miércoles, 8 de octubre de 2014

La centrífuga


He tardado en ser una madre de parque. Básicamente porque disfruto más de las delicias hogareñas (un buen libro, una peli…). Pero a medida que Peque crece me doy cuenta de que la casa se le queda pequeña y de que necesita quemar toda esa energía que derrocha por los cuatro costados. Ergo, he acabado sucumbiendo a los encantos de un trozo de césped (o, teniendo en cuenta que vivo en una ciudad, de un trozo de cemento).

Ser una madre de parque tiene ventajas obvias, pero también inconvenientes como los que Paula, la mamá de Baby Mike ha sabido ilustrar en su última entrada.

Sobre todo si no eres Miss Public Relations y no te apetece ponerte de cháchara con la primera madre que cubo en mano cruza por tu camino. No por nada, no soy una antisocial, y si alguien me habla, contesto, palabrita… pero digamos que en general prefiero ir a mi rollo. Aunque luego también sé apreciar esos encuentros casuales con personas que pululan por el mundo y que te brindan conversaciones inesperadas y de las que siempre aprendes algo. Pero bueno, que me desvío, volvamos al momento parque.

Además de madre de parque, soy masoca, en el sentido clásico de la palabra, porque hay que ser una sufridora nata para volver una y otra vez al lugar que os describiré.

Resulta que relativamente cerca de casa hay una pequeña área recreativa vallada con un carrusel y otros artefactos para el solaz infantil. He tenido que recurrir a San Google para encontrar la palabra que describe el instrumento de tortura que tanto le mola a Peque. Pues eso, se ve que se llama carrusel. Yo le llamo la centrífuga. Creo que os podéis hacer una idea de a qué me refiero. Por si acaso, lo podéis ver aquí.

Es un juego giratorio que consta de un palo central con un disco que ayuda a hacer rodar el cacharro y unas barras laterales donde los niños se agarran o sientan. Nada más verlo una ya intuye el peligro, sobre todo dependiendo de la fauna humana que lo utilice (y no me refiero sólo a los niños), pero como soy masoca, acabo regresando.

Solemos ir una tarde a la semana, cuando libro, y siempre me encuentro a las mismas madres, que salen de un cole cercano (que no es el de Peque). Ellas se conocen entre sí, y nosotros somos los forasteros del lugar -y anda que no se nota cuando entramos, que parece que tengan todas rayos X en los ojos-. Si hay algún sitio libre en el banco me quedo sentada en un rinconcito mientras Peque juega y yo me dedico a mirarlo, leer un ratito… lo que se tercie (y lo que el nivel de peligrosidad de sus juegos me permita).

Su primer objetivo es el carrusel. A mí al principio me daba mucho yuyu y me quedaba a su lado controlando el percal, pero viendo que los niños se autogestionaban más o menos bien dejé de supervisar de cerca las maniobras.

Hace unas semanas Peque, como siempre, se sentó mientras otros daban impulso (a él le mola sentir la velocidad en su jeta, que curren los demás). El chaval que se hizo con el mando era algo mayor que los que suelen estar ahí y le metió mucha caña al carrusel. Peque lo flipaba, estaba en el séptimo cielo lúdico-infantil. En una de esas bajó la cabeza para mirar no sé qué y como la fuerza centrífuga era tan intensa no pudo incorporarla de nuevo, pero se estaba riendo a carcajada limpia. Cuando aflojó el ritmo se levantó sin problemas y siguió jugando.

Unos minutos más tarde el grandullón reemprendió la marcha carruselística y Peque agachó la cabeza otra vez mientras yo le daba a la lectura. Una madre que tenía mi lado me advirtió: “Me parece que tu hijo se está mareando”. Yo le sonreí y le contesté que no pasaba nada, que era cosa de la velocidad, y seguí con mi libro. Noté que la madre me miraba escéptica, pero yo estaba convencida de lo que decía (entre otras cosas porque Peque no se marea nunca). Unos segundos después llegó hasta mí una voz agónica que murmuraba: “Para, para... qué me estoy mareandooo…”. Y sí, era Peque. Amarillo estaba. Salté del banco y lo cogí en brazos. No sólo había mutado de color… un sudor frío le recorría todo el cuerpo. Sin dar muchas explicaciones (vergüenza, le llaman), nos piramos rápidamente del lugar y por fortuna, dándole un poco el aire se le pasó el chungo.

La semana pasada reincidimos. Que no se diga. Esta vez en el carrusel sólo había una nena pequeña de unos dos añitos y me pareció un riesgo razonable. Los cojones.

