Conan el Bárbaro

Cuando expliqué a mi gente que estaba esperando un niño, una de mis amigas, V, me dijo que se lo imaginaba como un chiquillo tranquilo, con gafas, modosito...(vamos, la típica imagen de un empolloncete, o repelente-niño-Vicente, que decía mi madre). Supongo que el origen de su conjetura se basaba en que tanto Mr. X como yo somos de talante pacífico y reposado. Pues bien, debo decirle a V que...¡los cojones!

Mi pequeño XY es claramente un espécimen outdoor, que disfruta de la actividad física y de moverse cual pulga karateca. Si por casualidades de la vida se hace con algún instrumento remotamente parecido a una pistola, se dedica a apuntar y disparar a todo aquel que se cruce en su camino (ni que nos pasáramos el día viendo pelis de John Wayne...). Y por si fuera poco, muestra una territorialidad digna del más salvaje de los felinos...Él considera que el bloque de edificios donde vivimos es todito suyo, y pobre del vecino que quiera entrar en el ascensor al mismo tiempo que nosotros...Peque lo fulmina con la mirada y cuando nos bajamos suelta eso de: "¡Este asscensor essssmíooo!". Ayer mismo repitió la escena y yo le expliqué lo de que hay que compartir, que vivimos con más gente, blablabla...Él siguió en sus trece para apostillar al final con cierta generosidad: "Bueno, F sí que puede entrar, porque es pimpático y nos da huevos y asúcar" (que sería de mis pasteles sin su ayuda en momentos de crisis en el avituallamiento...).

Vamos, que de niño empollón con pajarita poca cosa de momento...Más bien nos movemos en la esfera de Conan el Bárbaro.

Así pues, no me queda otra que enconanizarme un poco (que no canonizarme, no confundirse), y caminar a ratos por el lado salvaje de la vida.

¡Feliz jueves!