Estos días tenemos en casa una inquilina extra, la perrita de los padres de Mr. X. Es viejecita y tiene bastante mal carácter, por lo que siempre vigilo que Peque no la trastee demasiado para evitar conflictos. Pero mi Peque ha salido animalero, y le chifla perseguir a la pobre perra y darle besitos. Me encanta verlo jugar con los animales. Claro que, teniendo un perraco en casa y siendo hijo de veterinarios, es normal que sea así.
Pensando estaba yo en estas cosillas cuando me ha venido a la mente una imagen de mi infancia. A mí me gustaban los bichos, pero no todos...
Me daban mucho asco los caracoles. Pero cosa mala. Era verlos en cualquier sitio desplazándose en medio de baba y con las antenillas ahí en plan radar y estremecerme...Puaj, no podía con ellos. Mi madre se percató de mi caracolofobia y decidió ponerle remedio. Me explicó que un caracol era un animalito muy simpático que siempre llevaba su casa encima y que no hacía nada de daño. Yo me la miraba de reojo y no me tragaba mucho su historia. Como mi madre veía que el cuento no era suficiente, decidió que debía hacerme amiga de un caracol, así que salió al patio en busca de mi futuro compañero de juegos. Cuando la vi aparecer con eso en la mano casi me da un patatús. Pero no se cómo, me convenció para no salir corriendo. Bueno, sí lo sé. Me prometió que si intentaba hacerme colega del gasterópodo en cuestión me regalaría un telefonito rojo de plástico que había visto en una tienda de juguetes (ojo, que estamos hablando de algo que sucedió hace como más de 25 años, o sea, que no era un móvil Nokia o similar, sino un telefonillo de los de rueda que hacía ruido y todo). Como el chantaje siempre ha sido una buena manera de convencerme de las cosas, decidí esforzarme un poco y darle una oportunidad a "Caracol" (original el nombre, ¿eh?).
Le buscamos una cajita en la que colocamos todo aquello que podía hacer su vida más feliz y yo poco a poco comencé a querer a aquel ser baboso. Cada día salía al patio y le ponía una hojita de lechuga, lo sacaba un rato a pasear por las plantas y luego lo devolvía a su chalet. Muchas veces se escapaba, claro está, porque al tío le iba la marcha, pero siempre lograba encontrarlo.
Una fatídica mañana, yo estaba desayunando tranquilamente con las puertas del patio abiertas, y en ese momento mi abuelo salió para vete a saber qué y lo oí. Crec-crashh-puff. Horror. Lo supe de inmediato. Mi abuelo había acabado con la vida de "Caracol". Fui corriendo hasta el lugar de los hechos y allí estaba mi amigo espachurrado. Ni que decir tiene que me cogió un berrinche del quince. Recogimos los restos de "Caracol" y lo enterramos en su maceta preferida.
Desde entonces le tengo una especial simpatía a los caracoles. Me da mucha penilla chafar uno por accidente, y si me lo encuentro en medio del camino, le busco un refugio seguro.
Y por supuesto, jamás he sido capaz de comerme un plato de escargots...
Yo también soy incapaz de comer caracoles! Y no puedo soportar el crujido de pisarlos. Recuerdo cuando pasaba los veranos en Dublin, no había día que no pisara uno sin querer! Aggg!
ResponderEliminarQué historia más entrañable y tu peque ya apunta maneras,eh??se nota que sus papás son veterinarios :)
ResponderEliminarEs un relato dramático. Qué pena más grande te llevarías por el pobre caracol, y no lo digo en plan irónico. Sé que se puede llegar a sentir mucho cariño por cualquier tipo de animal.
ResponderEliminarte deje un premio en mi blog¡ Luego te leo mas despacito ;D
ResponderEliminarPues yo tengo fobia a las cucarachas y afortunadamente a mi madre no le dio por buscarme una de mascota! jajaj
ResponderEliminarEs una historia muy tierna, aunque con final dramático. Es normal que a tu niño le encanten los animales, y además, muy positivo.
Por cierto, a mi me encantan los caracoles que guisa mi abuela.
Un besote.
A mi me parece un animalillo simpatico tambien.. eso si, no me lo comeria ni "jarta de vino".. en cambio a papa pitufo le encantan¡
ResponderEliminarAy Mo, qué anécdota la del lindo "Caracol"! Desde luego fue efectiva la técnica de tu papá. Yo lo he pensado muchas veces, tengo una fobia incontrolable a las gallinas, y creo que la solución sería tratar de acercarme a ellas, visitarlas, etc. Pero soy incapaz!