Sus padres eran algo más jóvenes que yo. El chico sentó a la niña en la centrífuga y empezó a darle impulso. Al principio un poquito, luego algo más fuerte y después… me acoquiné. Pero a Peque se le veía disfrutar de lo lindo, y pensé que si los padres de la nena no advertían peligro alguno estando su propia hija de dos años ahí metida a lo mejor es que yo era un pelín exagerada. Después de esa primera ronda Peque se giró colocando las piernas hacia fuera. El padre impulsor volvió a poner en marcha el carrusel, bajé un momento la vista al móvil y en dos segundos, la hecatombe. Oí una madre gritar “¡¡¡¡Ese niño va a volar!!!!”, giré mi vista hacia Peque y ahí estaba él chillando, expelido hacia el exterior, con el cuerpo en horizontal y agarrado como una garrapata a la barra lateral. Corrí hacia él y me frené en seco, porque no tenía fuerza para parar el artilugio. Peque pasaba volando una y otra vez delante de mis narices chillando a grito pelao y yo no sabía como pillarlo… El padre impulsor, aterrorizado por los resultados de su desatino, enganchó a Peque al vuelo y salieron los dos despedidos hacia un lado. Peque cayó al suelo y el padre saltó por encima de él dando de bruces contra el pavimento. En ese momento mi churumbel se puso a berrear del susto, sin un solo rasguño en su haber y yo lo cogí en brazos para serenarlo. El padre infractor, de color rojo tomate, vino a pedirme perdón mientras yo, malamadre donde las haya, ahogaba a duras penas la carcajada que se me escapaba rememorando la escena recién acontecida de Peque volando ante las estupefactas miradas de un corrillo de mamis.

Igual os preguntáis si volveremos… Va a ser que sí.


PS: El viernes publicaré la lista de participantes del sorteo, ¡si queréis todavía podéis apuntaros!



32 comentarios:

  1. jajajjajajaja me parto! como nos mola el riesgo eh!
    En el parque al que llevo a Torbellina no hay ese, pero hay uno parecido. Es una barra y tiene 3 "L" para agarrarse, sin asientos. Por suerte, nosotros aún nos quedamos en el caballito, el columpio y el arenal! :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Todo llega Xikimami, todo llega... jajajajaja!
      Muas!

      Eliminar
  2. Respuestas
    1. Jejejejeje... A los cinco minutos volvía a subirse, no te creas!! XD
      Besotes!

      Eliminar
  3. Ostras.... menudo susto!!!! Donde yo vivia antes tambien habia un carrusel de esos... y que poco me gustaba!!!
    Yo despues de lo que has contado... buscaria otro parque con alguna atraccion diferente, algo que le pueda gustar a Peque... porque sino no vas a ganar a sustos!!!!
    Me has dejado el corazón encogido leyendo esta entrada.... menuda sensación!!!
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En el fondo Peque disfruta un montón, y con la práctica creo que ya lo tiene bastante dominado. Yo creo que querrá repetir, jejejeje...
      Muas!

      Eliminar
  4. Jajaja, pobre Peque!! Yo odio el cachibache ese de las narices pero a Redondo le encanta... y muchas veces veo mascarse la tragegia...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, yo no lo odio, hasta me montaría, jajajajaja! Pero tiene un peligrooo...
      Besotes!

      Eliminar
  5. Jaja eres la caña!! Pensaba que montarías un pollo al padre ese y resulta que te partes de risa!!
    Yo detesto los parques, pero porque soy asocial!
    Muaks

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajaja! El pobre tío no sabía dónde meterse... y al fin y al cabo me salvó al niño!! :D
      Muas!

      Eliminar
  6. ay madre, no se como vuelves al parque...lo que les va la marcha. Por lo menos volverá cansado y dormirá de lo lindo. Un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eso sí que lo tiene, se queda fritico nada más pillar la piltra!! :)
      Besotes!

      Eliminar
  7. Aaaay cómo te entiendo. A mí también me ha pasado que alguno de mis niños aterriza aparatosamente en el suelo y cuando he comprobado que no hay daño que lamentar me da la risa. ¡Y no veas lo que les joroba. Se ponen a llorar más fuerte si cabe.

    Yo también reincidiría si mi hijo me lo pide. Y conozco muy bien ese juego infantil de la centrifugadora. Por mi barrio no hay ninguna, pero cuando nos topamos con una en alguna excursión a otras zonas mis hijos alucinan con ella. Y también se marean, pero insisten, insisten...

    Yo la odio, porque alguna vez me han pedido muy ilusionados que me monte y yo, que soy una blandurria, he accedido. ¡Craso error! Luego no te recuperas en semanas. Se te va el centro de equilibrio y ve tu a recuperarlo buf buf!!

