El camino hacia el zoo era el ideal para empezar el día de buen humor: un trayecto de casi tres kilómetros de distancia por un carril para bicis que bordeaba el Mississippi . Durante el recorrido habían dos garitas custodiadas por agentes de seguridad que controlaban el paso de coches desde la carretera paralela a mi camino hasta las empresas que habían a orillas del río. Los guardas me saludaban, y se convirtieron en una especie de simpáticos compañeros de viaje.
P., la chica que me precedió en la estancia, me acompañó los primeros días para hacerme de cicerone. Antes de entrar me dijo: "Sobre todo, has de ser muuuuy educada, saluda siempre a todo el mundo con un "buenos días", da las gracias y ofrécete a ayudar cada vez que surja la oportunidad...y despídete adecuadamente de cada una de las personas con las que te cruces". A mí en casa ya se me ha enseñado a ser correcta en las formas, pero pronto me di cuenta de lo que quería decir P. En mi tierra, cuando ya entras en una rutina y conoces a la gente, te olvidas un poco de los formalismos, y allí eso no estaba bien visto. Al principio me resultó un tanto empalagoso, pero acabé cogiéndole el gusto.
Ese mismo día me presentaron a la Dra. E, la otra veterinaria del zoo, y con la que más tiempo tendría que pasar. Hablaba a toda mecha, y entendía la mitad de lo que decía (yo entraba en estrés absoluto cuando estaba con ella: pupilas dilatadas, cerebro echando humo y concentración a tope para no meter demasiado la gamba). Sólo me llevaba unos años y se notaba que era seria y formal, pero llegamos a llevarnos bien. Ella me enseñó el hospital. Y el hospital...Madre mía, nunca he visto nada igual. Unas instalaciones impresionantes: sala de curas tamaño XXL para poder atender desde un colibrí hasta un gorila (con grúa en el techo incluida para poder cargar animales pesados y anestesiados), quirófano último modelo con todo el equipamiento que uno pueda soñar, jaulas de hospitalización de todos los tamaños, laboratorio... En fin, una pasada. Las puertas poseían un sistema de seguridad y yo tenía que llevar una llavecita conmigo para poder desplazarme de un lado a otro.
La Dra. E me dio una hoja y me explicó que cada mañana tendría una copia para mí con el trabajo de la jornada. Ese día, nuestro primer paciente sería "Tom". Me acompañaron a buscar el uniforme y la identificación y me citaron en el hospital una vez estuviese lista. Y yo preguntándome...: "¿Quién será Tom?" Pues mi primer amiguito en el zoo fue un calao precioso. Lamentablemente, tenía un tumor agresivo en el pico (un carcinoma de células escamosas, para más señas), tumor que sufren muchos individuos de su especie, probablemente por efecto de las radiaciones solares. Él era uno de los pocos que estaba sobrellevando el tratamiento como un jabato. Por esa razón pusieron mucho empeño en salvarlo y conocer cuál era el mejor tratamiento para el cáncer que sufría (además el calao es una especie muy amenazada). Tom era un pajaroto enorme y de muy buen carácter. Le hicimos un chequeo completo porque al día siguiente lo operaban en la facultad de veterinaria de Baton Rouge. Yo estaba invitada a la cirugía y el Dr. B me explicó que nosotros llevaríamos una prótesis de titanio cedida desinteresadamente por el Hospital de Niños de Nueva Orleans para poder reconstruirle el pico, que se estaba fracturando por el cáncer.
