viernes, 9 de septiembre de 2011

Crónica de una concepción

Aunque tengo ideas para varios posts de lo más inconexos, voy a ir explicando en los que siguen lo que he vivido hasta ahora para poder seguir un hilo temporal. Soy ordenada hasta en esto, qué le vamos a hacer…

Así pues, hoy hablaré del “momento test”.

Cuando se acercaba el mes en el que habíamos decidido lanzarnos a la aventura de la concepción, comencé a sentir la necesidad de planificar un poco el tema, estudiar cómo funcionan los ciclos, etc. (fruto tanto de mi ansiedad por ser madre como de mi –a ratos- mente científica). Antes que nada fui a mi ginecólogo para ver si tenía que hacer algo en especial. Me mandó hacerme una analítica completa y me recetó el consabido ácido fólico. Me hizo una ilusión tremenda tener mi cajita de vitaminas! La puse en la cocina y cada mañana al levantarme, pastillazo que te crió.

En los análisis salió todo correcto, pero a pesar de ser veterinaria, no tenía anticuerpos frente a la toxoplasmosis (eso da para otro post). Ningún problema, seguí las recomendaciones del médico y las que le daría yo misma a una clienta embarazada y listos.

Intenté determinar cuando ovulaba con la medición de la temperatura basal, pero fue un fracaso (cuando me acordaba del termómetro ya llevaba media hora levantada y haciendo cosas…). Y mis ciclos eran (y son) tan irregulares que pretender calcular la semana fértil era misión imposible. De todas formas, deduje un poco a boleo cuando podía ser que ovulase y le programé a Mr X un calendario de actividades erótico-festivas que no pudo negarse a seguir (según el método de hacer deberes cada dos días, que en algún sitio leí que era el mejor sistema para optimizar resultados).

Todo estaba listo para empezar en septiembre, pero por aquello de las vacaciones, el sol, la playita…pues nos dejamos ir en agosto. Cuando me tenía que venir la regla, Mr X se fue a subir montañas y yo me quedé a nivel del mar con una amiga. Como estábamos de fiesta continua no tuve tiempo para preocuparme por si me había quedado embarazada o no y la regla bajó sin más.

Al mes siguiente la cosa fue distinta, porque ya estábamos con nuestra rutina habitual, y a medida que se acercaba el final del ciclo empecé a ponerme nerviosa. Un lunes, al llegar al trabajo, estaba hablando por teléfono y de repente sentí una náusea impresionante y tuve que colgar porque pensaba que echaba el desayuno. No vomité, pero me quedé mosca. En realidad era muy pronto para tener síntomas de embarazo, pero me extrañó muchísimo. Llamé a Mr X y se estuvo carcajeando un rato a mi costa. La noche anterior habíamos salido de fiesta y habíamos bebido unas cuantas cervezas, así que para él esa era la causa de la náusea. Por si acaso, no probé el alcohol hasta salir de dudas. Y por cierto, creo que eso es algo que debería haber hecho desde el momento en que planificamos el embarazo, pero supongo que pensaba que no la acertaríamos tan pronto y me daba un margen al respecto…

Total, que mosca como estaba, y a medida que se acercaba el día de la regla, mi neura me llevó a la compra incontrolada de tests de embarazo. El primero me lo hice como tres días antes del día en que yo había calculado que me podía venir la regla (cosa que, por los ciclos irregulares que tengo, era del todo imposible determinar, pero bueno…). Negativo.

El siguiente fue un día antes: negativo. Probé entonces al mismo día: negativo. Y luego tres días después: negativo. Para entonces ya me había pateado todas las farmacias del barrio (me daba un corte tremendo comprar dos tests en el mismo sitio). Y cada vez compraba uno distinto. Me hacía ilusión el de la ventanita que te dice “Embarazada” y las semanas de las que estás. De ese me hice dos, y na de na. A todo esto, para que no me llamasen paranoica, las pruebas me las hacía yo solita (un día había explicado lo de la náusea a una amiga y me dijo aquello de “Uff, no te obsesiones, eh???? Que lo llevas claro”, me sentó tan mal que dejé de comentarlo a según quien). Pero al hacer el penúltimo test se lo confesé a Mr X. Entonces me pidió que para el siguiente estuviésemos juntos. Entonces ya llevaba varios días de retraso (incluso calculando que hubiese tenido un ciclo hiper largo). Era a primera hora de la mañana de un lunes. La prueba tenía un nombre que me parecía de chiste: “Letitest” (me hacía pensar en el test de Leti, me hacía gracia, mira). Esperamos a ver qué salía… y Mr X dijo: “Esto es negativo, no?”. Pero yo ví claramente cómo se formaba la ralla del positivo y le dije: “Mmmm , me parece que no”.

Y efectivamente, fue un positivo como una casa.

8 comentarios:

  1. Hola! Me he encontrado con tu blog por casualidad y, si te parece bien, me quedo por aquí, me ha gustado mucho!

    Parece que el positivo estaba esperando a que Mister X. estuviera delante! Por cierto, lo del Letitest me hace la misma gracia que a ti, que nombre comercial más malo...

    Saludos!

    ResponderEliminar
  2. Hola reina, me hago seguidora, espero que nos veamos a menudo, muchísima suerte con el blog, has empezado bien, sigue así.

    ResponderEliminar
  3. Drew, encantada de tenerte por aquí! Yo también me paseo por tu nube, así que nos iremos leyendo!

    ResponderEliminar
  4. Mama de parrulin, mil gracias por tus buenos deseos, a ver qué sale de todo esto!

    ResponderEliminar
  5. Querida, me ha gustado mucho leer la historia de tu positivo y, aunque yo no tengo gatos, también tu esclarecedor texto sobre la toxoplasmosis, a más de un profesional sanitario le vendría bien echarle un vistazo.

    Ah, y me he sonrojado al encontrarme en tu blogroll, ¡cuánto honor!

    Me quedo por aquí a cotillear un ratito, ¿vale?

    Besos voyeuristas,
    Lady Vaga.

    ResponderEliminar
  6. Nin, el honor es mío! Me encanta tu blog, deliciosamente sarcástico, me pirra tu forma de escribir. Gracias por pasarte por aquí!

    ResponderEliminar
  7. Es tan emocionante leer los positivos!! :)

    ResponderEliminar