    Yo soy de esas madre sque se ponen a charlar hasta con el gato que pasa por el parque Sight!! Siento daros la vara a las pobres madres que sólo queréis tranquilidad. Normalmente veo los signos de "no que interesa lo que dices, déjame disfrutar de la tranquilidad" y corto amablemente la conversación para iniciarla con cualquier otra madre, o padre, o abuelos, niño... Ya ves. No tengo remedio :S

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eres una madre abnegada MD, no me cabe duda! Yo sí que disfruto del mareo, jejeje... De pequeña era de las que jugaba a dar vueltas, y vueltas, y vueltas...
      A mí una charleta simpática tampoco me amarga, pero se agradece que la gente pille cuando ya no tienes ganas de hablar, así que olé por ti!!
      Muas!

      Eliminar
    2. Jajaja es que le ves lo bueno a todo. Me encanta tu optimismo!!

      Eliminar
    3. Jajajajaja! Me ha costado unos años pillarle el truco, pero vale la pena! ;)
      Muas!

      Eliminar
  8. Jajaja... pobre peque!! Vaya susto!! Pues yo soy antisocial y mi parque ideal es el parque vacío... pero, como dices, si a la peque le gusta pues se va. Aunque volvamos rebozadas en arena. Y me espera una intrépida como Peque...

    Besotes!

    ResponderEliminar
  9. Jajaja me parto con Peque y el carrusel :D
    Mi vecina la Espe, la mitad de las veces que lleva al Pintinho termina discutiendo con padres y abuelos jajaja ir al parque hoy es como ir a la guerra.

    21+3

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo no soy nada de discutir, por suerte no he tenido que meter baza en situaciones desagradables... Y si veo algo que no me gusta, nos vamos por donde hemos entrado tan ricamente!
      Muas!

      Eliminar
  10. Jajajaja jajajaja jajajaja! me tienes llorando de la risa con el final y mis nanos mirándome con cara de ein???? Vaya tela de artefactos esos que dan vueltas yo al igual que tú les temo jajaja en más de uno ha Ernesto similar a Peque, pero lo grave es que yo también ;) Besicos playeros. P.D: yo también suelo ser "antisocial" en los parques, prefiero ir a lo mio.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jejejeje... Si es que escribir para ti es un gustazo Montse!!!
      Si te veo en un parque no te pienso ignorar, que lo sepas, jajajaja!
      Besotes!

      Eliminar
  11. Jajajajajaj!! que bien descrita la escena, y que bien me lo he pasado, he visto todo como si una de esas madres de manada se tratara :)
    Yo sigo sin sucumbir al parque, me también cuesta horrores y mis bichos siguen aguantándome aún en casa, no sé por cuento tiempo...
    Me voy corriendo a leer esa entrada de Baby Mike
    besotes

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mí me costaba mucho... Pero veo que Peque disfruta tanto que no hay manera de evitarlo. Eso sí, en invierno trato de entretenerlo en casa, que el frío y yo no somos amigos!
      Muas!

      Eliminar
  12. Madre mía. Vaya susto el pobre. A mí me ha pasado alguna vez de lo tenerme que aguantar la risa cuando no se ha hecho daño y ha sido aparatoso.
    Un besote

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya sé que está mal reírse de estas cosas, pero mira, me cuesta evitarlo... De todas formas, como dice MD, mejor contenerse porque a los peques les sienta fatal que encima se rían de ellos... pobretes, jajajajaja!
      Besotes!

      Eliminar
  13. Jopeta! Como diría mi peque, que susto niña. Pero te veo bien, eso de reirte de las desgracias ajenas está guay, yo también lo hago y me miran mal, pero no puedo evitarlo, pero ojito, que si soy yo la que se cae o lo que sea también me troncho. Malas personas totales.
    Me alegro que el susto quedara en eso, sólo un susto
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mí me pasa lo mismo, me río también de mis tropiezos, jajajajaja!
      Y sí, por suerte sólo fue un sustito, ains...
      Besazos corazón!

      Eliminar
  14. Pues nada , después del susto , ya no te queda nada, ahora que has comenzado con momento parque pues a continuar .
    Me da mucha gracia lo de las mamás brasas del parque que dices . Yo soy intermedia , charlo con alguien , pero no soy de insistir , lo que me sucede es que atraigo a toda la ancianidad , más de una tarde me siento a tomar el sol en un parque y siempre se me pega uno o una y ¡ No hay para cuando acabar!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajajajaja! Yo también atraigo a la ancianidad!!! Y eso es pericoloso, que te enganchan por cualquier tontería y te puedes tirar dos horas! Aunque confieso que si me explican batallitas de su juventud (y no sólo la lista de medicamentos que le han recetado en su última revisión) me lo paso bien!!
      Muas!

      Eliminar
  15. jaaajajajaja buenísimo!!! un peligro, nena, un peligro el parque por la tarde...jajajaja! me parto de verdad, me imagino al padre volando vestido de padre y es que no puedo...jajaja

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajajajaja! Si es que tienes una razón... XD
      Besotes!

      Eliminar