La experiencia en Baton Rouge fue apasionante. Un hospital con todas las letras (vamos, que en la sala de emergencias habría esperado darme de morros con George Clooney en cualquier esquina si no hubiese sido porque allí se trataban bichos y no personas...). Lo mejor era que al ser veterinaria la gente me trataba con un respeto enorme. En EEUU, estudiar para ser médico de bichos es tan sumamente difícil que te consideran una especie de eminencia (eso sí, yo miraba con expresión circunspecta y no abría la boca para no delatar mi ignorancia sobre muchas de las cosas que hablaban). Esos viajecillos con el Dr. B fueron de los más entretenidos. Él se encargó de proporcionarme información curiosa y variopinta. Me explicó que Baton Rouge recibía ese nombre por los bastones rojos con calaveras que los indios ponían a lo largo del río Mississippi para alertar a los europeos que estaban allí colonizando a sus anchas de que su presencia era non grata. En esa misma conversación se dedicó a detallarme lo entrañable de la flora y fauna de la zona en la que iba a vivir. Me alertó de la picadura de los mosquitos tigre (en aquel entonces por aquí no había ni uno, ahora son como de la familia, los muy cabritos), pero no tanto por el picotazo en sí como por la enfermedad que podían transmitir: el virus del Nilo occidental (qué nombre más majo). El Dr. B es de esas personas a las que les encanta alarmar en medio de unas risas (póngasele acento mejicano): "Vete con cuidadito con el pinche mosquito, ¿oíste?, puede ser que no te pase nada, pero si te duele la cabeza y te mueves raro, vete rápido al médico, jajajaja...". Y yo acojoná perdía, no te jode...Después de eso me soltó: "¡Ah! Y también has de evitar las arañas, aquí hay una chiquita y chingona que si te pica la mano te gangrena medio brazo, así que no me vayas abriendo cajones y metas la mano sin mirar, ¿ok?". Qué maravilla vivir en medio de la puñetera jungla, oye.
El resto de la semana me dediqué a acompañar a la Dra. E en exploraciones de rutina en animales sanos. Se les entrenaba para quedarse quietos durante el examen veterinario, ofrecer su mano, soportar pinchazos...Así, el día que se encontraban mal era más sencillo poder atenderles. Los orangutanes eran los más divertidos, estaban aprendiendo a silbar y yo me partía de risa con ellos. Los gorilas eran más farruquitos y la primera vez que fui no me dejaron entrar porque el macho espalda plateada se pudo gamberro al verme (no le gustaba la gente nueva...). Y un gorila cabreado da mucho, pero que mucho yuyu. Yo me enamoré de una lémur preciosa, blanca y negra, llamada Stella, que nos miraba pícara y curiosa mientras entrábamos en su recinto y que siempre estaba encantada de colaborar. Un amor de animal.
El último día de la semana, la Dra E me dijo que la tenía que acompañar a no sé dónde (sólo entendí algo de una fractura). Puse cara de póquer y muy dispuesta me lancé a recoger el maletín de curas y me subí al cochecito (nos desplazábamos por el zoo con uno de esos vehículos que llevan los que juegan a golf). Llegamos al recinto y no lo identifiqué. Cuando vas por un zoo como visitante tienes tus cartelitos monos con dibujos de jirafas, hipopótamos, etc., pero circulando por el backstage sólo supe orientarme con el tiempo. Total, que llegamos, la Dra. E saludó a la cuidadora y entró en la sala hablando relajadamente con la otra mujer. Yo las seguí chino chano y al cruzar la puerta casi me da un pasmo ahí mismo. A un metro y medio tenía a un colosal tigre blanco que se puso a rugir al verme entrar. Me arrapé a la pared que tenía a mi espalda y me quedé petrificada viendo los dientecitos del minino. La reja que nos separaba se me antojaba del todo escuálida, como de juguete, y no podía entender que esas dos mujeres estuvieran de palique mientras el primo hermano del león de la Metro me alborotaba el pelo con sus bramidos.
Distraídamente, la cuidadora sacó de una bolsa tres conejos (muertos, of course) y se los lanzó por una trampilla al macrogato, que los devoró en un segundo. El ruido que hizo aquel bicho al "saludarme" es de los que se recuerdan toda la vida. Profundo, cavernoso...acojonante. Caminé unos pasos para romper el hechizo de los ojos del tigre y me di de bruces con la jaula del jaguar negro. Qué bonito día para morir de un soponcio...
¿Y la fractura? Pues una de las crías de leopardo, que se había roto una pata hacía tiempo e íbamos a ver cómo seguía. Lo miramos desde fuera y parecía que andaba bastante bien, así que no fue necesario intervenir de ninguna manera.
Desde luego, trabajar en un zoo no es aburrido.
Jolín Mo! Me encantan tus aventuras en el zoo! Muero de la envidia cuando te leo!
ResponderEliminarUn besazo enorme
Jajajaja! No mueras, mujé! Disfruta, que de eso se trata!
EliminarMuuuas!
¡¡coooomo mola!!
ResponderEliminarme ha encantado el dr. B y su acento mexicano advirtiendote de la araña chingona y el pinche mosquito ... jejejeje.
Besotes y sigue sigue que me está encantando esto de los capítulos del zoo.
Muacca!!
Es que el Dr. B mola mazo, es un hombre de lo más divertido ;)
EliminarContinuará...
