miércoles, 7 de diciembre de 2016

Dreaming


Al principio, todo es difuso. Está esa sensación, tan intensa y real, de volar. Pero no vuelo, me deslizo. La pista está inmaculada, una finísima neblina la cubre por completo y se oye el ruido provocado por mis patines en un rítmico y perfecto siseo que únicamente puede indicar que el movimiento de las cuchillas es impecable, exento de roces, sin señal alguna de que ha habido un fallo en la técnica.

Me muevo sin miedo, con la confianza plena de que no me voy a caer. Avanzo a velocidad creciente, cojo la curva con unos cruzados ágiles, y me giro para seguir de espaldas, con los brazos acompañando un desplazamiento impoluto.

No salto, practico concienzudamente algunas piruetas y pasos que me provocan esa sensación de no rozar apenas el hielo. Siento el frío en mi cara. Soy etérea. No me duelen las rodillas. Mi cuerpo es fuerte, flexible y dinámico.

Y ahí me despierto.

Es uno de mis sueños –buenos- recurrentes (tengo unos cuantos), y diría que mi preferido. En esos sueños patino siempre como una campeona olímpica (puestos a soñar, ¡mejor hacerlo a lo grande!). La realidad, sobra decirlo, difiere bastante de ese estupendo mundo onírico.

Patinar sobre hielo es una afición que he tenido a épocas intermitentes –una intermitencia derivada de las circunstancias, no de las ganas-. Hice un par de cursos cuando era adolescente, y unos cuantos más con mi amiga E justo antes de tener a Peque. Con E superamos varios niveles básicos y nos adentrábamos ya en el fantabuloso mundo del patinaje artístico cuando descubrí que estaba embarazada. Desde entonces no había vuelto a patinar. Me parece un deporte muy complejo. Cuando veo a un patinador ejecutar una secuencia de pasos, pienso en los años de práctica que conlleva aprender cada ínfimo cambio en la posición de la cuchilla, mutando la posición del cuerpo, el centro de gravedad… Complicado de cojones. Y de ovarios. Y de todas las gónadas habidas y por haber.

Pero quiso el calendario de adviento obsequiarnos con una entraditas para la pista de hielo. Bajé del altillo mis patines (los adoro, fetichismo puro modo on), y nos fuimos con Peque y sus hermanos a quemar calorías sobre un par de cuchillas.

Me daba pánico entrar a patinar y pegarme el leñazo padre, pero para mi sorpresa, este cuerpo serrano que tengo aún recuerda como mantener el equilibrio. No me atreví a hacer demasiadas cabriolas para no tentar a la suerte –y porque no me acordaba de casi nada, que la maternidad me ha fundido unas cuantas neuronas-, pero fue maravilloso volver. Peque disfrutó de lo lindo… cayéndose. Sí, a él le moló mas tirarse al hielo que conquistarlo en vertical, pero ya me ha pedido dos o cuatrocientas veces que volvamos. Y para qué negarlo, con este tema, soy muy, pero que muy fácil de convencer.











13 comentarios:

  1. Que planazooo!! Yo soy de las que entraban cogidas a la valla como si fueran mi única salvación, se iban soltando poco a poco y... patapum!!!
    Mi sueño recurrente es que estoy en una cueva llena de pieles de animales y mucha gente durmiendo, yo una de ellas. Fuera hace un frío horrible. Me temo que no soy muy deportista jajaja

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    1. Menudo sueño!! Reminiscencias de la vida en las cavernas, jajajaja!
      Yo no me considero deportista, pero hay deportes que me gustan... incoherencias mías! :P
      Muas!

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  2. jaja, yo soy un pato mareado. Solo lo he intentado una vez, en mi época universitaria, y me pasé más tiempo en el suelo (hielo) que patinando.... ;)

    Feliz día!

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    1. Jajajaja! Es que es complicado, hay que perseverar mucho para alcanzar algo de equilibrio, yo me he llevado unos cuantos tortazos! :)
      Besotes!

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  3. Yo lo hice un par de veces, de joven. Y me encanta. Creo que engancha. Es un planazo y tengo muchas ganar de llevar a la peque.

    ^^

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  4. A mi siempre me ha dado miedo patinar sobre hielo por si me caigo y una cuchilla me raja la cara.

    Manías xD

    Besos

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    1. A mí me preocupa aniquilar mis rodillas en una mala caída... pero me puede más el mono!! XD
      Besotes!

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  5. A mi siempre me ha dado miedo patinar sobre hielo por si me caigo y una cuchilla me raja la cara.

    Manías xD

    Besos

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  6. Q envidia me das!!! mi regalo frustrado de niña fueron unos patines :-( mi abuela se empeñó en que era muy peligroso...y no hubo manera de convencer a nadie para q me los comprara, yo aprendí a patinar con los patines de mis vecinas, pero cuando tuve edad y dinero propio, me dió vergüenza comprarme unos.
    Patinar sobre hielo me pareció "lo más", la primera vez que pusieron una pista de patinaje convencí a mi entonces novio y hoy marido para ir a patinar y LO DISFRUTÉ, así con mayúsculas :-) pero no volví a convencerlo más inviernos ... él se pasó casi toda la tarde en el suelo...
    Para mi desilusión mi hijo ha heredado el poco equilibrio de su padre y cuando le convencí para ir a patinar, la experiencia no le gustó, además descubrí q la maternidad ha cambiado mi cuerpo y mi equilibrio...ya no sé patinar, buaaaaaahhhh
    Así q disfrutalo!!!! por tí y por mí, jajajaja.

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    1. Cómo te entiendo! Mis patines fueron regalo de Mr. X y a pesar de llegar a los treinta y tantos me hicieron una ilusión bárbara! (me flipa tenerlos aunque no les saque partido).
      Seguro que si vuelves a la pista recuperas tu equilibrio, lo que cuesta más es animarse a ir solo... pero vale la pena!! Venga! ;)
      Muas!

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  7. Nunca lo he hecho pero me parece una experiencia la mar de bonita

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