El mejor regalo del mundo

Hoy es uno de mis días preferidos del año. ¡Es mi cumpleaños! Desde que tengo memoria siempre me he sentido muy especial en este día (es otra de las cosas que le debo a mi madre, que como ya he dicho más de una vez, se lo curraba mucho para que yo disfrutase a tope de mi aniversario).

Este año el regalo me ha llegado por adelantado. En concreto fue el martes, cuando fui a buscar a Peque al cole. Cuando salgo del trabajo paso por casa a picar algo y me voy a buscarlo. Eso no podré hacerlo el año que viene, pero en la escuela a la que va ahora me dijeron desde el principio que no había problema en que lo recogiese antes de las cinco de la tarde. Así pues, una vez he ingerido una buena dosis de calorías para aguantar el resto del día, voy a por mi niño. Él ya sabe que sobre esa hora llegaré, y según me cuenta su maestra, cuando queda poquito para que vaya empieza a estar pendiente de la puerta. Cuando aparezco siempre se emociona, deja lo que esté haciendo y viene corriendo con esa sonrisa preciosa que tiene. Yo, madre babeante donde las haya, lo pillo al vuelo y lo inundo a besitos.

Cuando este martes fui a buscarlo, una chica que estaba con la maestra y que está haciendo unas prácticas en el centro me dijo: "Hay que ver lo contento que se pone, vaya recibimiento, ¡se le ilumina la cara!". Y su maestra le explicó: "Es que Peque sabe apreciar el esfuerzo que hace su mami para estar con él un ratito al mediodía...".

A veces doy por sentado el cariño de Peque hacia nosotros. Pero el martes comprendí que en realidad lo que tenemos Peque y yo (o Peque y Mr. X) es como cualquier otra relación entre dos personas que se quieren, y que por lo tanto hay que mimarla y cuidarla para que funcione. De modo que si Peque nos demuestra su afecto con tanto ímpetu es porque lo estamos haciendo bien, ¡y eso me hizo sentir de lo más afortunada!

Dicho esto, paso a narrar la anécdota del día. Ayer por la noche, mientras volvíamos a casa Peque y yo, le señalé su camiseta (llena de pececitos de colores) y le pregunté: “¿Cuál es tu pez favorito?”. Y va y me suelta: “El que está fritito”. No es piscívoro ni nada el niño…Siguiendo con la conversación culinaria y preguntándole qué quería cenar me contestó: “Sopa de madera, tortilla de caramelo y croquetas de caca”. Un menú de lo más equilibrado, sí señor…;)



¡Feliz finde!