Besotes!
Desde luego no te aburriste nada en el zoo. Que interesante todo lo que cuentas.
ResponderEliminarGracias guapetona! Me alegro de que te parezca interesante!
EliminarBesos!
No se porque no había leido las dos entradas anteriores a esta de las aventuras en el zoo, pero loq ue si se es que me has dejado enganchada a tus aventuras.
ResponderEliminarRealmente son impresionantes e increibles, menuda historia de intriga, incertidumbre, pasión... que has vivido.
Quiero mássssssss....
Besitos guapa y que valiente eres.
Qué bien! Esto es como escribir una novela por capítulos ;)
EliminarUn besote!
No se qué me daría más miedo...el tigre enjaulado o la araña libre por el cajón...de verdad, no lo sé..
ResponderEliminarMás...quiero más historias del zoo!!!
Bien mirado, tienes razón, jajajaja!
EliminarMuas!
jooo, me recuerda mogollón a mi estancia en el zoo... menos por el hospital, que el de aquí era más bien cutre...
ResponderEliminarRecuerdo que lo que más me impresionó de los gorilas (aparte del tamaño) fue el pestuzo a vestuario masculino que había en el recinto. Sudorazo humano.
Y la impresión que tuve cuando, al entrar en el recinto de los leones, los tres se abrieron en abanico, mirándome fijo. glups. Complejo de presa total. Menudos ojos, como platos soperos los tenían.
La verdad es que se lo pasa uno muy bien, y colecciona anécdotas mejores que las de la mili. Un beso!!
La verdad es que yo también he estado en el zoo de mi city y las instalaciones hospitalarias no tienen nada que ver...Pero bueno, hay ciertas cosas en las que los americanos nos llevan mucha ventaja ;)
EliminarEs verdad lo del complejo presa, jajajaja! Un día nos has de explicar tus anécdotas, me encantaría leerlas!
Besotes!
Oooooooooooooooooooooooooooooooooooooo! Me tienes completamente enganchada, casi he sentido a la araña corriendo por encima de mi y he oido los rugidos (y se me ponen los pelos como escarpias). Espero la siguiente entrega.
ResponderEliminarUn besazo!
Escribiéndolo he vuelto a "escuchar" los rugidos como aquel día...¡qué susto me pegué, jajajaja!
EliminarBesos!
Diolllllll, miedito del bueno con el lion king!! madre mía cuanta tela, te juro que te he visto ahí en la esquinica, con los pelos para atrás el león chillando y la doctora charlona dándole al pico!!!
ResponderEliminarMe encantan tus historias del zoo!! cuando he leído que le pusiéramos acento al Doctor, ya el resto lo he leído en Mexicano! jajajaja!
GEnial Mo, qué ratito más bueno me has hecho pasar, y enganchada al siguiente!
Qué experiencias más increíbles viviste!! =)
Besos guapa!!
(por supuesto llevaré dulces, jijijiji!)
Lástima que entonces no tuviese una cámara digital...Las fotos que tengo son de las "antiguas" y tienen muy poca calidad...Si fuesen buenas, os pondría un montón!
EliminarQué ganitas tengo de probar tus dulces...mmmm!
Muas!
Ay madre, que no sé dónde estás metida O_O, esto de no tener tiempo suficiente es muy malo, aaahhhh, esto viene de antes y no sé qué ha pasado ni dónde estás y ahora me quedo con la duda y con querer saber muuuuucho más XDDD. Qué pasada poder ver y estar entre taaaantos animales!!!!, pero lo del tigre, GUAUUUU o mejor dicho GGGGRRRRRRRRRRRR te he visto aterrorizada y arrimándote a la pared, madre del amor hermoso ¡¡¡Qué SUSTO!!!. Ah y la lemur, ainsss, qué bonita, es que iba imaginándome cada cosa que contabas...
ResponderEliminarA ver si consigo enterarme de cómo ha sido la cosa hasta llegar aquí y sigo tus aventuras =D.
Muuuchos Besotes!!!.
Jajajaja! Tranqui, sigo en mi casita, sólo estoy relatando un viaje que hice ya hace unos cuantos añitos ;)
EliminarMuas!
Ah bueno, ya me quedo más tranquila, jajaja. Seguiré el relato muuuy interesada ;D.
EliminarBesoteeeees!!!.