ResponderEliminarRecuerdo de pequeña que mi abuela, también gastando astucia, nos compró a cada uno de los nietos un pollito de esos de colores (pobres!) que vendían en el mercado del pueblo los sábados. Cada uno de un color diferente. Ya te puedes imaginar, mis primos de tanto manosearlos y jugar con ellos acabaron por atosigar a los polluelos y fueron muriendo (qué lástima de maltrato ahora que lo recuerdo) y, sin embargo, el mío fue el único que creció y hasta mudó esas plumas verdes que tenía. Sí, el mío era verde. Y el único cariñito que le presté fue impedir que mis primos se acercaran, para su buena fortuna :)
Un gran abrazo!
"Caracol col col, saca los cuernos al sol" Mi madre también me contaba lo de la casita y yo me la imaginaba con habitaciones, cocina, de todo!
ResponderEliminarYo también era amiga de los caracoles y las mariquitas, y los bichos bola, y los gusanos de seda, y los saltamontes....
Aunque ahora me dan un poco de asco todos ellos, será que me estoy haciendo mayor!
Ohh, qué historia tan tierna!!!!!...aunque el final no haya sido el mejor, aprendiste a quererlos!!
ResponderEliminarYo, al igual que Trax, odio las cucarachas, y ni muerta me hago amiga de una de ellas, que asssssco, por dios!......durante un tiempo corto estuve viviendo en Tenerife, y eran voladoras, yo no había visto algo más asqueroso en mi vida....arggggh!!!!
No te extrañes de que a tu hijo le gusten los animales,jajajajjaa...como para no gustarle :-P
Ah, por cierto!....Seré una macabra, pero a mí me encantan en salsita :-P
Un besazo
Mama de parrulin, me da mucha grima pisar uno, o sea, que por Dublin no me verán (al menos en verano, jejeje). Besos!
ResponderEliminarUnaterapeutatemprana, Peque es un peligro con los animales, porque no les tiene miedo ninguno, y eso, a la que le da un poco de miedo es a la menda lerenda. Tengo que ir con un ojo para que toque a los perros que no conoce...Pero es genial ver la comunicación niño-bicho, me encanta!
Mama mimosa, en su momento me supo muy mal, y si no me equivoco fue el primer animal del que me reponsabilicé, así que fue un trago...Besitos!
Annie, gracias por el premio!! Ahora me paso a recogerlo! Besos!
Trax, a mi las cucarachas como que tampoco me molan mucho...Mi madre se lo curró con el caracol, pero ella fue incapaz en toda su vida de acercarse a una araña, aracnofobia total y absoluta! Seguro que tu abuela los cocina divinamente, pero aún así no me animo a probarlos ;) Muas!
Cocolina, qué curioso lo de las gallinas! Desde luego nuestras filias y fobias son algo bien extraño...Para no gustarte, mucho hiciste cuidando al animalito! Un besote!
Nenica, yo también le echaba imaginación a la decoración interior de su mansión, jajaja! A mi hay algunos insectos que me dan asquito, pero bueno, mientras no me los pongas en la mano, ningún problema, jajaja! Un beso!
Jeza Bel, yo conviví con cucarachas voladoras en Nueva Orleans y es un asco mayúsculo, pero no llega a fobia, jejeje...Un besote guapa!
Ayyy que linda eres!!! Me ha encantado la historia de Caracol, pobrecito, menudo final... me alegro mucho de que esa fobia pasara. Me ha gustado mucho, gracias por compartirlo. Un besazo
ResponderEliminarMaría, gracias a ti por pasarte por aquí, guapa. Un besote!
ResponderEliminarLa historia es la mar de tierna, aunque el final.. que shock, no? A mi los Caracoles me fascinaban de pequeña, ahora me dan más grima. Al igual que Trax, lo que me supera son las cucarachas...
ResponderEliminarBesos guapa!
Drew, pues hacerme amiga del bicho en cuestión para acabar tan mal...sí, fue chocante cuanto menos, jejeje! Pero la vida de los caracoles es un poco chunga, anda que no habré pisado unos cuantos yo en mi vida...Por cierto, has de superar lo de las cucas. Va, ya te regalaré una, jajaja! Muas!
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