada así, hipando, y con los lagrimones desdibujándome el maquillaje.

Pero después del estrés acumulado durante semanas de preparativos, que sea lo que tenga que ser. No en vano mi amiga E, la que se casa, me explicaba emocionada hace dos días que su futuro marido oyó en la radio que unos físicos -no gurús de autoayuda- plantean que si uno se convence al principio de la jornada que ése va a ser un gran día, acaba siéndolo (por no sé qué rollo de física cuántica y blablabla).

Pues eso, que el sábado va a ser un gran día. Y ya puestos, hoy también.





martes, 1 de octubre de 2013

Anarquía


A mí, creo que ya lo he dicho más de una vez (y más de dos), me gusta el orden. Me gusta la casa limpita, que huela a una pizca de incienso y que al entrar en mi hogar den ganas de repanchingarse en el sofá a leer mientras se pasea la mirada por las superficies limpias e inmaculadas de los estantes en los que los libros forman filas armónicas y estéticamente atractivas.

El orden desapareció de mi casa hace cosa de tres años, y más o menos puedo convivir con el caos que supone tener un vástago XY. Peeero, lo que ya llevo más malamente es cuando los hermanos de Peque aterrizan en nuestro hogar. Además, a medida que suman años en su haber, más barullo generan (¿no debería ser al revés?).

Tener adolescentes en casa es muy divertido. Modo irónico "on". Si además son chicas, más divertido todavía. Trapitos varios por sus camas, pares de zapatos por la habitación y el pasillo; pintauñas, lápiz de ojos y cepillos por el lavabo, el comedor y ¿la cocina?; música a todas horas y en todos los formatos posibles (radio, ordenador, portátil, Ipod, Ipad y móvil)... Además, como cada uno tira para un género distinto, me puedes encontrar a mí en la cocina haciendo pizza con Kiss FM mientras Mr. X le da a las teclas en el despacho escuchando Bocherinni, la mediana mira el móvil en el sofá tarareando Rihanna, la mayor en su cuarto baila al son de Efecto pasillo, y los XY de la casa cantan la melodía de Bob Esponja...Algo enajenante es, aunque ritmo no nos falta.

Este sarao implica que me paso los fines de semana haciendo viajecitos colocando las cosas en su sitio y dando algún berrido solicitando al infractor de turno que tire de la cadena/apague la luz (la leche que nos va a caer de electricidad con la subida de la luz)/recoja el calcetín de la lámpara.

A mí, hija única y amante del silencio y de la paz, aún se me hace raro que haya ido a parar a una familia numerosa, que si bien no es la mía exactamente, porque los churumbeles de Mr X tienen su papi y su mami, no deja de ser parte de mí también.

El domingo, cosa excepcional, se quedaron a dormir en casa. Cenamos todo lo pronto que pudimos, y mientras yo arreglaba algunas cosas para el día siguiente, todos disfrutaron de un rato de ocio antes de ir a la cama. Las niñas estaban en el despacho, enseñándonos las fotos que habían subido al FB y los comentarios que recibían (que adolescencia tan tecnológicamente distinta a la mía...), Mr. X ayudaba al mediano a hacer deberes de matemáticas y Peque escuchaba música en el portátil de su hermana A. Cada vez que se acababa la canción pedía a gritos: "¡¡¡¡AAAA, "Eip mi op" otra vez, por favoooooor!!!". Entoces me miraba con cara de súplica y me decía: "Mami, una vez "Eip mi op" y ya está, ¿valeeeee?". Y así cada vez que se acababa. El concepto de "ya está" no lo tiene depurado (porque no le interesa, claro). Me quedé un momento quieta en medio del comedor disfrutando de la escena, y a pesar de lo agotador que resulta a veces lidiar con tanto crío, me sentí feliz y agradecida de que Peque tenga los hermanos que tiene y de que ésa sea su familia. Claro que eso fue justo antes de la mayor se pusiese a gritar a la mediana por no sé qué problema con el cepillo del pelo, el otro se hartase de los deberes y Peque me mirase con odio por apartarle de su amada canción. Si es que nada es perfecto...