:)
EliminarJo nena, cada día te admiro más. A mí me da un yuyu todo lo que cuentas de bichillos y gangrenas... 0_0
ResponderEliminarUn besito.
Es que los veterinarios somos unos inconscientes ;) Jajajaja!
EliminarBesotes!!
Me quedo embobada leyendo tus entradas...sabes lo afortunada que eres???
ResponderEliminarAlpaquilla se despide con:
Los sabios simplemente ven lo que tienen delante. Nada más. Los demás no lo logramos. En realidad los sabios dicen cosas sencillas.
Autor: Desconocido
Mooogggaaaksrfff
Aix, sí, fue un pasote de aventura ;)
EliminarMuas!
¡Qué pasada trabajar en el zoo!
ResponderEliminar¿Tom se recuperó?
Vaya risa con el lindo gatito, como para entrar directa jajaja
Pues cuando me fui Tom seguía luchando, pero no sé cómo acabó la historia...
EliminarTú eres capaz de llevarte a casa hasta uno de estos, jajaja!
Besos!
Que diver y como mola lo que reconocen nuestra profesión en el extranjero! dan ganas de expatriarse!
ResponderEliminarEl hospital de mi uni tiene absolutamente de todo! Las instalaciones son impresionantes, pero no nos suelen llegar "mininos" como los que cuentas, aunque alguno ha caído finalmente en "mis manos" (esa ya es otra historia).
Me identifico mucho con la imagen de estar totalmente acojonada pero tratar de disimular por ser una "profesional"
Sigue contando!
Qué suerte tener un hospital tan chulo! El de la facultad de mi ciudad ha mejorado muchísimo últimamente y me parece que está de lo más molón ;)
EliminarLa cara de póquer la hemos puesto todos, jajajaja!
Besotes!
Me encantan tus "Zoo adventures" aunque yo no sería capaz,ay que miedo mare!! Que los tigres son muy grandes,aunque lo de la lemur me da mucha envidia!
ResponderEliminarY el origen de Baton rouge no lo sabía,no te acostarás sin saber una cosa más.
Espero una nueva aventura!
Bss
El Dr. B es un pozo de sabiduría. Es de esas persona que logra recordar cada una de las cosas que vive, lee o le explican...Lo que se aprende a su lado! Amazing!
EliminarMuas!
Qué experiencia más genial, joe
ResponderEliminarJejeje...
EliminarBesotes!
Impresionante de verdad ,desde luego una experiencia unica trabajar en un lugar asi,aunque con el tiempo terminas estableciendo una conexion afectiva con muchos de los pacientes .Saludos.
ResponderEliminarBienvenido! Siempre hay pacientes que se hacen un huequillo en tu coranzoncito, eso no se puede evitar ;)
EliminarSaludos!
Qué pasada!!! Seguro que tendras miles de fotos preciosas de los animales... yo tengo mis contradicciones con los zoo, me encantan pero entiendo que no deja de ser una carcel para los animales, para que estén expuestos y los veamos. Pero por ello no dejo de ir a verlos, por lo menos me gasto el dinero para que puedan vivir en mejores condiciones.
ResponderEliminarBueno, las fotos que tengo son más bien cutrillas (por entonces aún no tenía cámara digital) y algunas un poco gores, jejeje...
EliminarYo también he tenido (y tengo) mis contradicciones con los zoos, no te creas...
Un besote!
Tiene que dar un yuyu tremendo, la verdad pero también es cierto que tiene que molar mil. Porque soy de letras que, si hubiera sido de ciencias, me hubiese dado por la Veterinaria, fijo. Un besote!!!
ResponderEliminarYo aún me sorprendo de haber tirado para ciencias y ser veterinaria, con lo que me molan las letras, jajaja...
EliminarSerías una vet estupenda ;)
Besitos!
Madre mía, menuda experiencia. Creo que te comenté que yo también estuve un tiempo en Estados Unidos, nada de animales, eso no. Pero me has hecho recordar muchísimo ese afán por los saludos y la corrección. Es muy cierto. A mi nadie me lo advirtió pero como tu, fui muy bien educada por mis padres y al final, una también intuye lo que les gusta a los demás, eso y observando claro.
ResponderEliminarMenuda impresión el rugido!! Que me da algo!! ;)
Besos
Cuando viajas tienes el ojo puesto en todo, para no desentonar y no meter la pata, verdad? Es que ser novatilla es muy duro!
EliminarBesitos!